Apretar tuercas
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Opinión

Editorial

Apretar tuercas

 


Estamos a seis meses y medio de que el gobernador Alejandro Murat entregue la administración que el voto ciudadano le confirió en las elecciones de julio de 2016. En breve, pues, se habrán de cumplir los seis años de mandato. Tiempo para que los responsables de las áreas y entidades, inicien la preparación de la documentación para que en tiempo y forma se haga la entrega-recepción, la cual se da, como es usual en los últimos sexenios, cuando ya operan la comisión que forma el equipo del gobernador electo con la similar del ejecutivo saliente. Con certeza, Murat Hinojosa debe haber dispuesto ya la realización de auditorías y revisión de toda su administración a fin de evitar dejar pasivos o incurrir en lo que él mismo padeció: cargar con deudas y descapitalización, que obstaculizó los meses de inicio en su gobierno.

No es un secreto –y lo hemos dicho a menudo- que este régimen podría pasar a la historia, de no agilizar las obras que tiene en curso, como la del Circuito Interior o la de Símbolos Patrios, como el gobierno que no ejecutó ninguna obra emblemática, a diferencia de al menos los anteriores cuatro ex gobernadores. Hoy mismo se respira en el ambiente gubernamental una especie de atonía. Por un lado, fue el efecto brutal de la pandemia que fomentó el home office y, por otro lado, los meses que llevamos de veda electoral, primero la que motivó la famosa consulta para la revocación de mandato y luego, la del proceso electoral local en curso, que tendrá su desenlace el próximo 5 de junio. A ello hay que agregar que, sin importar que los contagios y decesos hayan aminorado y que parte de la estructura gubernamental, con empleados de confianza o contrato, haya seguido laborando incluso en períodos de gravedad, los trabajadores sindicalizados siguen sin presentarse a laborar.

Por todo lo anterior, el ejecutivo estatal debe apretar las tuercas y preparar el cierre de su administración trabajando a marchas forzadas, recorriendo la entidad y poniendo a sus cercanos y no tan cercanos colaboradores a cerrar sus responsabilidades con trabajo, orgullo y dignidad. Ya es propio de la naturaleza humana dejar el barco y enquistarse en el equipo que llega. Eso es común en la política que se practica en este país y, particularmente en Oaxaca. Las lealtades y la disciplina se empiezan a relajar. El pragmatismo empieza a aflorar, pues como mucho se ha dicho a lo largo de la historia contemporánea, para muchos vivir fuera del gobierno es vivir en el error.

 

Aberrante devastación

 

Desde hace tiempo en las páginas de EL IMPARCIAL. El Mejor diario de Oaxaca, hemos abordado el tema del saqueo forestal. La ciudadanía puede constatar a diario el paso de cientos de camiones cargados de gruesos troncos de pino, ocote u otras especies. Provienen de los aserraderos que se ubican en diversas regiones del estado, principalmente de la Sierra Sur. Se trata, dicen las fuentes oficiales, de concesiones que otorgó el gobierno federal y que la documentación de los talamontes está en regla, por lo que no se puede detener este saqueo infame de nuestra riqueza silvícola. Es obvio que no pasa lo mismo con comuneros que, ante el transporte de dos o tres tablones, son detenidos de no llevar la guía respectiva. En otras palabras: se ve la paja en el ojo de unos, pero no la viga en el de otros.

Para aquellos que viajan por la carretera 175, de Oaxaca a Pochutla, lo que antes era disfrutar de unos bellísimos paisajes en la zona de San José del Pacífico y San Miguel Suchixtepec, en el distrito de Miahuatlán, se ha convertido en una pesadilla ver parajes desolados y desérticos, producto de la devastación de los bosques. Regresar por la noche de la Costa oaxaqueña, por esa misma vía, es un verdadero suplicio. Hay que recorrer kilómetros a vuelta de rueda ante la caravana de camiones pesados con al menos veinte toneladas de troncos y trozos de árboles. La ruta está igualmente llena de especies pequeñas derribadas a la orilla de la carretera. Sin embargo, hay en las comunidades un inexplicable conformismo. Protestan por muchas cosas. Por demandas de caminos, escuelas, centros de salud, etc., pero en la defensa de su riqueza forestal guardan silencio.

Algo similar ocurre con los llamados ambientalistas, muchos de los cuales de día protestan con pancartas y por la noche buscan acuerdo con el gobierno. Guardan un silencio cómplice de este daño ambiental que ya estamos pagando con los efectos del cambio climático, buscando muchas veces la complicidad y el beneficio personal. La devastación forestal de Oaxaca es similar a la que se está llevando a cabo hoy mismo por donde transitará el Tren Maya, salvo que la nuestra ha sido explotada impunemente desde hace al menos sesenta años. Por ello, muchos nos preguntamos: ¿y dónde están los que luchan en contra de la explotación de fundos mineros, que se desgarran las vestiduras cada que se autoriza la apertura de alguna mina?