Medios: El estigma cotidiano
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Editorial

Medios: El estigma cotidiano

 


Quien conoce de medios de comunicación y sus contenidos, pero, sobre todo, de las reacciones que tiene a menudo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ante notas, reportajes o datos de periodismo de investigación, anticiparon la arremetida que dio el aludido en contra del semanario “Proceso” y de la periodista Carmen Aristegui, el pasado lunes, en la conferencia de prensa mañanera que se dio en la sede de la XXVIII Zona Militar, en Santa María Ixcotel, el pasado lunes. No es algo inédito. Los medios de comunicación y los periodistas estamos de manera constante y permanente, en la mira del escrutinio y la descalificación del presidente de México. El tema lleva los tres años que el primer mandatario lleva el frente del gobierno federal. Dijo que el citado semanario, así como la periodista aludida –mucho tiempo considerada simpatizante del proyecto de la 4T- no son afines al mismo y, por tanto, golpean por sistema a su administración.

Un asunto que puede ser contrarrestado con una carta aclaratoria, con un inserto desmintiendo la presunta veracidad que se le da al reportaje o nota, se convierte en una labor infame de intolerancia, descalificación, estigmatización y satanización de medios y periodistas. Hay otros casos, sin embargo, que han tenido otras reacciones, como es el caso de la nota documentadísima del periodista Carlos Loret de Mola, además de valiente y de buen periodismo, sobre los contratos con empresas fantasmas que ha hecho la Secretaría de la Defensa Nacional, con las obras que lleva a cabo como la constructora favorita de este régimen. Haber enviado al Congreso la propuesta de decreto respecto a darle connotación de seguridad nacional y, por tanto, de secrecía total, a las obras públicas a cargo de militares, no tiene precedente en un régimen que se autodefina como democrático. 

Desde muchos foros e, inclusive, los propios ex dirigentes y militantes de izquierda han advertido del riesgo que vivimos actualmente los mexicanos: la autocracia. El perfil que está adquiriendo este régimen, a la luz de discursos tan torpes como el que pronunció el titular de la SEDENA el pasado 20 de noviembre, que revierte de principio a fin, la verticalidad, el compromiso de las Fuerzas Armadas con el pueblo mexicano y la relativa independencia, del poder presidencial. En la sociedad mexicana y en los medios de comunicación las luces de alerta están encendidas ante lo que se advierte en el horizonte: una dictadura simulada. 

 

Inseguridad a tambor batiente

 

La ignorancia de algunas instancias federales respecto a lo que ocurre en la entidad en el tema de seguridad, hace que la ciudadanía tenga infomación equivocada o a medias. Si bien en la conferencia mañanera del pasado lunes 29 de noviembre, se dijo que Oaxaca tiene niveles menores o se ha reducido la estadística de homicidios, los hechos, en esos mismos espectros de calificación demuestran lo contrario. Por ejemplo, el pasado fin de semana, una familia fue víctima de un grupo armado en Ocotlán de Morelos, que asesinó al menos a una persona. Más tarde, dos personas fueron ejecutadas en San Pedro Pochutla, cuando iban a declarar en una audiencia ante el Juez de Control. Bajo esta realidad, ¿de acuerdo a qué parámetros se mide el índice de criminalidad o se concibe la reducción de homicidios dolosos, cuando la ciudadanía es testigo permanente de este tipo de atrocidades criminales?

Cada discurso, cada intervención del ejecutivo estatal ante foros locales o nacionales se menciona a Oaxaca como una de las diez entidades más seguras del país. Ese argumento no es nada nuevo. Ello se viene repitiendo desde hace al menos dos décadas. Es cierto que no estamos en escenarios como Guanajuato, Michoacán o Zacatecas, algunas de las entidades más violentas del país. Sin embargo, ello no implica que la entidad sea un remanso de paz. Los cárteles de la droga están por doquier. Antes era la Cuenca del Papaloapan y el Istmo de Tehuantepec, en donde se cometían más asesinatos o viles ejecuciones. El lugar lo tiene ahora la Costa. Las ejecuciones y ajustes de cuentas se dan a plena luz del día en Puerto Escondido, Río Grande o Pochutla. Pero, para nuestras autoridades, todo camina sobre rieles en materia de seguridad. Nada saca a los funcionarios de sus buenas expectativas, en las que se regodean a menudo.

Cumpliendo fielmente con su deber de informar con oportunidad y veracidad, en EL IMPARCIAL. El mejor diario de Oaxaca, hemos sido observadores acuciosos y constantes de este rubro. Definitivamente no somos una entidad segura, cuando se ha difundido profusamente el resultado de encuestas en las que la ciudadanía no percibe seguridad en ciudades o poblaciones. Hay otros indicadores, además de los homicidios dolosos que siguen presentes, como es el robo a transeúntes o casas habitación, entre otros. Es urgente y necesario robustecer los operativos policiales, para que la ciudadanía tenga la certeza de que el gobierno cumple con su tarea.