La protesta eterna
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Editorial

La protesta eterna

 


Oaxaca se ha perfilado ya como la entidad y la capital de la protesta perpetua. Pero también del chantaje y el bloqueo; de la toma de carreteras o de casetas de cobro. Quien sale a trabajar a diario, inicia lunes su semana laboral con un sabor amargo en la boca. Muchas veces, desde primera hora, sorbe su trago de bilis, al ver que hay una, dos o cinco protestas, cuyos cabecillas ya dispusieron acotar la libre circulación, lo que se convierte en un infierno vial y en irreparable pérdida de tiempo para quienes deben cumplir un horario. Ciertos grupos u organizaciones actúan con absoluta premeditación. Su meta es dañar al mayor número de personas, como mecanismo ruin de doblegar a las autoridades. Es el caso de los alumnos y maestros de la llamada Escuela Normal Superior Federal de Oaxaca (ENSFO), que cada mes de julio llegan a la capital, solamente a protestar, a exigir y afectar la tranquilidad de quienes vivimos aquí. Su oportunismo es reprobable. 

Olvidan que, desde julio de 2015, cuando el gobierno federal asumió el control de la educación pública en Oaxaca, todo lo relativo a pagos, nómina o prestaciones, está en manos de la Federación. Pero no del organismo local ni de la Sección 22, que mantuvo la hegemonía desde octubre de 1992 hasta 2015, con todos los niveles de mando. Otro caso. El jueves 15 de julio, un grupo reducido de productores de mezcal cerraron la carretera 190, a la altura del crucero de San Dionisio Ocotepec. Exigían el reconocimiento de la directiva del Consejo Regulador de la Calidad del Mezcal (Comercam), recién nombrada, por parte de la Secretaría de Economía del gobierno federal. Y qué decir de los tres días que triquis del MULTI mantuvieron tomada la carretera a México, a la altura de Hacienda Blanca. 

Es decir, esta práctica ha devenido el mecanismo idóneo para conseguir lo que un grupo o su dirigente, vía chantaje, logre de la autoridad. También llamó la atención la protesta de una sola persona a las puertas de la Secretaría de Salud, con su respectivo bloqueo en calles del Centro Histórico. Con causa justa o no, lo desconocemos. Lo preocupante es que se tenga que llegar a esos extremos para que haya una respuesta de las autoridades o, que no existan los mecanismos de disuasión para inhibir este daño colectivo que tanto laceran a la sociedad. Lo cierto es que el pueblo oaxaqueño en general deplora estas acciones de chantaje, que las autoridades se niegan a entender y resolver a fondo. Ya es necesario cambiar de estrategia para darle cabida a la paz social y a la gobernabilidad.

Obras versus ambientalistas

En Oaxaca –y eso lo hemos venido repitiendo en ocasiones anteriores- no se han llevado a cabo obras de relevancia durante la administración de Alejandro Murat. Está a poco más de un año para que termine su mandato y justo apenas, se han empezado a perfilar algunas obras menores, como es el caso de la construcción de ocho carriles en la Avenida “Símbolos Patrios”. Frente a otras ciudades intermedias, nuestra capital asemeja una eterna postal. Cualquiera puede ausentarse por años y retornar para ver las mismas calles llenas de baches, las mismas avenidas anegadas y nada que cambie el paisaje. Si bien es cierto que el actual gobierno ha abogado contra corriente dadas las tragedias naturales que ha tenido como sino desde 2017, también es cierto que, de no agilizar la realización de las que ha anunciado, terminará su sexenio sin ninguna obra emblemática que lleve su sello.

En mucho de ello tienen la responsabilidad los mismos oaxaqueños. Hay organismos y grupos a los que todo les disgusta. Lejos de presentar alternativas viables, analizadas de manera profesional o con criterios científicos, sólo critican. Es el caso de los ambientalistas que ya se erigieron en jueces y fiscales de la citada obra de “Símbolos Patrios”, con el argumento de que no permitirán que se derriben las especies de laureles o ficus que se encuentran en los camellones actuales. Es obvio que ningún oaxaqueño en su sano juicio desea que las máquinas terminen con esas áreas verdes que han lucido durante años. Es evidente que hay que defender a capa y espada ese legado, habida cuenta de la gran deforestación que ha padecido la capital y los Valles Centrales. 

La cuestión es defender la ecología proponiendo alternativas viables para salvarla. No se trata de poner en tela de juicio un proyecto que habrá de beneficiar a miles y miles de oaxaqueños que transitan a diario por ahí, como los que van y vienen a Ocotlán, Zimatlán, Coyotepec y cientos de poblaciones ubicadas en esos rumbos, poniendo como pretexto que se habrán de tirar los árboles. Es decir, sólo boicotear un proyecto por ese solo hecho. Hay quienes mencionan la existencia de equipos para extraer las especies vegetales desde sus raíces y, con todos los cuidados de ingenieros, biólogos o especialistas, trasplantarlos en otros sitios. Hay pues alternativas viables no sólo criticar y obstaculizar los proyectos que se propone realizar esta administración, justo antes de concluir su período.