Atonía gubernamental
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Editorial

Atonía gubernamental

 


Mucho hemos insistido en este espacio editorial en que, desde que inició la contingencia sanitaria por la Covid-19, se dio una cuasi parálisis en la actividad gubernamental, la cual sigue. Es evidente que –y de ello ya hemos comentado- la ausencia de programas sociales de gran envergadura por parte del gobierno estatal; la carencia de obras y otros factores, aunados a la atonía que se respira hoy en día, dan a esta administración estatal la imagen de parálisis y poco trabajo. La justificación ha sido la pandemia por un lado, por otro, la veda electoral. Sin embargo, al menos la segunda ya terminó, por lo que se hace necesario que los funcionarios de primer y segundo nivel se apliquen ya a cumplir con las responsabilidades que asumieron cuando aceptaron el cargo.

Se sabe que, desde hace meses, algunos miembros del gabinete estatal –como ya hemos dicho en este espacio- hacen home office desde la ciudad de México e, incluso desde otros lugares, dejando solo al gobernador Alejandro Murat, quien raya su quinto año de gestión. Esto significa que el tiempo se agota y que no hay más que aplicarse a cumplir con las funciones asignadas a cada uno, para poder cumplir si no en su totalidad, al menos en una pequeña parte, con las líneas de acción y ejes transversales del Plan Estatal de Desarrollo (2016-2022). Es prudente reconocer que al ejecutivo estatal le ha tocado ejercer el poder en medio de calamidades y tragedias, como fueron los sismos de 2017 y diversos fenómenos naturales que han incidido en que algunos de sus proyectos se hayan total o parcialmente desmoronado.

A ello hay que agregar que existen dependencias y entidades gubernamentales que durante meses quedaron con “encargados del despacho”, dado que quienes fungían como titulares fueron postulados por algunos partidos políticos como candidatos. Salvo dos que lograron cuajar diputaciones federales por la vía plurinominal y otro que obtuvo también una diputación local, el resto ha quedado volando luego de su derrota en las urnas. Desde marzo de 2020 en que inició la contingencia sanitaria hasta hoy, han pasado ya 15 meses, razón de más para que la administración estatal vuelva a la normalidad. El Poder Judicial ya puso el ejemplo. Desde el lunes 14 volvieron a abrirse los juzgados. Insistimos: se trata del penúltimo año de gobierno y el responsable tiene que entregar buenas cuentas.

El discurso del encono

Nadie en este país, que esté en su sano juicio, ni siquiera los fanáticos que han asumido al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, como la panacea que cure todos los males del país, podrá negar que aquello que México necesita es la unidad de todos los mexicanos, no la división ni la confrontación. Sin embargo, cada vez con más enjundia, el huésped de Palacio Nacional arremete contra tirios y troyanos. Trae de botana a los medios de comunicación, a los cuales, sin razón alguna, culpa de las supuestas campañas de desprestigio de su gobierno. A quienes llama “intelectuales orgánicos” y últimamente a la clase media ilustrada, han sido depositarios de descalificaciones e injurias. Es decir, todo aquel que no esté de acuerdo con su gestión, con los discursos de odio y encono; con las políticas erráticas, es calificado de conservador, neoliberal, manipulado y traidor.

Esta tendencia cotidiana ha sido rechazada por diversos sectores sociales e interpretada como símbolo de intolerancia y poco respeto a la libre expresión. Culpar a los medios de comunicación de ser los responsables de la debacle de su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), en la Ciudad de México, en donde perdió la mayoría de las alcaldías, no sólo muestra una visión torcida de la realidad sino que pone de manifiesto una forma burda de buscar culpables de todo. Un día y el otro también arremete en contra de organismos no gubernamentales (ONGs), a los que considera enemigos de su gobierno, aunque no lo sean. Una y otra vez se pone en evidencia ante el gobierno de los Estados Unidos de América, al que señala de financiarlas. Ni siquiera porque ya tuvo una respuesta del presidente Biden: su gobierno seguirá apoyando a dichas organizaciones en su lucha contra la corrupción en el mundo y, particularmente, a los periodistas. 

Aunque diga e insista en que Oaxaca es su prioridad, hay que decirlo sin cortapisas: nada le debemos nosotros, pues en los dos años y medio de gestión, ninguno de los proyectos que tanto anuncia y viene a supervisar, se ha concretado. En la última gira postergó meses más la presunta terminación de la carretera a la Costa, que anteriormente había prometido entregar el 21 de marzo de 2022. Lo único que hemos escuchado son discursos vanos y demagogia. La del Istmo, ya podremos imaginar que seguirá como un viejo anhelo, que de manera absurda lleva veinte años sin poder concluirse.