Una nueva emergencia
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Editorial

Una nueva emergencia

 


Como si no fuera suficiente con la emergencia que hemos tenido encima desde hace tres meses, el pasado martes algo más se vino a sumar a nuestra golpeada entidad: un sismo de 7.5 grados, que tuvo su epicentro en la zona de Huatulco, Oaxaca, lo que hizo a los pobladores de dicha franja turística, temer algo peor: un tsunami. Hubo afectaciones en las comunicaciones terrestres y cortes de luz. Algunas comunidades de la Sierra Sur, como es el caso de Santa Catarina Xanaguía, en el municipio de San Juan Ozolotepec resultaron con graves afectaciones. Casas destruidas por deslaves y derrumbes. En una primera evaluación de los daños, el ejecutivo estatal destacó la pérdida lamentable de cinco vidas, cuatro varones y una mujer.

Y es que las lluvias intensas de los últimos días han contribuido al reblandecimiento de montañas y laderas, que hace que, nuestra accidentada orografía, sea propicia para los derrumbes y desgajamientos. Sin embargo, como lo dio a conocer el mismo gobernador Alejandro Murat, en la tarde del martes, esperaba que ya se hubieran restituido las comunicaciones y las dependencias responsables despejado los tramos carreteros afectados, principalmente en la carretera 190, tramo Oaxaca-Tehuantepec y la 200, Miahuatlán-Pochutla. Si bien es cierto que los primeros reportes mostraban afectaciones en la red hospitalaria en Huatulco, Puerto Escondido, Pinotepa Nacional y otros lugares, los daños fueron minimizados al informar el ejecutivo estatal que al menos los hospitales Covid-19 estaban sin daños graves.

Por fortuna y eso hay que reconocerlo, el sistema de alerta sísmica funcionó con oportunidad. El movimiento telúrico que provocó pánico entre los oaxaqueños no fue cosa menor. Ha sido uno de los más fuertes de los últimos tiempos, aunque de menor magnitud al que devastó la zona istmeña el 7 de septiembre de 2017 y cuyas huellas están aún visibles en diversas poblaciones de dicha región. Oaxaca, también no hay que olvidarlo, ha sido a lo largo de su historia un estado de temblores, en donde se ubica un porcentaje mayor de epicentros. O es la costa o el Istmo; o la Mixteca o la Sierra Sur. Es, junto con Guerrero, la zona de mayor incidencia sísmica. No obstante, pese a reconocerlo, hay aún sectores sociales en donde las cosas se siguen tomando a la ligera. Hay que subrayar la superficialidad con la que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tomó la emergencia propiciada por el referido sismo del martes.

Municipios violentos

Los pueblos de la etnia huave, también llamados ikoots, sin que ello suene a descalificación, son particularmente violentos. Lejos de la hermandad que se dice caracteriza a otros pueblos originarios, Santa María, San Mateo, San Dionisio y San Francisco del Mar, son noticia cotidiana por los conatos de violencia mortales que se suscitan en dichas comunidades y sus agencias. En los procesos electorales, la disputa es a muerte. Es el caso de San Mateo y San Dionisio, son emblemáticos. La civilidad ahí es algo remoto. Un ejemplo de la forma tan extrema en que llevan sus diferencias entre los propios huaves, es el añejo conflicto entre Santa María y San Mateo del Mar. Los vecinos de la primera entran y salen de la misma comunidad por mar y a bordo de lanchas. El trayecto por tierra es imposible, pues sus vecinos de la segunda comunidad han mantenido cerrados los accesos durante años.  

Funcionarios de la Secretaría General de Gobierno y hasta el mismo ejecutivo estatal han ido y venido para que dichas comunidades vivan en paz. Ha sido una labor inútil. Un conflicto similar se presenta en dos agencias de San Francisco del Mar, Pueblo Nuevo y Pueblo Viejo, que viven, asimismo, eternamente en conflicto. O San Dionisio del Mar, en donde en cada elección, afloran las diferencias y problemas. Ante la cerrazón y poca civilidad, dicha comunidad ha tenido administradores municipales, designados desde la capital del Estado. En los últimos días se han dado hechos de violencia en la comunidad de San Mateo del Mar. Sólo el pasado domingo un grupo armado, manejado por personas ampliamente conocidas de dicha población, habrían dejado 15 muertos, heridos y desaparecidos.

La idea de que todo se resuelve con diálogo es ya un discurso muy desgastado. No se puede dejar de aplicar la ley cuando existen muertos o heridos en medio. Tratar de paliar las diferencias y conflictos con mesas de diálogo, soslayando la comisión de homicidios es una torpeza. Hay casos de violencia criminal que no pueden dejarse en la impunidad. Hay que recordar casos como los muertos de Quiechapa o Santa María Ecatepec, en el distrito de San Carlos Yautepec o los que se han presentado en comunidades de la Sierra Norte. El gobierno de Alejandro Murat debe ir con todo en contra de aquellos cabecillas que han polarizado a decenas de comunidades, atizando la violencia. En el caso de San Mateo del Mar, debe haber un rotundo no a la impunidad.


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