Vandalismo infame
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Editorial

Vandalismo infame

 


El pasado domingo, maestros de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), también conocido como Cártel 22, organizaciones sociales afines y segmentos radicales, iniciaron una de sus jornadas violentas, tomando como pretexto la celebración del catorceavo aniversario del fallido desalojo, un 14 de junio de 2006, por parte de la Policía Estatal del gobierno de Ulises Ruiz. Desde muy temprano, armados de cohetones y botes de aerosol, pintarrajearon casas particulares y edificios públicos en el Centro Histórico. El edificio sindical del Cártel 22, lucía ya abierto, con una enorme manta en la entrada, recordando su anquilosada exigencia de justicia. A través de redes sociales, ciertos grupos de pseudo anarquistas, hicieron llamados para asistir con capuchas, cubre-bocas y botes de pintura, no sólo para exigirle al gobierno el castigo al “Tirano”, sino tomar bandera de casos recientes, como es el homicidio del joven Alexander Gómez, que tiene atareadas a las autoridades.

Ya es común que cada manifestación de esa naturaleza se convierta en festín de vándalos y saqueadores. Tiendas de conveniencia y supermercados fueron víctimas de estos sujetos, que con el ardid de su juventud –algunos son hasta menores de edad- se han convertido en un serio dolor de cabeza. Viciosos y potenciales delincuentes juveniles, pintan, arrojan pintura o agreden a automovilistas o transeúntes, sin recibir castigo. Emulando las recientes protestas en la Ciudad de México, asumen su invulnerabilidad con reposada calma. Están ciertos de que el temor de los gobiernos a llevar el estigma de represores; de las recomendaciones de las comisiones de derechos humanos y de que la bandera de la libre expresión convertida en saqueos y desmanes, se asumen intocables. Es decir, que hagan lo que les plazca. 

El daño a la propiedad ajena, las afectaciones a nuestro Patrimonio Cultural y dejar la ciudad hecha un asco, en efecto, no tiene hoy el impacto que, en tiempos normales, ahora que la ciudadanía trata de protegerse del Covid-19. Sin embargo, sigue sentando un pésimo precedente para las autoridades omisas y temerosas. Oaxaca no es la Ciudad de México, en donde se permitan ese tipo de atrocidades. Ya es tiempo de que el gobierno de Alejandro Murat siente un precedente de orden y aplicación de la ley. El vandalismo debe ser castigado. No es un buen síntoma para un buen gobierno dejar que la anarquía supere a las instituciones.  

Guelaguetza: Festejo diferido

El mes de julio es, desde hace muchos años, uno de los períodos de mayor afluencia de visitantes del país y el extranjero. Es, como dicen los prestadores de servicios turísticos, una de los más generosos del año que, junto con el período vacacional de Semana Santa y diciembre, hacen que la industria sin chimeneas sea uno de los pivotes del desarrollo económico de Oaxaca. Sin embargo, desde el inicio de la contingencia sanitaria por el Covid-19, las expectativas respecto a la realización de los festejos de julio y principalmente La Guelaguetza, nuestra fiesta folklórica más tradicional, se venía manteniendo en suspenso, justamente porque es un evento masivo, al que acuden miles de espectadores. Desgraciadamente la pandemia, como lo apuntamos ayer, al concluir el confinamiento por diez días al que convocó el gobernador Alejandro Murat, no cede. Los contagios superan los 3 mil y las muertes casi llegan a las 350.

He ahí pues la decisión gubernamental de diferir su presentación y llevarla hasta el mes de diciembre, si las condiciones sanitarias lo permiten. Dicha acción, adecuada para los tiempos que vivimos, en donde no se deben permitir reuniones masivas que disparen los contagios, traerá sin duda alguna, repercusiones brutales en el turismo, habida cuenta de que habrá cancelaciones hechas con mucha antelación; devolución de depósitos en hoteles; suspensión de recorridos por parte de transportadoras, etc. Los daños colaterales serán pues cuantiosos, imposibles de resarcir con pequeños créditos o financiamientos oficiales menores. Los afectados serán entre otros: hoteles y restaurantes de los tres principales destinos turísticos de la entidad: Oaxaca de Juárez y los Valles Centrales, Huatulco y Puerto Escondido, además de agencias de viajes, transportadoras, líneas aéreas, transporte terrestre, tiendas y mercados de artesanías.

Esperamos que las condiciones sanitarias permitan celebrar nuestra fiesta máxima en diciembre, antes o después de la tradicional Noche de Rábanos y que ello dé la oportunidad al sector turístico de resarcirse de las cuantiosas pérdidas que, a causa de la pandemia, ha tenido que cargar sobre sus espaldas los prestadores de servicios. Hará falta, asimismo, que el gobierno estatal diseñe una política de apoyo y promoción; publicidad y difusión, cuando las circunstancias sean otras para paliar la crisis en la industria turística local. 


aa

 

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