Violencia y manipulación en municipios
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Editorial

Violencia y manipulación en municipios

 


El pasado 2 de mayo se suscitaron hechos violentos en la comunidad indígena de San Mateo del Mar. No es la primera vez que se dan este tipo de confrontaciones por situaciones de corte eminentemente político. Según la información disponible, sujetos armados realizaron disparos con armas de grueso calibre en contra de mujeres y hombres ikoots que, en virtud de la emergencia sanitaria por el Covid-19, mantenían un retén sanitario a la entrada de la agencia municipal de Huazantlán del Río, única entrada por carretera hacia las agencias municipales y cabecera de San Mateo del Mar. De acuerdo a los reportes que de inmediato circularon en las redes sociales, como producto de la agresión resultaron heridas varias personas, además de vehículos incendiados, la casa que ocupa la agencia municipal y el domicilio de quien funge como agente de dicha población. 

De inmediato, los grupos opositores al presidente municipal de San Mateo, Bernardino Ponce Hinojosa, acusaron a éste de estar detrás del ataque armado, quien afirman, utiliza a sicarios encapuchados para amedrentar a sus adversarios políticos. En estas comunidades es común la permanencia de ciertas organizaciones sociales cuyos dirigentes buscan no sólo el botín político sino el económico. Es ya histórico el conflicto que existe en otra comunidad de la etnia huave o ikoots: San Francisco del Mar, entre dos agencias: Pueblo Nuevo y Pueblo Viejo, o los descalabros que se dan en cada elección en su vecino San Dionisio del Mar, que no ha estado exento de sucesos violentos y de ingobernabilidad. En esta última comunidad, por ejemplo, entre los grupos que se han disputado el poder municipal, la organización “Comuna”, que encabeza Flavio Sosa, ha tenido injerencia directa.

Es histórico, asimismo, el viejo conflicto de San Mateo y Santa María del Mar. Los vecinos de esta población se ven obligados a realizar viajes por mar para entrar y salir de su comunidad, ante el cierre permanente del acceso carretero por parte de la primera. Una, otra y otra vez han llegado a pactar una paz ficticia funcionarios del gobierno estatal, sin que hayan tenido éxito, ante la cerrazón de autoridades municipales y grupos empoderados ahí. Ello nos permite advertir que la violencia ha cobrado ahí carta de naturalización, por lo que solamente mediante un gran acuerdo entre la comunidad ikoots podrían encontrar los caminos de la conciliación y el desarrollo. 

Siguen resistencias

Una de las resistencias más notables que han tenido las autoridades estatales para meter orden y aplicar el Decreto Número 3 del gobernador Alejandro Murat, respecto a las medidas de prevención contra el Covid-19, es en las cabeceras de distrito de los Valles Centrales. La Villa de Etla, Ocotlán de Morelos, la también Villa de Zaachila, entre otros. Por ejemplo, en todas estas comunidades se lleva a cabo la apertura de los llamados “baratillos”, en donde ganaderos y campesinos y aún personas de escasos recursos, venden o compran animales: reses, ovinos, caprinos o aves. Se han presentado verdaderos zafarranchos si se pretenden prohibir la entrada, por la cantidad de personas que ahí acuden. La semana pasada fue en la carretera a Santa Ana Zegache, cuando diversas corporaciones trataron de impedir el paso de vehículos con ganado, los inconformes cerraron la vía, en protesta por las acciones de prevención.

En efecto pues, hay aún mucha resistencia para evitar la diseminación de los contagios. Hay personas que se resistirán aún a costa de su propia vida. Porque, además, en algunos sectores de la sociedad, en virtud de la ignorancia común existe una especie generalizada, en el sentido de que la pandemia no existe, que es una invención de los países “capitalistas”, etc. Aún en la misma capital oaxaqueña se escuchan versiones tan disparatadas como ésta. Y se ven en las calles a personas, muchas jóvenes, que no portan el cubre-bocas; paseando perros o corriendo en parques y avenidas, sin tomar en cuenta las mínimas medidas preventivas. Tal pareciera que ni las campañas publicitarias del gobierno federal ni los intentos de las autoridades estatales y municipales, han tenido eco. 

La cerrazón social es inherente a la ignorancia y a ciertos patrones que se han hecho comunes durante el breve tiempo que lleva al frente el gobierno de la Cuarta Transformación. Hay que recordar los discursos y mensajes; soslayo y desprecio del mismo gobierno federal, al inicio de la emergencia sanitaria, minimizando sus efectos y satanizando a los de la mafia del poder, a quien se le responsabiliza de todos los males. Dichos mensajes y políticas calaron hondo. La muestra es que sigue habiendo en una parte de la sociedad un profundo desprecio por las medidas que se han instrumentado de manera oficial, para evitar más contagios, más saturación de hospitales y más muertes. Pero la ignorancia –o la necesidad- es mayor.


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