Civismo: Asignatura pendiente
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Editorial

Civismo: Asignatura pendiente

 


Desde que la enseñanza del Civismo se hizo ausente en la educación básica, nuestros Símbolos Nacionales: la Bandera, el Escudo, el Himno Nacional Mexicano y nuestros héroes, empezaron a formar parte no de nuestra identidad originaria y de la Historia Patria, sino de la anécdota, de la subestimación y la ignorancia. Es el caso de nuestra Bandera Nacional, que antes lucía esplendorosa en edificios públicos, en parques y jardines y uno de nuestros sitios más emblemáticos: el Cerro de El Fortín, hoy brillan por su ausencia. Y han sido las autoridades estatales y locales quienes han contribuido a este soslayo, a este desprecio y abandono. A ello hay que agregar la falta de consistencia en los planes y programas escolares, en donde el Civismo ha sido una asignatura pendiente.
Hoy 24 de febrero, como cada año, se celebra el Día de la Bandera. Según datos obtenidos en la red, fue en esta fecha, pero en 1935, cuando Benito Ramírez, un empleado del Banco de México, organizó una guardia de honor en homenaje a la bandera de México y esta práctica se continuó, hasta que, en 1940, el presidente Lázaro Cárdenas declaró que fuera oficialmente el Día de la Bandera. Es importante subrayar que nuestra enseña patria nació en 1821, cuando Agustín de Iturbide se inspiró para representar las garantías que tendrían los mexicanos al declararse la Independencia de México. Durante la declaración del Plan de Iguala, Iturbide llevaba una bandera con tres colores, blanco, verde y rojo, colocados en franjas diagonales y una estrella dorada en cada color. Después de su caída en 1823, el Congreso Constituyente declaró que se adoptara la bandera de tres colores como bandera oficial, pero con algunos cambios: al águila se le quitó la corona imperial y se representa con las alas abiertas y al pie de la misma, se le colocaron ramas de laurel y encino.
Sin embargo, más allá de reseñas históricas o remembranzas, lo importante es fortalecer desde la más tierna infancia el amor y veneración a nuestros Símbolo Nacionales, que son los que nos dan identidad; nos unifican como mexicanos y nos dan un lugar en el mundo, como Nación soberana. Hoy, nuestro país vive momentos difíciles, cruciales en la historia contemporánea. La violencia ha diezmado a la población. La identidad perdida se ha trastocado en muerte y sangre. Nos hace falta restablecer los símbolos de unidad, de reconciliación y hermandad. Aquello por lo que tanto lucharon los héroes que nos legaron al México de las instituciones y las libertades.

Inversiones: Campanas al vuelo

La semana anterior, una nota del diario de la capital del país, “El Economista”, causó revuelo en las redes sociales y notas periodísticas. Ubicó a Oaxaca en el top de la Inversión Extranjera Directa. Los panegiristas oficiales se dieron vuelo para felicitar al gobierno estatal por la labor en la promoción de las citadas inversiones. En efecto, el ejecutivo estatal, Alejandro Murat, ha sido un incansable promotor de las mismas. A lo largo de su gestión ha viajado a los Estados Unidos de América, aunque no se sabe si a reunirse con inversionistas; a Londres; a Alemania; a la Feria Internacional de Turismo de Madrid (Fitur), con resultados favorables, según se ha informado en boletines de prensa, para el turismo. En fin. Ha sido un rubro que, más allá de la crítica que pudiéramos hacer a su gestión, se han dado pasos importantes.
Sin embargo, existen asimismo claroscuros que es necesario dilucidar. Uno de los pivotes de la inversión extranjera han sido las que se han canalizado a la generación de energía eólica. Hay decenas de empresas europeas que siguen en espera de poder aterrizar sus inversiones debido a la situación de ingobernabilidad que prevalece en el Istmo de Tehuantepec. Hay que recordar sólo a “Eólica del Sur”, que para muchos no ha iniciado operaciones y sigue a merced de los amparos y las consultas a las comunidades indígenas, promovidas por dirigentes venales y corruptos, de todos conocidos. Es decir, para poder operar han vivido un infierno, en el que se traslapan intereses políticos, presiones sociales y serios problemas de inseguridad. No es un secreto que la región es una de las más inseguras del estado. En otras palabras, hay inversiones, sí, pero los accionistas o inversionistas tienen que pasar un Calvario para poder generar riqueza, empleos y ganancias.
Y ni qué comentar de las empresas mineras, como las filiales de Fortuna Silves Mines y otras, bajo acoso de organizaciones que, financiadas desde el extranjero, han manejado a las comunidades para torpedear toda explotación, bajo tres argumentos: la presunta contaminación de tierras y mantos freáticos; la falta de consulta a las comunidades indígenas y el famoso acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que dispone que toda acción u obra que se lleve a cabo, debe regirse por las leyes, usos y costumbres indígenas y sociedades tribales. En los últimos días, por ejemplo, con un amparo del Poder Judicial de la Federación, Capulalpan de Méndez echó para abajo la explotación de la histórica mina de Natividad.