Dónde la obra pública
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Opinión

Editorial

Dónde la obra pública

 


Es indudable que los objetivos se siguen persiguiendo, aunque con la molestia e irritación de los constructores locales, quienes insisten en que las obras de mayor envergadura se han repartido entre empresarios de otras partes del país.
Existe una honda preocupación porque hasta el momento no se han definido los grandes proyectos que ayuden a transformar la fisonomía urbana de nuestro estado.
Tras el fracaso de la pasada administración que nunca pudo imponer su Programa Platino y por consecuencia los proyectos Paso Ancho, Paso de la Reyna, el Libramiento Sur y el Circuito Interior, los oaxaqueños esperan conocer cuáles serán las grandes obras que transformen a Oaxaca. Y es que desde el sexenio anterior la obra público se estancó,
Aunado a ello, ante la serie de señalamientos por presuntos actos de corrupción, la secretaría de la Contraloría y Transparencia Gubernamental realizó auditorías a los recursos presupuestales provenientes por los servicios de supervisión de obras, cuyas observaciones se encuentran en proceso de solventación.
Pero más allá de buenas o malas cuentas, opacidad o falta de transparencia, abusos o discrecionalidad, los oaxaqueños desean que los trabajos iniciados no se queden a medias.
Ante la falta de claridad en la asignación de obra pública por parte de Sinfra, diversos representantes populares han exigido claridad y transparencia sobre las formas de contratación que ha llevado la dependencia, así como la justificación en aquellos casos en que no se ha hecho por licitación, los montos y las empresas a las que se les adjudicaron.
El desarrollo de obras públicas representa una importante fuente de crecimiento económico, empleos y bienestar para los oaxaqueños. Sin embargo, la prevalencia de corrupción en los sectores de la construcción y contratación pública reduce los beneficios potenciales y resultan, en muchos casos, en obras redundantes e innecesarias; obras caras y de mala calidad.
Cuando hay corrupción, la obra pública pierde su sentido como un instrumento al servicio del interés público y se convierte en una fuente de financiamiento de otros intereses, por ello, la transparencia y la rendición de cuentas son un primer paso elemental, para reducir la discrecionalidad en la toma de decisiones sobre inversión pública en infraestructura.

Modelo agotado

Ante las actuales condiciones económicas que vive el país y tras los resultados de que ha aumentado la pobreza, es necesario generar un nuevo modelo económico y de desarrollo donde el trabajo bien remunerado y de calidad sea lo más importante. Es indispensable que el combate a la desigualdad y la pobreza sean una realidad y se refleje en el salario de los trabajadores, pues si bien es cierto todos los sectores están empeñados en apoyar la cruzada que promueve el gobierno federal con las reformas estructurales no se observan beneficios.

Atrás quedó la premisa de que el salario mínimo debe cubrir las necesidades de alimentación, vestido, techo y recreación del trabajador y de su familia. Tan solo por los incrementos en los alimentos, en los últimos tres meses miles de mexicanos más quedaron por debajo del umbral de la pobreza.

Ante el panorama mundial actual y la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, se requiere crear un modelo económico que ponga el interés de México por delante, con una redefinición del concepto de nacionalismo que privilegie el crecimiento y el empleo más que la estabilidad macroeconómica, pues sin desarrollo y generación de empleo, el país no saldrá adelante ni se insertará estratégicamente en el contexto mundial.

Se requiere un cambio de paradigma económico: pensar en una economía que mantenga los niveles de exportación, capaz de llevar a cabo tratados de libre comercio en condiciones ventajosas para nuestro país y, sobre todo, fortalecer el mercado interno; el gobierno debe fomentar la inversión y el consumo mediante el aumento de los salarios y la creación de empleos, incluso para recibir a los miles de mexicanos que serán deportados de EU.

De no haber cambios estratégicos, el escenario será de un crecimiento muy bajo, estancamiento económico y mayor inflación; es decir, de estanflación, con un déficit de empleos para las futuras generaciones. Por ello, en el corto plazo la economía mexicana debería comenzar a resolver los desequilibrios que hoy presenta: reducir el déficit comercial, mantener la deuda equilibrada y reorientar el gasto público a los sectores que pueden producir más valor agregado.

México debe recuperar las ventajas de nuestra ubicación geopolítica y geoeconómica y determinar una estrategia propia ante cualquier resultado de las decisiones políticas del vecino país del norte. México no debe hacer suya la agenda y la actitud estadounidense, por el contrario, debe mantener independencia e identidad sobre las bases de su propio poder nacional.