¿Habrá más apoyo a Oaxaca?
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Editorial

¿Habrá más apoyo a Oaxaca?

 


Mucho se ha festinado en medios de comunicación en Oaxaca la designación de Eviel Pérez Magaña, como titular de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL). Se trata, sin duda alguna, de uno de los selectos oaxaqueños que a lo largo de la historia, pero particularmente de la post-revolución, han tenido un cargo de tal relevancia. Y no es algo menor. Se trata de la dependencia que maneja la política social en el país y que, con un presupuesto mayor a los cien mil millones de pesos, puede desplegar en los últimos meses de la gestión del presidente Enrique Peña Nieto, un verdadero programa de combate a la pobreza. No hay que olvidar que Oaxaca tiene en su nomenclatura a varios de los municipios más pobres del país y a los que tienen un índice menor de desarrollo humano. Existe pues confianza en que bajo la visión y el compromiso con nuestra entidad, el nuevo funcionario del gabinete federal voltee los ojos hacia el estado que lo vio nacer y al cual quiso gobernar y otorgarle el mayor apoyo posible. Nada nuevo es en el país que los funcionarios federales de primer nivel, como es el caso de Eviel, hagan en su entidad el mejor papel.

Sin embargo, hay una realidad que no podemos echar en saco roto. El cargo sólo durará diez meses. Es efímero pues, por lo que de tomar las causas de los oaxaqueños pobres y aquellos que viven en pobreza extrema, tiene que hacerse sin burocratismo ni dilación. Para ello será necesario que el gobierno estatal busque una buena interlocución con la Secretaría de Desarrollo Social, para que los recursos –de darse- fluyan de manera oportuna. Siempre hemos pensado que la pobreza que hemos arrastrado en los últimos tiempos se debe, en parte, a que todo se mira con el cristal político, en donde han tomado certificado de licitud, los agravios, las vendettas y los ajustes de cuentas.

Estamos ciertos de que en tanto eso no desaparezca del horizonte, los pobres seguirán como están hasta hoy, sin recursos y sin esperanzas. Para muchos oaxaqueños que sí quieren a su estado, ya es tiempo de ir dándole vuelta a la hoja; de ir superando diferencias; de ir animando la unidad y la reconciliación. Nada bueno nos ha dejado como oaxaqueños, las diferencias irreconciliables entre los grupos que se han enquistado en el poder. Ahora, son los recursos de que pueden disponer los más pobres los que están en juego y habrá quienes tengan que arriar banderas en sus afanes de venganza.

Populismo desatado

El ciudadano común, como el que escribe o lee estos editoriales, debe estar atento a los mensajes que se envían en algunos medios de comunicación masiva, por parte de ciertos aspirantes a la presidencia de la República. La imparcialidad periodística no impone criterios ni, mucho menos, perfila tendencias electorales. Nuestra tarea es puramente informativa sin ninguna fijación o militancia. Sin embargo, existe circunstancias que no podemos eludir y, con responsabilidad abordar como la opinión de un diario serio que se ha mantenido en el corazón y los hogares de los oaxaqueños, los últimos 66 años, situaciones que podían poner en riesgo la estabilidad política y la paz social de este país. Y son esos esquemas del neo-populismo que trae en su discurso el aspirante del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Andrés Manuel López Obrador, plasmados en una serie de argumentos que no sólo aspiran a demoler el estatus quo de México, que sería lo menos, sino el mismo Estado de Derecho y el orden constitucional. La reiterada propuesta de otorgar amnistía a los líderes de grupos criminales, por supuesto que no le otorgaría al país un estado de bienestar, sino que implicaría trastocar el marco jurídico y alentar aún más la impunidad.

Con un esquema populista no sólo ha cuestionado la marco institucional sino que ha arremetido en contra de una obligada Reforma Educativa, que si bien en este régimen ha sido un fracaso y más en Oaxaca, ello no implica que el país no requiera de un modelo que termine de una vez por todas con la enseñanza libresca y la memorización, que viene desde principios del Siglo XX. Un desliz más riesgoso aún es descalificar al órgano electoral y afirmar que los consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE), son “cómplices de la mafia del poder”. En cualquier contienda descalificar a quien la habrá de validar es un error, pues pone en entredicho la aceptación de un resultado que está hoy mismo cercano a favorecerle, pero a seis meses de distancia, es todavía un acertijo. México, y mucho hemos insistido en ello, no requiere hoy de líderes mesiánicos ni de ocurrencias. En un mundo global en el que participamos, ya no cabe el populismo acartonado que fue, desde sus inicios, un esquema rebasado por otras doctrinas. Hay que estar alertas, pues en el México de hoy se requieren algo más que ideas descabelladas o puntadas.