La ruta de la violencia y la sobrevivencia: un ingreso de 16 pesos
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La ruta de la violencia y la sobrevivencia: un ingreso de 16 pesos

 


La conducta de un grupo de los oaxaqueños debería de ser analizada por psiquiatras y criminalistas; es patológica y terriblemente dañina para la sociedad. No he visto ninguna comunidad que se odie tanto así misma. Pocos grupos sociales traen las pasiones a flor de piel y son muy pocas las que se autodestruye cotidianamente. Auténticamente se dan con una piedra en la boca.

¿Qué ocurre con este pueblo que encontró en la violencia y en la destrucción una forma de vida?, ¿a qué responde ese anhelo de maltratarse y maltratar? ¿Cuáles son las raíces de la corrupción y la violencia como un método de adquirir dinero. ¿Por qué es tan difícil establecer políticas públicas y proyectos de esfuerzo propio y ayuda mutua? Aquí las peticiones son imposibles de cumplir, “pidamos lo imposible”, gritan los protestantes como una forma de poner a las autoridades contra la pared y mantener permanentemente un estado de sitio. Mientras más violencia hay, mejor.

Después de la protesta va la rotura de cristales, incendio de puertas, y una vez adentro de los edificios se van contra las computadoras, los muebles y todo aquello que se encuentra a su paso. Los grupos de choque están perfectamente entrenados en el arte de la destrucción del patrimonio público. En ocasiones me dan la impresión de que algún vendedor de cristales les paga para que los rompan y alguna empresa de computadoras les da una iguala por cada electrónico que rompen.

 

Destruir se ha convertido en un arte y en una de las formas que unida a la corrupción de los funcionarios mantienen a Oaxaca en el subdesarrollo permanente.

¿Dónde está el chips de esa enfermedad que se llama violencia y se convierte en una autodestrucción? No saben que cada muro que manchan, cada puerta que se destruye, cada vidrio que se rompe, cada computadora que estrellan nos cuesta a todos los oaxaqueños. Con el dinero que se invierte en reparar las destrucciones podríamos pavimentar una población, dar de comer a una comunidad, tener una ciudad más limpia, inclusive habría más dinero para corromperlos.

Dicen que el mal es un invento humano, los animales que matan a otras especies lo hacen por hambre, por una necesidad real, pero el mal como conducta humana como el de la inquisición; la conducta de los salvajes colonizadores y explotadores de las comunidad africanas; el exterminio de los grupos autóctonos del norte de América por los colonizadores, y ya en terrenos más cercanos, los verdugos de Adolfo Hitler, son una creación humana. El ser humano inventa el mal y lo ejecuta.

Así son algunos oaxaqueños que se autonombran maestros; que unen a ese instinto asesino su deseo de la autodestrucción, se auto consumen y cada día inventan una nueva forma de agresión, como el de ese cohetón que lanzaron contra el helicóptero en que venía la prensa ahora que después de diez años recibimos la visita de un presidente. Ya no es una cuestión de autoridades y protestas, no es un problema político, es un problema clínico, de salud pública que debe de ser tratado por especialistas en enfermedades mentales.

En Oaxaca se experimentan las conductas más lesivas para una convivencia social y solidaria. En los mercados públicos no hay precios en las mercancías y a los compradores les dan un precio diferente según calcula la vendedora que aguanta el cliente. Los autobuses ADO en su versión Platino son los más caros de toda la república, casi duplican el precio. Un autobús de súper lujo de Saltillo a la ciudad de México, con filas de tres asientos cuesta 1,280.00 pesos y son 12 horas de viaje. Un autobús el mismo tipo de súper lujo, con filas de tres asientos de Oaxaca a la ciudad de México en un recorrido de seis horas cuesta 1,290.00.

¿Quién fija esas tarifas; bajo qué criterios se aplican esos precios? El de joder al estado más pobre. Lo mismo pasa con los taxistas. Los taxistas tienen las tarifas más arbitrarias y caras de todo el país. De todos estos males que denotan abusos de las empresas y de los prestadores de servicio nadie dice nada. El estado es noticia por su violencia, sus desórdenes, sus muertes y secuestros. Por sus índices de miseria, de analfabetismo, por sus costumbres ancestrales y formas primitivas de convivencia que dejan indefensas a mujeres y niños. Por la venta que se hace de mujeres adolescentes en ciertas regiones. Puros hechos violentos antisociales. Que van en contra de la dignidad humana y de las personas.

Otros estados que se ubican en la geografía de la pobreza han logrado remontar su imagen negativa en los medios nacionales. Aquí en Oaxaca hasta la Guelaguetza, que es una auténtica fiesta popular donde participan cientos de oaxaqueños de las distintas regiones, se ha convertido por obra y gracia de la Sección 22 del magisterio, y de otros grupos, en un botín político y en una nota roja en los diarios nacionales. Cada nuevo aniversario de esta fiesta los enfermos mentales inventan nuevas formas de violencia, nuevos mecanismos de ataque a la sociedad y lo que es más triste nuevas formas de autodestrucción.

Cualquier pretexto es bueno para sacar la furia que devora a estos grupos cuyos dirigentes deberían de estar internados en un sanatorio de salud pública. La llegada del presidente Enrique Peña Nieto y la convención de una serie de empresarios de la republica fue el pretexto ideal para manifestarse y llegar inclusive a un intento de asesinato de los viajeros de un helicóptero. .

En Oaxaca se mantienen esas formas ancestrales de disputa por el poder y el dinero, manteniendo la violencia generalizada. Estamos en un círculo vicioso hay carencias y vivimos en el subdesarrollo porque no hay políticas públicas que atiendan esos problemas y hay problemas porque el dinero que serviría para atender las demandas se invierte en reparar la destrucción que se hace para protestar por las carencias y finalmente en corromperlos. Cuestión de locos y mal intencionados. Incluso las mafias en Estados Unidos reconocen que los pleitos y la violencia en la calle es un mal negocio. Aquí no lo entendemos.

Todo parece indicar que el tejido social en la ciudad de Oaxaca ya se estableció en esos parámetros de miseria, pobreza y violencia, las disputas obligan a la gente que vinieron de otras latitudes a salir huyendo. Basta ver la cantidad de casas que se venden, el número de locales que se rentan, los departamentos que están vacíos. La actividad comercial de la iniciativa privada se ha contraído como una respuesta a ese diálogo entre sordos que mantienen los grupos más beligerantes de este Estado
Dicen que en Japón los obreros que están en huelga mantienen un pañuelo rojo en la cabeza y continúan trabajando. La producción no se detiene y hoy este país devastado por la guerra es una de las principales potencias del mundo. Lo mismo pasa en China, donde las maquiladoras tienen una disciplina militar y en la India las mujeres han tomado la batuta y los trabajadores están elevando sus índices de producción y responsabilidad. India emerge hoy en el escenario mundial como el gigante económico de esa región.

En Oaxaca el detonador del desorden son los maestros de la Sección 22, un grupo sólido, bien organizado, que está bajo la mano firme de una camarilla que ha olvidado sus objetivos institucionales y sin importarle el daño social que realizan destruyen la ciudad y el tejido social. Acaban con la educación primaria. Seguramente hay una razón en el fondo de estos problemas, la ineficiencia gubernamental y la corrupción de los funcionarios, el subdesarrollo del oaxaqueño que se manifiesta en cada esquina, en cada incidente, en cada petición a la que se une el resentimiento, la violencia y la confrontación.
En la última encuesta de ingreso trimestral promedio de los hogares mexicanos apareció una cifra espeluznante, cada uno de los 12.3 millones de mexicanos más pobres del país más de 4 millones de oaxaqueños tienen un ingreso de 16 pesos diarios y la canasta básica de subsistencia cuesta 41 pesos, de dónde salen los otros 30 pesos: salen de vida. Estos mexicanos viven en condiciones infrahumanas, mal viviendo y peor muriendo, verdaderamente el salario no es para vivir, es para morirse lentamente de hambre. El salario es un pase a una muerte lenta. A la cual se le llama subdesarrollo y tiene un nombre: Oaxaca.

Fin