Seis de enero. Lecciones
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Seis de enero. Lecciones

 


Los acontecimientos en el Capitolio de los Estados Unidos donde personas indignadas y enojadas toman el edificio rompen puertas y suspenden una sesión del Congreso, recuerda lo ocurrido cientos de veces en lo que los norteamericanos llaman repúblicas bananeras. Las pasiones políticas son comunes a la humanidad y es saludable que existan estas manifestaciones en todas las latitudes.

Los hechos dejan varias lecciones: En primer lugar, el poder de convocatoria del Donald Trump, su decisión de no rendirse, su actitud de defender sus 70 millones de votos y la definición de los grupos que lo apoyan de jugarse el todo por el todo, irrumpiendo en lo que nos habían vendido como el templo de la democracia americana. “Después de esto, vamos a caminar hasta el Capitolio y vamos a animar a nuestros valientes senadores y congresistas [para que se opongan a la ratificación de Biden]”, dijo Trump, ese día histórico ante miles de personas llegadas de todo el país.

Evidentemente Trump es un luchador nato que ha llevado las artes del capitalismo a la arena política y la ha transformado y desquiciado. Como actúa Trump, así actúan todas las empresas transnacionales que no dudan en romper el orden constitucional de otros países para imponer sus condiciones y obtener sus ganancias. La falsedad de la democracia americana como modelo clásico que durante dos siglos han tratan de imponer, por la razón o la fuerza, en otros países empieza a mostrar grietas en toda su magnitud.   

Desde que se inician los Estados Unidos como nación, el voto ciudadano no importa, lo que importa y decide son los 538 votos electorales. Trump confiaba en torcer el resultado de las elecciones como ya se ha hecho en cuatro ocasiones anteriores en la historia de este país pasando sobre la voluntad mayoritaria y torciendo el resultado del voto directo en esta democracia tan particular que tienen los Estados Unidos. Este 6 de enero se quebró, con cuatro personas muertas e imágenes imborrables para el mundo: vándalos escalando las paredes del Congreso, rompiendo los cristales, acomodados en las oficinas o sentados en el sillón del presidente del Senado, disfrazados y paseando las banderas confederadas de la América esclavista.   

En los Estados Unidos en cuatro ocasiones han pasado por encima de la voluntad popular para darle el triunfo al candidato del otro partido que la voluntad popular no había favorecido. Esto ocurrido recientemente en 2016, cuando el candidato del Partido Republicano, Donald Trump se convirtió en el 45° presidente de los Estados Unidos. Fue electo por 304 votos electorales contra 227 votos de la candidata del Partido Demócrata y ex-primera dama de los Estados Unidos, Hillary Clinton, a pesar de que esta última ganó en el voto popular. Clinton obtuvo 65.853.516 votos populares (48,18%) y Trump 62.984.825 (46,09%), el voto en 30 estados llevó a Trump a obtener los votos suficientes en el Colegio Electoral para ser electo presidente.

En 2000, cuando la elección en Florida forzó un recuento de votos y la intervención de la Corte Suprema falló a favor del candidato George Bush. Bush obtuvo 271 votos electorales, a pesar de que el candidato del Partido Demócrata y ex vicepresidente en el gobierno de Bill Clinton, Al Gore ganó la votación popular. Bush logró 50.455.156 sufragios, equivalentes al 47%, y Gore 50.992.335, o 48%. Las otras ocasiones en que se burló la voluntad popular fueron las elecciones de 1987 y 1888.

La labor de los grandes electores o compromisarios consiste en validar la elección presidencial, por ese mecanismo el presidente de los Estados Unidos se elige en realidad en una asamblea formada por 538 electores divididos entre los 50 estados y el Distrito de Columbia. Trump, profundo conocedor de los mecanismos electorales sabía que esa era la última oportunidad de tronar la elección.

La tercera lectura de este seis de enero es la fuerza y eficiencia que tienen las redes sociales como mecanismos de comunicación de masas en este siglo. El todavía presidente de los EU las utilizó con eficiencia y oportunidad para comunicarse con sus bases de simpatizantes. Eso motivo que el dueño de la empresa Facebook, Mark Zuckerberg, bloqueara las redes de Donald Trump aislando al mandatario americano del resto de la población. Esta medida arbitraria, sin ningún derecho y en un franco atentado a la libertad de expresión fue tan brutal y obscena que ocupó la atención de diversos políticos y comunicadores, al darse el hecho de que cualquier particular, dueño de uno medio de comunicación viole la libertad de expresión sin ningún derecho, ni legislación que lo autorice o ampare. Zuckerberg explicó en una misiva que “Creemos que los riesgos de permitir que el presidente continúe utilizando nuestro servicio durante este período son simplemente demasiado grandes. Por lo tanto, estamos extendiendo el bloqueo que hemos colocado en sus cuentas de Facebook e Instagram de manera indefinida y al menos durante las próximas dos semanas hasta que se complete la transición pacífica del poder.”

La violación a la libertad de expresión fue un acto tan violento y anticonstitucional que motivó la preocupación de diversos medios, comunicadores y jefes de estado. Nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador expreso que “esto que hicieron hace unos días en Estados Unidos es una mala señal, es un mal presagio; que decidan empresas particulares silenciar, censurar. Eso va en contra de la libertad. “No se vaya a estar creando un gobierno mundial con el poder del control de las redes sociales, un poder mediático mundial; además, un tribunal de censura, como la Santa Inquisición, pero para el manejo de la opinión pública. Es gravísimo”

“Han avanzado mucho las redes sociales y si ahora va a haber censura en las redes sociales, pues hay que pensar en medios alternativos. No se puede permitir que una corporación, el dueño de Facebook o de Twitter decidan a quién sí y a quién no darle la posibilidad de comunicarse. Eso no

La noche del miércoles, al retomar la sesión después de las cuatro muertes, del miedo y del caos, un total de ocho senadores -como Josh Hawley, Ted Cruz o Ron Johnson- y 139 congresistas republicanos votaron a favor de objetar los resultados electorales abrazando la teoría del fraude electoral. El sueño americano de democracia, sonrisas y aplausos había sido roto.