Los escándalos: uno tras otro  
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Los escándalos: uno tras otro  

 


Músico y escritor

Los comentarios de la prensa, radio y TV publican datos y cifras catastróficas sobre la situación económica de México y lo que va a tardar en recuperarse. Los agoreros de la tragedia afirman que será hasta 2025 cuando volvamos a estar como estábamos antes de la pandemia y de la crisis económica que esta provocó. Lo mismo ha dicho Ángela Merkel, de Alemania, que será hasta 2025 cuando su país recuperará el nivel de vida que tenían. El fenómeno ha sido mundial y los daños estructurales muy graves. México tiene varias ventajas: ha solucionado los problemas con recursos propios, no ha recurrido a préstamos del exterior, ha bajado los gastos suntuarios de la administración, existe una política de austeridad que permite la mejor utilización de los recursos, tiene una administración de funcionarios honrados y como nuestra economía está íntimamente ligada a la de los Estados Unidos vamos a depender, en gran medida, de la recuperación norteamericana.

De manera que tenemos buenas condiciones para acelerar nuestra recuperación. Por otra parte, cuando los países se enfrentan a crisis globales instrumentan programas de desarrollo regional para acelerar los procesos de recuperación. Después de la Segunda Guerra Mundial se instrumentó el Plan Marshall para recuperar las economías europeas. Lo mismo ocurrió en Japón. Esperamos que ocurra lo mismo y la realidad mejore para nuestro país y para el mundo. Por lo pronto hay que ser optimistas y cuidarnos de la pandemia. El presidente hizo un enérgico y afectuosos llamado en Tamaulipas, cuando cientos de ciudadanos querían saludarlo y abrazarlo. No lo permitió y pidió al pueblo que se cuide y proteja.

El descubrimiento de la penetración de Odebrecht en la vida nacional sacó a la luz pública uno de los procesos de corrupción más devastadores de finales del siglo XX y principios del XXI que se dio en América Latina. Es asombrosa la capacidad y el nivel de corrupción que puede provocar una empresa en todo el continente. La constructora brasileña corrompió a todos los gobiernos de la región. Los escándalos en estados con un modelo político donde se castiga la corrupción hicieron caer a varios jefes de gobierno, algunos terminaron en la cárcel y Alan García, un brillante político peruano, decidió suicidarse cuando lo juzgaban. En México, no había pasado nada, la prensa nacional y extranjera hablaba de sobornos y actos de corrupción, hubo declaraciones de los funcionarios de esa empresa comentando los montos de dinero que se entregaron al equipo de Enrique Peña Nieto. Pero la justicia mexicana no hacía nada para investigar, muy pocas personas sabían los entretelones de ese proceso de corrupción.

Ahora que se conoce, gracias a que detuvieron a uno de los principales operadores de ese atraco a la nación, y este se acogió a una fórmula jurídica semejante a la de los testigos protegidos, se conocen más las dimensiones que tuvo esta operación. Montos de millones de dólares, operadores, destinatarios de esa inmensa fortuna, legisladores que se vendieron y que siguen laborando en el ámbito público. Hay hasta ahora dos gobernadores en funciones involucrados. La realidad supera a la ficción, ningún escritor habría imaginado una empresa constructora que dominara todo el subcontinente repartiendo millones de dólares entre funcionarios tan corruptos como los empresarios brasileños. Todavía hay varios nombres y sorpresas que esperar, esto no se acaba hasta que se acaba.

NORIA, DE LA EDITORIAL UTERIOR  

En días recientes tuve la inesperada alegría de leer la primera novela de un brillante oaxaqueño nacido en el exilio, en la capital del país. No conforme con su destacada carrera musical como concertista de piano, ha desatado también su ímpetu literario escribiendo una historia que manifiesta la vigencia de nuestra literatura, que hoy parece estar invadida sin remedio —¿Cómo culpar a las voces literarias, que nos ayudan a digerir lo indigerible?– de horrores narcopolíticos, agendas oficiales y sentimentalismos somatizados en experiencias malogradas, y alardes de erudición anquilosada, disculpadas tras el cubrebocas de la parodia.

Noria es el título que ostenta esta breve novela del pianista Juan Antonio Santoyo, publicada bajo el sello editorial independiente Ulterior. Una editorial llena de entusiasmo y buenas intenciones que empieza a dar sus primeros pasos. El protagonista, un niño a punto de entrar en la adolescencia, viaja con su familia a Acapulco para pasar las vacaciones en la casa de unos familiares, “la casa de Noria”. Lleva clavada la herida de lo que él ya sospecha que puede ser el amor por una compañerita de su escuela. No tiene idea de que esas vacaciones son en realidad todo un viaje de iniciación precisamente en aquellas emociones y sensaciones que su cuerpo y su alma son ahora capaces de experimentar. Ya instalado en la “casa de Noria”, el chiquillo padece los dolores del amor a primera vista cuando conoce a Fabiola, una jovencita que también está vacacionando en el puerto y que inspira en nuestro protagonista una ilusión romántica que lo inflama al borde de las lágrimas y destapa su creatividad artística —con todo y que apenas es un niño— como la sidra destapa una botella al ser agitada.

Pero frente al templo de la experiencia casi espiritual cuyos pasillos y rincones todos recorremos sin guía, está el recinto de los cultos más terrenales, los corporales, a donde llegamos de la mano de alguien que nos introduce, infecta y maravilla. No será diferente con este recién llegado a la edad “de la punzada”.

Todo ello es narrado en primera persona, cuya voz es la de esos personajes precoces que cargan con el peso del mundo, lleno de la candidez y la ingenuidad de un pequeño catrín del siglo XIX, atormentado por sus inseguridades personales y unos ojos que quieren escrutarlo todo.

Santoyo apostó por un tema que ya inmortalizó a grandes luminarias, pero en nada desmerece a sus maestros y le da a nuestra literatura una ducha tibia y refrescante

Noria, de Juan Antonio Santoyo, está disponible en Amazon.