Literatura y pandemia
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Literatura y pandemia

 


Cuando se conoció la orden de resguardarse en la casa y no salir para evitar contagiarse, pensé que ese encierro iba dar como resultado gran cantidad de escritos y páginas autobiográficas que rayaran en lo literario. Mi hija Angélica me comentó que escribir no es fácil, que difícilmente se encuentra gente que sepa “arrastrar el lápiz”. A quien no le falta información, le falta ritmo y a quien tiene el ritmo le falta la gramática, o dedicación. Un adjetivo mal aplicado, un artículo olvidado, un verbo que se quedó en el tintero dan al traste con los intentos literarios o meramente oficiosos. Sin embargo, hice varias invitaciones y espero resultados.

Es una oportunidad de oro enfrentarse con uno mismo, realizar un ejercicio introspectivo, conocer otra faceta de nuestra personalidad o simple y sencillamente ser uno mismo, sin caretas, sin máscaras, aunque llevemos tapabocas. Nunca tantos habíamos tenido la oportunidad de ser nosotros mismos y poder expresarlo. Era difícil que el tiempo y el espacio nos dieran oportunidad de estar con nosotros y expresar lo más íntimo.  Estoy seguro de que van a salir algunos textos de gran valor conceptual y literario, de enorme calidad e integridad, aunque literariamente no estén bien logrados. Muchos de ellos van a encontrar que llegamos al final de una época y al principio de lo que aún este sin nombre. Seguramente algunos tendrán la semilla de la esperanza, para que la humanidad recupere su alegría, su confianza en la vida, otros serán espantosamente pesimistas. Tengo confianza de ver textos más o menos elaborados, por gente que escribe cotidianamente, profesionales de la escritura, los que viven de ella o los que escriben por necesidad y vocación. Lógicamente aquellos que escriben por placer.

El impacto emocional e intelectual de esta pandemia aplasta y supera cualquier ejercicio de la imaginación. La pandemia es mundial, no podemos irnos a ningún otro lugar, el peligro está en todo el globo terráqueo, no hay un sitio en la tierra donde exista la posibilidad de estar seguro, donde no haya peligro. Como no sabemos qué otras formas de contagio tiene, estamos temerosos de que nos ataque en una forma desconocida. Dice Martha Solís, que están mejor los enfermos ahora en agosto, que hace cuatro meses. Insiste en que los médicos han descubiertos una serie de medicinas, tratamientos, remedios que pueden salvar una vida en estos meses en que la pandemia a barrido con todo lo que puede.

Los primeros textos que me llegaron (enviados por el bien informado y siempre atento José Luis Porras, felicidades maestro) fue “Pandemia” integrados con capítulos y títulos de Slavoj Zizek, un filósofo esloveno que busca descubrir, los significados más profundos de esta era. Explora las consecuencias de esta crisis. Zezik nos proporciona una instantánea concisa y provocativa, una visión cortoplacista. El otro texto es “La sopa de Wahan” una serie de ensayos de diversos autores que tratan de explicar algunos de sus emociones en tiempos de pandemia.  Es evidente que la creación literaria e intelectual no es un común denominador, pertenece más bien a ciertas elites y mentes perceptivas que puedan determinar los parámetros de las emociones o los momentos que se desean describir. Ahora, la inteligencia científica del mundo está dedicada a ubicar este nuevo y desconocido enemigo que puede parecer el producto de una guerra no declarada entre China y los Estados Unidos, o un castigo de esos dioses todo poderoso que en ocasiones demuestran al hombre lo finito de su poder.

Los cambios

MI amigo Fernando Fuentes, estaba muy emocionado con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la república. Me invitaba a su programa de radio donde echaba de mi ronco pecho todo tipo de loas a la gestión que iniciaba El Peje. Él estaba feliz. Pocas semanas después, me comentó que el periodismo debe de ser un periodismo crítico, denunciar los abusos y señalar los errores. Como sabe que soy “amlover” y que no sólo comulgo con AMLO, sino que le doy línea, dejó de invitarme a su programa y cada vez que puede me manda notas en contra de la Cuarta Transformación y sus protagonistas.

Con esa actitud me planteo un viejo problema sobre el periodismo que practico. Un periodismo de crítica, un periodismo zalamero, un periodismo intrascendente, un periodismo de halagos, donde todos sean buenos, o un periodista critico como había sido en los sexenios panistas. Cuando llegué a Oaxaca empecé a criticar al gobernador en turno, era José Murat, como éramos amigos desde la Facultad de Derecho y libramos juntos varias luchas internas, pensé que podía ejercer sin ningún problema una crítica dura como la que me había caracterizado con los gobiernos federales. No fue así, en un encuentro casual, mi amigo Murat me reclamó parte de mis notas donde me ocupaba de su acción de gobierno y en lugar de destacar los positivo me encarnizaba con lo negativo. Nos hicimos de palabras, discutimos, me pidió que fuera objetivo. Seguimos siendo amigos. Él suavemente me fue comentando y enseñando las tareas de gobierno. Al finalizar su sexenio publiqué una serie de libros donde recogía los logros de su trabajo.

Creo que el periodismo es una línea en el aire sobre la cual se camina. Es difícil guardar las pasiones, imposible olvidarse de las ideologías, corrientes de opinión y temas de actualidad. En estos momentos en México más de 40 periodistas que se ocupaban de temas nacionales y escribían en las primeras planas, han perdido credibilidad ante la opinión pública, ahora sabemos que han perdido también sus negocios. Deben de estar muy molestos con la Cuarta Transformación.