¡Viva Carranza!
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¡Viva Carranza!

 


El 20 de mayo en Tlaxcalaltongo, Puebla, hace un siglo, fue asesinado don Venustiano Carranza, Presidente de la República. Fue el último magnicidio de la Revolución Mexicana. Cuando mataron a Álvaro Obregón, “el que a hierro mata, a hierro muere”, era presidente electo; y nuestro inolvidable Luis Donaldo Colosio, era candidato del PRI cuando fue sacrificado.

Don Venustiano fue asesinado por Rodolfo Herrero. Un alzado de la sierra de Puebla que tenía varias funciones como guardia blanco y se unía a distintas fuerzas de la revolución mexicana. Don Venustiano que había gobernado y encausado al país después de la revolución, al no apoyar la candidatura de Álvaro Obregón a la presidencia de la república, se enfrentó a una de las peores rebeliones de militares de que se tenga noticia. La situación era tan grave que decidió sacar el gobierno de la Ciudad de México y establecerlo en Veracruz. Para ese viaje ordenó salir de la estación de trenes Colonia a donde se dirigió la mañana del 7 de mayo. La travesía se convirtió en un viacrucis, lleno de actos de lealtad, valor y traiciones. En el camino fue atacado por distintos grupos de militares los cuales se habían unido al Plan de Agua Prieta, lanzado por Adolfo de la Huerta, gobernador de Sonora y empleado de Álvaro Obregón. En Veracruz siempre había encontrado afecto y seguridad, por eso pensaba establecer el gobierno de la republica legítimamente electo en ese puerto. A poco tiempo de arrancar los trenes fueron atacado por las fuerzas obregonistas, obligándolos a dejar el ferrocarril y proseguir a caballo su camino; seguido de un grupo de fieles intentó cruzar la sierra de Puebla. La lluvia los sorprendió, habían caminado muchas leguas por lo que descansaron en Tlaxcalantongo. Un espacio que quedó en la historia de México como el escenario de uno de los episodios más trágicos, vergonzosos y dolorosos de la historia de México.

El asesinato de Venustiano Carranza y las vicisitudes que lo antecedieron es uno de los acontecimientos más relatados, consignados de todos episodios de México, es poco lo que se puede añadir.  Tlaxcalaltongo es el escenario y telón de fondo que enmarca este episodio de traición, deslealtades y lealtades. Hay un hombre al que conocí y quiero recordar con respeto y admiración: el es Ignacio Suarez, su leal secretario y ayudante, quien veló a Carranza y su legado hasta la muerte.

El Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, encabezó en el patio central de Palacio Nacional el día 20, una solemne ceremonia para recordar al creador del Estado Mexicano, al iniciador, triunfador y pacificador de la revolución mexicana. Hubo un solo orador y se montaron diversas guardias. Fue uno de los actos más solemnes del gobierno actual.

En las redes ha circulado un pequeño texto, sin autor, sobre don Venustiano Carranza que narra con bastante claridad parte de ese magnicidio. Lo consigno porque es una pieza literaria interesante que nos ha servido de memorándum de esta fecha. Si el autor lo identifica me gustaría conocerlo y darle el crédito correspondiente.

“El lugar, la hora y el clima eran el escenario perfecto para una tragedia de Shakespeare. Fue de noche, dicen unos; según otros, serían como las tres de la madrugada. Llovía. Las ráfagas de lluvia tamborileaban sobre los techos de palma de las chozas y formaban pequeños arroyos en el barrizal en que se había convertido la tierra. Aferrado a uno de los costados de la cañada de la sierra, el miserable caserío dormía azotado por el chubasco. De pronto, el silencio lo rompió brutalmente el chasquido de las detonaciones. Afuera de una de las chozas, el fulgor rojizo de los disparos rasgó la oscuridad. Se escucharon gritos destemplados. Se oyó un “¡Muera Carranza!”, que otras voces corearon con un obsceno rosario de insultos.”

“Dentro de la choza de paredes levantadas con varas y lodo, acribillado por las balas, un hombre agonizaba. Su respiración se había convertido en estertor entrecortado. Sobre el piso de tierra mal cubierto por una cobija, el Presidente de la República dejaba la vida.”

“Ocurrió hace 100 años. El Rey Viejo, como lo llama Fernando Benítez en su novela, moría abandonado por quienes apenas hacía poco se decían sus amigos. La ambición envenena voluntades y borra hasta el último rasgo de agradecimiento y de lealtad. La antigua fórmula de “El rey ha muerto. ¡Viva el rey!” salía de las bocas innobles de hombres cuyas manos estaban manchadas de sangre”.

“Don Venustiano Carranza Garza expiró muy lejos de los anchos y soleados horizontes de su natal Cuatro Ciénegas, Coahuila. Pero lo hizo sin perder la serenidad y el valor que marcaron todos los episodios de su existencia. A otros pertenecía el futuro; él dejaba tras de sí una historia de patriótica dignidad que no flaqueó nunca ni al enfrentar retos que de antemano parecían perdidos.”

“En una república enmudecida por el estupor y el miedo, su voz fue la única que se alzó después de que Victoriano Huerta consumara el golpe de Estado, autoproclamándose presidente de la República en el ya lejano febrero de 1913. Con un puñado de hombres que le seguían se atrevió a desafiar al magnicida, quien tenía a sus órdenes un ejército de miles de hombres dotados con poderosa maquinaria de guerra.”

“Entonces todo parecía estar en su contra, pero enarbolando la bandera de la ley sumó voluntades y la hizo triunfar. Tampoco eludió el desafío de la División del Norte comandada por Francisco Villa. Cualquier otro hubiera aprovechado su estancia en Veracruz para subir a un barco e ir a refugiarse en la seguridad del exilio. Él no. Él era un hombre hecho de otra pasta. Imperturbable, sin dudar un momento, aceptó el reto y le borró el adjetivo de invencible al ejército de Pancho Villa.”

“Hoy, a 100 años de su muerte, las condiciones no han sido propicias para organizar más que merecidas conmemoraciones, porque su legado sigue vivo hasta nuestros días. Basta pensar qué hubiera sido la Revolución Mexicana si don Venustiano no le da rumbo y sustento ideológico y político con la Constitución de 1917. Sin la Carta Magna la recordaríamos como una confusa masacre de mexicanos matándose entre ellos”

“Hace 100 años, en Tlaxcalantongo, la traición acabó con la vida de un ser humano. Fue aquel un crimen inútil, pues sigue vivo, hoy más vivo que nunca, el legado y el recuerdo de la víctima”.

Este año de pandemia, hace un siglo, asesinaron al presidente de México Venustiano Carranza.

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