¿Libre expresión u “obediencia ciega”?
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Opinión

De Paradojas y Utopías

¿Libre expresión u “obediencia ciega”?

 


(Primera parte)

A Carlitos y Checo Santibáñez, por la pérdida de su hermana

1).- El deporte favorito

Nunca como hoy la libre expresión ha estado en mayor riesgo en México. Aunque los panegiristas y fanáticos de la 4T digan lo contrario. La descalificación a medios, periodistas, críticos y hombres de ciencia –“pasquín inmundo” a Reforma; conservadores, neoliberales, alquilados, vendidos, corporativos, aplaudidores, cómplices de la corrupción, etc., al resto-, es el deporte favorito del presidente López Obrador. Hay un soterrado prejuicio hacia quienes no comulgan con su proyecto de gobierno. Un constante prejuzgar sin criterios. Y es que la función del prejuicio –dice Hannah Arendt- “es preservar a quien juzga de exponerse abiertamente a la realidad”. (La promesa de la política, Paidós, México, 2018, p. 140). Porque, además, uno de los motivos de la eficacia o peligrosidad de los prejuicios, “es que siempre ocultan un pedazo del pasado” (Ibid). Léanse, las corruptelas de Pío.

2).- La obsesión mañanera

Sin embargo, esa descalificación constante, ese asedio permanente, poner etiquetas o apelativos, se quiere subsanar con un exhibicionismo vanidoso o apetencia compulsiva de aparecer diario en los medios. Una pulsión narcisista cuyo impacto no depende de la sustancia de lo que dice, sino de la frecuencia de sus apariciones. De ahí surge lo que Román Gubern ha calificado como “iconocracia”. Es decir, ya no se gobierna. Se apela al Estado/espectáculo, “con sus liturgias y ritos públicos, destinados a mantenernos perpetuamente focalizados en los medios de comunicación”. (El eros electrónico, Taurus, México, 2000, p. 53). Si son medios o comunicadores ligados a los afectos del poder, mucho mejor. Hay pues, una indefinida línea divisoria entre la información de la realidad y el espectáculo; entre el ser y el parecer, que este autor ha denominado el “Síndrome de Eróstrato”. En el fondo, una gran variedad de lo mismo.

3).- Un derecho ciudadano no concesión

Lo que no ha entendido AMLO es que la libre expresión, al igual que las instituciones de este país, no son artificios, ni invenciones que cualquiera puede minimizar, acotar o eliminar. Se han ganado con sangre. La libertad tiene que estar unida a la valentía, nos legó Pericles. La búsqueda de la verdad se convierte en un deber ético, más allá del fanatismos, supersticiones, ideologías o adoctrinamientos. Todos los Estados totalitarios han prohibido la libre expresión. El poder tiene un rostro temible –dice José Antonio Marina y María de la Válgoma-. “Weber lo definió como la posibilidad de imponer la propia voluntad al comportamiento de otras personas” (p. 103), porque asumiéndose ser soberanos por la gracia divina, “atentar contra ellos es una blasfemia” (Ibid). (La lucha por la dignidad, Anagrama, Barcelona, 2001).

4).- El ocaso del mesianismo

Uno de los términos profano-religiosos que el discurso presidencial ha sobre explotado es la esperanza, cuya vinculación es evidente con lo mesiánico. “Los tiempos futuros son el idioma de lo mesiánico” –dice G. Steiner-, aunque nada es para siempre. (Gramáticas de la creación, Siruela, Madrid, 2005, p. 19). En efecto, existe abundancia de esperanza, “pero ninguna para nosotros”, Kafka dixit. Si se ha minimizado la lucha de las familias de los niños enfermos de cáncer, qué podemos esperar en los medios de comunicación. Si se siguen subordinando los efectos de la pandemia a mensajes triunfalistas; una economía en bancarrota, al ardid de que “todo está bien” y un nivel histórico de desempleo, entre otros, obvio que los periodistas muertos, en lo que va del año: Julio Valdivia Rodríguez, Pablo Morrugares, Jorge Armenta, María Elena Ferral, Fidel Ávila Gómez y Álvaro Ruiz, pueden tener el descanso eterno sin el menor recato presidencial.

5).- Propaganda, la prioridad

Queda claro que no es la libertad de prensa, de opinión, de conciencia, lo que busca preservarse en la cúpula de la 4T. No. Que nada toque la sacrosanta aureola presidencial y al partido. Hay que recordar que pocos líderes mundiales como Adolf Hitler y Joseph Goebbels, tuvieron claridad sobre el poder de la propaganda en el control social. El primero dedicó dos capítulos de su Mein Kampf, sobre el impacto de ésta para transportar a la gente a un mundo ideal y llenarla de encono contra sus adversarios. Difamaciones y ofensas eran el caldo de cultivo para arremeter contra los enemigos del partido y los temerarios que desafiaran su poder. (Continuará…)

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

-Mi reconocimiento a Darío Castillejos, mi colega en las páginas de EL IMPARCIAL, por haber obtenido el segundo premio en el certamen del World Press Cartoon, celebrado en Portugal, uno más en su carrera de creatividad y talento. ¡Enhorabuena!

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