Maniqueísmo y “lucha social”
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Opinión

De Paradojas y Utopías

Maniqueísmo y “lucha social”

 


Primera parte

1.- A manera de introducción

Oaxaca es, a nivel nacional, una entidad sui generis. Única y excepcional. Es cierto. Aquí se respira cultura, historia, tradición. Pero también arrastramos un lastre: la protesta y la movilización perpetuas. El maniqueísmo eterno: héroes y villanos; víctimas y victimarios. Un historial de supuestos agravios para unos; justicia y derechos humanos sesgados para otros. La visión de los vencedores, que han hecho de la falsa “lucha social” un boyante negocio, frente a los vencidos: una sociedad permanentemente agraviada. Bloqueos, vandalismo, barricadas, pintas, saqueo, extorsión o agresión, incluso con armas, es libertad de expresión; si el Estado responde –que tiene pavor para hacerlo- plañideras y dolientes al unísono gritan: ¡represión!, ¡represión! El numerito les sale a la perfección. Lo tienen muy bien aprendido.

Sobre ésa, su propia historia idílica, los dirigentes han construido sus mitos y el “sacrificio de “sus héroes”. Ese panteón cívico ominoso que se ha edificado sobre la anarquía, los agravios sociales y el dolor de otros. Arroparse con el manto de la victimización es, hasta hoy, bandera y negocio. El premio han sido diputaciones, organizaciones sociales, constructoras y concesiones de transporte, entre otros. Y una relación de complicidad perversa con el gobierno estatal, golpeando la mesa, pero negociando debajo de ella. Una dualidad maniquea. Conversos y apoltronados; oportunistas y sicarios de la izquierda acartonada. Luchadores sociales de día; mercenarios por la noche.

2.- Efemérides y martirologio

En 2006, el Cártel 22 encendió la mecha de lo que sería, más que movimiento social, una asonada; un movimiento localista y fracasado. Luego del fallido desalojo del 14 de junio de ese año, instruido por Ulises Ruiz y orquestado por José Manuel Vera Salinas, surgió la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO). Ése fue su nombre original. Los ignorantes luego recularon y quisieron corregir el barbarismo. Una mezcla variopinta de vividores de organizaciones sociales, mentores radicales con la quincena segura, guerrilla, “enfermos” –como llamó K. Marx a radicales violentos-, resentidos sociales, líderes de sindicatos locales, Panchos Villas y lacras de la CDMX, fueron el eje de la barbarie emprendida por dicho membrete.

Ideológicamente perdida entre la conveniencia y la venganza política; entre los dictados de la Federación y una falsa insurrección, el movimiento orquestado por la APPO jamás permeó a nivel nacional. Los métodos de la guerrilla fueron aplicados con eficacia por grupos de fanáticos -perdedores radicales les llama Hans Magnus Enzensberger- y lumpen proletariat; sicarios y mercenarios. El movimiento fue liderado por Flavio Sosa, a) “El Demonio de Tasmania” que, en el año 2000, le levantó la mano al entonces candidato de derecha, Vicente Fox. El radicalismo maoísta explica la toma de estaciones de radio, el montaje de barricadas y un estado de sitio ad hoc, que puso contra la pared a los oaxaqueños. A poco, la lucha abdicó de su objetivo social y se personalizó en la caída de “El Tirano”. Pero ésta nunca ocurrió.

El 2006 abrió las puertas a la delincuencia organizada, desde las barricadas porosas, pero también al discurso demagógico para ensalzar a “sus muertos y desaparecidos”. Obvio, no de maestros asesinados o trabajadores degollados en barricadas. Los métodos “de lucha” rebasaron con mucho la forma artesanal y silvestre de maestros y grupos. Empero, sin excepción, todos se asumieron víctimas de esa “primera insurrección del Siglo XXI”, como le llamó Diego Osorno. Tarde se dio cuenta de que el quid de dicho movimiento no fueron las reivindicaciones sociales ni la pobreza, menos demandas laborales del magisterio, que ya se había abierto. No. Fue un ajuste de cuentas entre facciones y adversarios al interior del PRI.

3.- La reedición del 2007

Luego de los disturbios de “La Batalla del Día de Muertos” el día 2 y el incendio de edificios y casas particulares del 25 de noviembre de 2006, Oaxaca creyó encontrar una paz relativa, con la entrada de las Fuerzas Federales. No fue así. Maestros y rescoldos resentidos de la APPO pretendieron volver por sus fueros. Y tomaron una bandera: La Guelaguetza. En 2006 incendiaron el templete. El evento se suspendió. Quisieron repetir el numerito. Pero la policía los replegó. El abuso policial en contra de Emeterio Merino, un participante en la marcha del Cerro de “El Fortín”, les dio un nuevo mártir. Los grupos radicales no querían dejar piedra sobre piedra. Había un agravio más: la desaparición forzada, el 31 de mayo de 2007, de Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez a) Gutemberg, de la cúpula del Ejército Popular Revolucionario (EPR). Hasta hoy, familia y comisiones, no han dado con su paradero. (Continuará…)

BREVES DE LA GRILLA LOCAL:

Oaxaca se encuentra en el nivel más alto de contagios y muertes por Covid-19. Seguimos en semáforo rojo. Sólo el viernes pasado se registraron 205 casos positivos y 11 decesos más. Pero el Centro Histórico ya está lleno de ambulantes. Y lo peor: no se ve la luz al final del túnel.

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