Cuando el destino nos alcance
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Cuando el destino nos alcance

 


Cuando hablamos de islas la imagen que coloquialmente tenemos nos remite a esos lugares paradisíacos que hemos visto en revistas, películas y libros o también nos remitimos a algunas islas que se han convertido en referentes indispensables en nuestra geopolítica como lo es Inglaterra y Japón. Sin embargo, hay una isla que particularmente sale de las nociones tradicionales debido a su misma naturaleza, hablo de la Isla de basura del Pacífico.

La Isla de basura del Pacífico es un área del océano abierto también denominada “La gran mancha de basura del Pacifico” a consecuencia de su ubicación, sin embargo, su nombre no hace del todo justicia a lo alarmante de la situación, pues esta área cubierta de desechos no solamente preocupa por su extensión abarcando un estimado de 79.000 toneladas de basura en una región de más de 1,6 millones de kilómetros cuadrados, sino también por el arrastre de especies invasoras y la permanencia de algunas de ellas en un espacio compuesto por plásticos, y con ello la alteración de ecosistemas marinos. Aunado a lo anterior, una de las grandes preocupaciones al respecto tiene que ver con que gran parte de estos plásticos no se ven a simple vista pues son micro plásticos muy difíciles de identificar a simple vista y que son consumidos por especies marinas en diferentes escalas llegando incluso a especies marinas que nosotras y nosotros consumimos.

En este punto pareciera que esta situación se define como un problema netamente biológico y ecológico, sin embargo, algo indispensable a discutir cuando se habla de problemas medioambientales es agregar la dimensión social, hablar de individuos, grupos e instituciones para aprehender por completo el problema. La realidad es que necesariamente hay que remitirnos a la acción humana y a su impacto y transformación en la naturaleza, a reflexionar sobre nuestras acciones colectivas e individuales.

Son muchos los puntos y las preguntas que obligatoriamente se tendrían que hacer, sin embargo, a bote pronto son tres dimensiones las que se tendríamos que contemplar para comenzar. Un primer cuestionamiento tendría que dirigirse de manera frontal a las políticas de las grandes industrias con relación a la fabricación de productos, empaques y los tratamientos de sus residuos y desechos, la segunda reflexión debería centrarse en el cuestionamiento de nuestros hábitos de consumo a nivel individual y el tratamiento en las ciudades sobre los desechos; y en tercer lugar el papel de las instituciones para reglamentar y sancionar a quienes privilegian el crecimiento económico de unos cuantos a costa del bienestar colectivo y la estabilidad medioambiental.

Estas discusiones se vuelven obligadas en fechas como esta donde nos bombardean con campañas publicitarias, rebajas y anuncios espectaculares enormes al estilo de Fahrenheit 451 para la compra de productos en las fiestas próximas. No se me malentienda, no es que el consumo en sí mismo sea un problema por resolver, más bien habría que cuestionarnos sobre el impacto que tienen nuestras acciones, consumos y desechos en un planeta con recursos ilimitados, el único en el que podemos habitar todas y todos como especie humana al menos en un futuro cercano.

En este sentido, tendría que volverse casi una obligación considerar estas reflexiones y este panorama en estas fiestas pues nosotras y nosotros como consumidores tenemos un papel activo en estos procesos, pues podemos comenzar con acciones simples como identificar el origen de los productos que compramos, adquirir nuestros productos con empresas socialmente responsables en temas medioambientales, pensar en la durabilidad de ciertos productos o tomar acciones más simples como reducir o evitar los productos de un solo uso como lo son los empaques y las envolturas. Finalmente, en estas reflexiones pienso en una sugerencia cinematográfica del año 1973, donde en un ya nada lejano 2022 se nos muestra un escenario distópico donde los mares agonizan, el plancton marino es una especie en crisis y la crisis alimentaria es la constante, el nombre original de la película es Soylent Green siendo el título en español “Cuando el destino nos alcance” del director estadounidense Richard Fleischer. Finalmente, ¿tenemos que esperar que el destino nos alcance?

@AmeValentinS