De la rotonda de la azucena al espacio de lo digital
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De la rotonda de la azucena al espacio de lo digital

 


Aunque la Guelaguetza ha consistido en un homenaje racial que a través de un programa de elementos culturales comenzó como un proyecto de integración social, en la historia reciente del estado se ha convertido en una de las actividades que representa uno de los mayores atractivos turísticos en la entidad. Sin embargo, entre las criticas que se le han hecho está el alejamiento que ha tenido con las poblaciones oaxaqueñas y su construcción como un objeto de consumo y de exportación para el turismo, sobre todo, el turismo extranjero. El doctor en sociología Abraham Nahón menciona al respecto: “El proceso de institucionalización, que se ha vivido por largo tiempo, ha introyectado en los pobladores un orgullo local por esta festividad, que sigue dirigida por las élites empresariales y políticas, principales beneficiarias económicas del evento”.

 

Sin duda, hablar de la imperiosa migración de la Guelaguetza desde la Rotonda de la Azucena hacia el espacio digital, es reconocer la importancia que ha cobrado la celebración no solamente por su impacto económico sino por su influencia en el imaginario social oaxaqueño. Ante esto, se vuelve obligatorio entender su origen e institucionalización.

 

La Guelaguetza como expresión cultural nos llena de orgullo e identidad a los oaxaqueños y oaxaqueñas pero la pregunta obligada es: Después de casi un siglo de existencia y con la obligatoria mudanza hacia la virtualidad, ¿valdría la pena repensar lo que significa la Guelaguetza para nosotros como oaxaqueños? ¿Desde donde y cómo la estamos pensando y celebrando? En el sentido anterior, la pandemia sirve como buen pretexto para comenzar con estas reflexiones.