Fiebre en enfermedades autoinflamatorias
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Opinión

Comentario Pediátrico

Fiebre en enfermedades autoinflamatorias

 


La fiebre es un síntoma frecuente en la infancia asociado generalmente a procesos infecciosos banales. Sin embargo, dos situaciones preocupan especialmente y merecen estudio; la fiebre prolongada o de origen desconocido (FOD) y los episodios repetidos de fiebre o fiebre recurrente.

La fiebre prolongada (FOD), definida como aquella que dura más de 7 días y que no tiene una causa específica tras una exploración física e interrogatorio (historia clínica) completo, es en la mayoría de las ocasiones de causa infecciosa, aunque procesos inflamatorios y por cáncer, pueden generarla y deben ser descartados.

La fiebre recurrente, entendida como la presencia de episodios que se repiten en el tiempo durante al menos 6 meses, puede ser periódica o no periódica. En este caso, también es posible que la mayoría de las veces se corresponde con cuadros infecciosos leves, víricos en su mayoría y en otras ocasiones por cuadros bacterianos.

Pero cuando ya se ha descartado el origen: de tipo infeccioso, respuesta inflamatoria a algún factor específico y/o cánceres, la identificación de la causa se hace más compleja, llegando a considerar así factores menos habituales, como:  una deficiencia inmune de tipo celular (neutropenia cíclica) o un trastorno secundario a alteración genética de la regulación inflamatoria (autoinflamación).

Las enfermedades auto inflamatorias se caracterizan por episodios inflamatorios agudos y recurrentes, asociados a una sobreproducción y liberación de sustancias (interleucinas) proinflamatorias de origen inmune celular, debido a un trastorno genético en su activación. Estas enfermedades forman un grupo de inmunodeficiencias primarias que se caracterizan por crisis inflamatorias generalizadas y recurrentes o persistentes, en ausencia de etiología infecciosa, autoinmune y neoplásica.

Estas enfermedades son hereditarias y se generan por mutaciones genéticas relacionadas con la inflamación y su regulación de respuesta.

La edad de inicio en que puede presentarse es variable y dependiente de la alteración genética específica. Puede presentarse desde los primeros días del nacimiento, durante la etapa escolar o adolescente. Usualmente durante la juventud y edad adulta se les identifica como un retraso en su diagnóstico por antecedentes de cuadros específicos en edades previas, por lo que se debe estar alerta ante su afección en adultos, puesto que ya pueden presentar complicaciones asociadas que faciliten su reconocimiento.

A fin de llegar a considerar la posible presencia de una enfermedad autoinflamatoria, se deberá tomar en cuenta cando la existencia de una fiebre recurrente se asocie con alteraciones en otros órganos o sistemas corporales, como: digestivo (peritonitis sin bacteria, diarrea, vómito, dolor abdominal), piel (ronchas, enrojecimiento, manchas), articulares (dolor y artritis), oídos, nariz y garganta con dolor, aftas, enrojecimiento mucoso, ganglios crecidos. Ojos con enrojecimiento, hinchazón, dolor. Neurológico con dolor de cabeza. Cavidades corporales con derrames y/o ascitis. Dolor muscular. Como complicación de su evolución, hay depósito de tejido amiloide en riñón con insuficiencia renal asociada.

No se trata de enfermedades frecuentes, pero su identificación adecuada permitirá establecer su real incidencia; y en especial, el tratamiento más adecuado para mejorar la salud del niño y evitar también su complicación futura. Se describen a continuación las características asociadas a las más destacadas.

Síndrome PFAPA (fiebre periódica, aftas, faringitis y crecimientos ganglionares). Se manifiesta generalmente antes de los 5 años, especialmente entre los 2 y 5anos y en varones. Es sin duda, el cuadro más frecuente de fiebre periódica, con episodios que se repiten cada 3-6 semanas. Es proceso benigno, caracterizado por episodios de fiebre elevada (> 39 ◦C), de 3-5 días de duración, y de aparición brusca. En la mayoría de los casos los episodios son precedidos de un cuadro previo de malestar, irritabilidad o dolor de cabeza de corta duración. Los síntomas acompañantes más frecuentes son los crecimientos ganglionares del cuello, seguidas de aftas bucales y faringitis. Al menos uno de estos tres síntomas cardinales debe aparecer en todos los casos. Además, pueden acompañarse de náuseas, vómitos, tos, dolor abdominal, diarrea y exantema. Estos episodios se repiten durante 4 a 5 años, menos frecuente y desaparece.

Fiebre mediterránea familiar. Con antecedentes familiares de origen turco, judío, árabe o armenio, suele empezar en la infancia o adolescencia, con repeticiones de cada 4-5 semanas, pero con intervalo libre de meses o de años. Se caracteriza por brotes de fiebre de 1 a 3 días de duración, acompañados de dolor intenso en varias localizaciones por inflamación de capas de envolturas (serosas), produciendo cuadros de artritis con líquido articular incrementado, peritonitis (que puede confundirse con apendicitis), derrames pulmonares, pericarditis, dolor escrotal (con inflamación asociada). Se acompaña también, de lesiones en la piel de tipo erisipela en dorso de pie o cara anterior de la pierna, uni o bilaterales, asemejándose a celulitis. Otros síntomas no tan frecuentes incluyen dolor muscular, dolor de cabeza y convulsiones. El cuadro clínico puede variar de un brote a otro y de unos pacientes a otros. Su complicación a largo plazo, es el depósito de una sustancia inflamatoria en los riñones con insuficiencia progresiva, cuando no se establece el tratamiento adecuado.

Información completa en: https//alevascommx.blogspot.com