Daño por exposición solar
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Opinión

Comentario Pediátrico

Daño por exposición solar

 


La luz solar imprescindible para la vida puede provocar en determinadas circunstancias, efectos nocivos sobre la piel, especialmente debidos a la radiación de uno de sus componentes (radiación ultravioleta). Entre los efectos más frecuentes se encuentran las quemaduras solares, las lesiones en la piel espontáneas, por toxicidad o por alergia. También se relaciona indirectamente con otras lesiones de la piel crónicas benignas y malignas, modificando su evolución y su pronóstico.

La energía solar se compone por partículas muy pequeñas (fotones) que se propagan en forma de ondas de radiación. La luz del sol no tiene color y se denomina como “luz blanca”. Pero, en realidad, está compuesta por la unión de diferentes colores. Este espectro se compone de siete colores visibles (rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil, y violeta) y de dos colores no visibles por los ojos humanos en sus extremos por lo que se refieren como ultravioleta e infrarrojo. 

Cada elemento de las diferentes ondas actúa como materia cuando los objetos o cuerpos expuestos, llegan a absorber esas partículas. Por encima de la radiación al calor rojo está la radiación infrarroja, que es el principal responsable del calor que proporciona la luz solar. En el otro extremo (por debajo del color azul) está la radiación ultravioleta que puede tener capacidad para modificar la intimidad del material genético de las células expuestas ante el efecto de las partículas absorbidas. 

La luz ultravioleta tiene tres componentes. La de tipo C es mayormente absorbida en la atmósfera, tiene capacidad para destruir microorganismos, por lo que su producción artificial se aprovecha para esterilizar material. La de tipo B es capaz de llegar a producir respuesta inflamatoria en las células de la piel, con daño crónico a la piel y posibilidad de condicionar cáncer, cuando la exposición supera a la mínima capaz de causar respuesta inflamatoria, que también asocia a los diferentes tipos de piel. Estas dos radiaciones especiales se evitan con el empleo de cristales, pero dentro del agua no se tiene protección a ellas. La radiación UV de tipo A es más abundante y su exposición por tiempo prolongado y dosis altas genera pigmentación inmediata y persistente.

De acuerdo con respuesta de quemadura y bronceado, todas las pieles se clasifican en seis variantes. La de tipo I siempre se quema sin broncearse, mientras que la de tipo VI nunca se quema y siempre se broncea. Así las pieles de los primeros tres tipos son las más viables siempre de ser dañadas a la exposición solar prolongada. 

Aparte de tipo de onda (UVB) y piel se consideran siempre otros factores adicionales que pueden favorecer a la lesión de la piel: piel húmeda, reflejo de luz mayor en nieve (80%), nivel bajo de ozono, mayor altitud, cercanía al ecuador, momento del día (10am a 4 pm), temporada de verano y cielo sin nubes, varones y niños. 

El tipo de lesiones que pueden producirse generalmente corresponden a una quemadura solar no complicada, que tiene un buen pronóstico, con resolución espontánea y sin dejar alguna secuela. Por la exposición prolongada, se llega a establecer el desarrollo de cáncer de la piel en personas adultas con piel sensible. Hay enfermedades que se pueden considerar al momento de notar el efecto causado ante la exposición solar, que pueden ser identificadas en diferentes edades, con manifestaciones variadas. 

La quemadura solar es una inflamación de la piel secundaria a la exposición solar. Se desarrolla en personas con piel sensible (tipo I-III de color claro) que varía de acuerdo con el tiempo de exposición y cantidad de zona expuesta. Considerando que la dosis media eritematosa (enrojecimiento de la piel) establece la exposición bajo un cielo despejado, en verano, cerca del medio día durante un tiempo de veinte minutos (piel de tipo III), la quemadura se producirá ante múltiplos de esta condición. 

La quemadura se inicia tras 4-6 horas de exposición a la luz solar, alcanza un máximo después de 12-24 horas y declina a partir de las 72 horas. El primer cambio por notar es un intenso enrojecimiento de la piel con engrosamiento leve (hinchado), asociado a sensación de calor y ardor, seguido posteriormente con formación de pequeños globitos (vesículas) o ampollas, que se desprenden de su parte superior formando costras y, finalmente, descamación y curación de las lesiones. En caso de quemaduras leves el enrojecimiento es seguido solamente por la descamación, con la subsiguiente pigmentación de la piel. A menor edad, la proporción de superficie de piel es de mayor riesgo además de la sensibilidad particular. En niños es posible encontrar asociado el cuadro de golpe de calor, con fiebre mayor de 40 grados y alteraciones agudas en varios sistemas que causan desmayo y compromiso en funciones vitales.  

 

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