Sexting en adolescentes
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Comentario Pediátrico

Sexting en adolescentes

 


La palabra se encuentra formada por dos términos americanos que une la palabra “sex” para hacer referencia a sexo, con la terminación de “texting”, que considera al envío de mensajes de texto desde teléfonos móviles. Bajo estas referencias, el sentido a la palabra en forma original condiciona al envío de textos relacionados con el sexo, pero el desarrollo en la tecnología de los dispositivos celulares ha facilitado que además de texto, ahora se puedan incluir fotografías y videos con contenido de cierto nivel sexual, tomados o grabados por el protagonista de estos, con participación voluntaria.

Se incluye en forma adicional a este concepto, la grabación de contenidos sexuales por medio de una cámara y la difusión de estos por correo electrónico, redes sociales y cualquier canal o dispositivos adicionales que permitan las nuevas tecnologías.

Cada comunidad maneja estadísticas particulares, pero en general se considera que esta actividad puede desarrollarse desde los diez años y con mayor actividad se reporta el grupo entre 13 a 15 años, con predominio mayor de mujeres que entre los hombres. 

Los adolescentes de hoy siempre están conectados. Viven sus vidas en línea y en el ojo público. Comparten fotos en Instagram, tuitean en vivo desde sitios diversos y envían mensajes a sus amigos en lugar de llamar. Pero a veces los adolescentes no toman decisiones acertadas sobre lo que publican, comparten o envían mensajes de texto, y una decisión impulsiva puede afectar sus vidas en los años venideros. 

Para algunos adolescentes, enviar contenido sexualmente explícito es una forma normal de interactuar con sus compañeros. No ven nada malo con el sexting, especialmente si “todos lo están haciendo”. Mientras tanto, otros adolescentes envían mensajes de texto porque lo ven como una broma o se sienten presionados a hacerlo.

La mayoría de adolescentes que realizan esta actividad consideran que no se trata de una experiencia negativa, restando importancia al señalar que solo disfrutan de enviar mensajes e imágenes de sexo que son compartidas incluso dentro de las relaciones románticas, donde su código involucrado establece que se comparte por ambas partes de una relación, sin tratarse de una declaración con intención sexual evidente ya que solo se llega a considerar como una forma de divertirse y coquetear, y entre las mujeres el compartir esas imágenes solo sirve para obtener comentarios sobre su apariencia física.

Se considera también que puede ser tomada en cuanta como una fase experimental segura para los más jóvenes adolescentes que aún no son sexualmente activos o que no están listos para las emociones asociadas con una relación sexual. En esta forma, su otro yo (el cibernético) se comporta de manera diferente cuando se comunica a través del internet de lo que lo haría al comunicarse cara a cara con otros. Esta persona modificada

es el efecto de la barrera que crea la tecnología, lo que lleva a los niños a sentirse seguros al solicitar imágenes cuando producen y envían esos mensajes.  

Con los adolescentes mayores y los adultos jóvenes, el sexting también se ha identificado como un alivio de frustración sexual cuando quieren tener relaciones sexuales, pero no pueden porque carecen de pareja o tienen una relación a distancia. 

El daño primario suele generarse cuando este tipo de mensajes salen de la audiencia prevista, que se puede establecer bajo dos circunstancias generales. La primera ocurre cuando la imagen o mensaje creado dentro de una relación romántica, el aspecto privado se transforma en público al acabar el romance. La otra establece el compartir el sexting de forma involuntaria o equivocada, al enviarse por error o por fallas a las limitaciones de la privacidad en internet o redes sociales. Cualquiera de las dos causas, genera la pérdida del bienestar en alguno de los participantes con afectaciones negativas. 

Adicional a las condiciones referidas, existen una serie de factores de riesgo que deja a los adolescentes en situaciones siempre de mayor vulnerabilidad, que incluyen: una falta de conciencia del alcance de sus acciones, la necesidad de identificación con el grupo de iguales y su autoafirmación, un exceso de confianza en los demás, generando falta de experiencia vital, la forma particular de actuar sin dar lugar a periodos de reflexión, que le condiciona que al poder obtener la información tan rápidamente y desde cualquier sitio, ya no tenga la capacidad de reflexionar en lo que se está haciendo y por último, que el despertar sexual se ve condicionado a desarrollarse en una edad más temprana, dejando a las niñas en una situación de mayor vulnerabilidad. 

El sexting es un evento cada vez más frecuente y no debe minimizarse ni catalogarse como una ingenuidad o una travesura entre adolescentes; a través de él, incluso liberan sus represiones sexuales, además de saciar, así sea “epistolarmente”, sus fantasías eróticas sin riesgo de embarazo o enfermedades de transmisión sexual.

El hecho de que la persona que envíe o reciba tales imágenes o mensajes eróticos sea menor de edad, no le exime de responsabilidad. Muchas veces estos adolescentes alegan “no saber” que “eso” era incorrecto, concibiéndolo como sustituto de la actividad sexual “verdadera”, aunque la experiencia señala que el sexting es claramente la etapa previa a la culminación coital de la actividad sexual. 

El primer riesgo al que se enfrenta quien envía imágenes o vídeos con contenido personal es la pérdida de privacidad. Los contenidos que uno mismo ha generado pueden acabar en manos de otras personas desde el momento en que salen de manos de su autor. El adolescente que ve su imagen de tono sexual difundida en la red se ve sometido a un ensañamiento o humillación pública que puede derivar en una afección psicológica. Entre estos riesgos se encuentran manifestaciones y problemas de ansiedad, depresión, exclusión social, etc.

En el entorno del sexting, la humillación pública puede llegar a constituir ciberbullying, en caso de que compañeros del menor utilicen estas imágenes para burlarse, hacer comentarios públicos, insultos, vejaciones, amenazas, chantaje, etc., utilizando para ello un canal tecnológico. Este tipo de ciberacoso llevado a cabo a través de dispositivos tecnológicos hace que sea difícil escapar al mismo.

Las fotografías o vídeos de contenido sexual, en manos de la persona inadecuada, pueden constituir un elemento para extorsionar o chantajear al protagonista de las imágenes. Se llama sextorsión al chantaje en el que alguien (menor o mayor de edad) utiliza estos contenidos para obtener algo de la víctima, amenazando con su publicación. El adolescente, temeroso ante la posibilidad de que su extorsionador pueda dar difusión a imágenes sensibles que le comprometerían públicamente, puede tomar la decisión de acceder a su chantaje, enviándole fotografías o vídeos de carácter sexual, y, en casos extremos, realizar concesiones de tipo sexual con contacto físico. 

Si los contenidos de un menor haciendo sexting llegan a manos de un adulto malintencionado que decide utilizarlos para, amenazando con su publicación, obligar al menor a enviarle más contenidos de carácter sexual, o incluso encuentros físicos, estaríamos ante un caso de grooming que utiliza la sextorsión.

El adolescente que toma o comparte la foto, puede ser acusado de difundir pornografía infantil. Mientras tanto, los adolescentes que reciben la foto pueden ser acusados de posesión de pornografía infantil, incluso si no solicitaron una copia de la foto. Además, los adolescentes pueden ser etiquetados como delincuentes sexuales por enviar o poseer fotos sexualmente explícitas de otros adolescentes, aun cuando las fotos en su poder sean de ellos mismos.

Como medidas preventivas se deberá fomentar: la actitud de los padres ante la sexualidad de los hijos adolescentes, la historia emocional en la adolescencia de los padres, la educación en la equidad de género, la participación de ambos padres en la educación de los adolescentes, el establecimiento de reglas y límites claros bajo el esquema de la negociación en el empleo de los dispositivos de internet y por supuesto, revisar su contenido para detectar estos riesgos y ofrecer una orientación sexual apropiada en la familia o con ayuda profesional… prevenir siempre. 

 

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