El día después
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Carpe Diem

El día después

 


L legó el esperado 6 de junio y, al igual que en 1944 con el desembarco en Normandía, parece ser que las cosas empezarán a cambiar. No fue lo que vaticinaron muchas encuestas, pero se detuvo la aplanadora morenista.

No debemos subestimar la popularidad de López Obrador. El señor ha podido construir y proyectar una imagen de redentor que impacta mucho en las masas. Ha sabido comunicarse con ellas, hablar de los temas que les importan y venderles una esperanza, similar a la que Hernán Cortés ofreció a los tlaxcaltecas para librarse de los aztecas opresores, todo a cambio de unos espejitos y unas cuentas de vidrio. Más o menos así es hoy.

En Oaxaca hubo un pequeño avance en el equilibrio de fuerzas. Aunque el partido oficial ganó mucho, no lo hizo con la misma fuerza de hace tres años. En algunos distritos y alcaldías la diferencia de votos fue mucho menor que en el pasado.

Hubo una amplia participación, pero no en Oaxaca, que siguió con un porcentaje de votación similar a años anteriores. Las grandes colas que vimos en TV en las casillas aquí no se dieron.

La joya de la corona estatal, el municipio de Oaxaca de Juárez volvió a quedar en manos de Morena a pesar del muy mal gobierno municipal. Calificarlo como el peor que ha tenido nuestra ciudad no es una exageración, nuestra ciudad jamás había estado en tan malas condiciones y con una imparable invasión de ambulantes que se tolera y promueve desde la Plaza de la Danza. Quizá esa tolerancia sea el pago por el apoyo recibido, lo que resulta preocupante porque el presiden te municipal electo, Martínez Neri, es cercano a una de las mafias de ambulantes más invasivas, los triquis.

Fue una elección muy violenta, demasiados muertos y agresiones a nivel nacional. Es de suponerse que, ante la pasividad del gobierno ante el crimen organizado, éste intervino matando candidatos o funcionarios incómodos.

No fue una elección apabullante contra el partido oficial, pero la derrota tan fuerte en la CDMX tiene muy enojado al presidente y a su delfina, Claudia Sheinbaum.

Toda la semana ha atacado a los medios y a las clases medias. Apenas el viernes hizo una declaración que seguramente se le regresará. Dijo en su plataforma mañanera: “Un integrante de clase media media, media alta, incluso con licenciatura, con maestría, con doctorado, está muy difícil de convencer; es el lector del Reforma. Ese es para decirle: siga usted en su camino, va usted muy bien, porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante, muy egoísta. ¡Ah! Eso sí, van a la iglesia todos los domingos, o a los templos y confiesan y comulgan para dejar el marcador en cero, y luego el domingo de nuevo, lo mismo.”

Continuó con una interpretación suya a una frase de Carlos Monsiváis, al que le llamó su amigo Monsi: “la verdadera doctrina de los conservadores es la hipocresía”. Esta frase es tan cierta como la que dijo Miguel Barbosa, gobernador de Puebla: “El Covid solo les da a los ricos y, el mejor antídoto, es un plato de mole”.

Como se anticipaba, el presidente no quedaría conforme con el resultado de las elecciones. En su cosmovisión en dónde él se considera un semi dios, no cabe la posibilidad que la gente lo rechace, por eso mismo califica a sus críticos como traidores, fifís, conservadores o neoliberales

Un día después de elecciones el país está trabajan do, pero no por él sino a pesar de él. Este tipo de declaraciones acentúa más el encono y profundiza la división entre mexicanos. Atacar a las clases medias es una estrategia del rancio marxismo, como el de la Sección 22, que se quedó atada al viejo estalinismo del siglo pasado.

No debió haberse lanzado contra las clases media, contra quienes estudian y obtienen altos grados académicos a los que despectivamente llama sabiondos. Mucho menos debe tratar de imponer su filosofía del simplismo que trata de encontrar salidas fáciles a problemas complejos. Le molestan las elites, y efectivamente, quienes obtienen honores académicos se asimilan a una elite intelectual, algunos de ellos militan en su partido y son insoportables, como John Ackerman o el doctor López Gatell.

En todo caso, más que criticar a las clases medias es mejor combatir la meritocracia, este sistema injusto que padecemos en que se cree que el rico lo es porque ha trabajado mucho y el pobre lo es porque es flojo. Mentira, las oportunidades son para los hijos de los ricos y de los políticos, ellos son los herederos de la rancia meritocracia. El modelo meritocrático mexicano es el problema porque no otorga oportunidades iguales.

Ser aspiracionista no es vergonzoso, es normal y natural. Vergüenza es atacar la razón y el conocimiento halagando la pobreza ajena desde un palacio virreinal.

Twitter @nestoryuri