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No es una exageración hablar del riesgo en que está nuestra incipiente democracia por el ata que directo del presidente y sus corifeos a sus instituciones, una de ellas el Instituto Nacional Electoral, INE.

En términos estrictos, nuestro país ha tenido democracia a partir de 1997 en que se empezó a desmoronar el control hegemónico del PRI sobre los otros poderes del Estado. En esa elección intermedia, la oposición de aquellos años le arrebató, por primera vez, la mayoría de la Cámara de Diputados al partidazo.

Antes de la llegada de los españoles lo que hoy es nuestro país, una serie de naciones indígenas, eran gobernadas por caciques o emperadores. No había democracia sino un control férreo por la clase militar y sacerdotal. Había una muy fuerte división de clases sociales.

Con la llegada de los españoles y la unificación de las naciones indígenas en capitanías se formó el virreinato de la Nueva España. Una vez más, el poder estaba en manos de un solo hombre que imponía las leyes que desde España le mandaban. Gobernó de la mano con el clero y una incipiente clase militar. Realmente la Nueva España nunca tuvo un ejército poderoso, no lo necesitaba porque no tenía amenazas externas.

Al triunfo de la lucha de independencia se volvió a imponer el modelo central de poder en una lucha entre centralistas y federalistas. La Nueva España, convertida en México, se transformó en una república tratando de imitar el modelo norteamericano.

En este período de nuestra vida política se intentó vivir en democracia, sin embargo, las permanentes guerras internas y la invasión de otras naciones. El mismo presidente Benito Juárez, contra la voluntad de muchos en aquellos años, se reeligió y gobernó con ciertos aires de tirano. Su reelección es la única que está justificada en la historia patria en aras de mantener la unidad nacional y conseguir la modernización y pacificación del país.

A la muerte de Juárez llegó Porfirio Díaz, quién a través de un levantamiento, primero, y una elección después, legitimó su ascenso a la silla del águila. Su mandato lo recuerda la historia de bronce como una dictadura, pero olvida lo positivo que tuvo para México.

La caída de Porfirio Díaz dio paso a otra guerra civil, la Revolución Mexicana. Este movimiento armado llevó al poder a los sonorenses que fueron como una continuación del porfiriato. De esa revolución surgió el presidente Lázaro Cárdenas, quien fue el inventor del viejo régimen autoritario, el modelo priista de gobernar que, cooptación de por medio, incluyó a todos los poderes fácticos de la época: campesinos, obreros, militares y empresarios.

Aún y cuando había elecciones presidenciales cada seis años no había democracia como tal. El presidente decidía quién sería su sucesor, quienes serían diputa dos, senadores, gobernadores, presidente municipales, líderes sindicales o representantes de las cámaras empresariales. La gran prensa de la capital tuvo que alinearse para sobrevivir.

Este breve repaso nos hace ver que, efectivamente, nuestra democracia es muy joven y endeble. Que la oportunidad de elegir libremente y qué los votos cuenten es muy reciente. Entonces, ¿Qué vamos a defender?

El presidente López Obrador, en sus pontificales conferencias mañaneras se ha lanzado una y otra vez contra el INE, una de las instituciones pilares de la democracia mexicana. No es nuevo, lo ha hecho cada que ha perdido una elección porque, ya lo sabemos, no sabe perder.

Ha habido una fuerte respuesta de académicos, periodistas y empresarios, pero a la mayoría de la gente no le importa porque sencillamente no sabe qué es el INE, ni qué representa. Para ellos el INE no es más allá de su carné de identificación que resulta indispensable porque es el medio más aceptado como apersonarnos. Si no tuviera la función identificativa de nuestra persona, casi a nadie de la gran masa le importaría.

Hay una gran respuesta de académicos, periodistas, clase media y políticos, pero a la gran masa le es indiferente, y es ahí en donde deberíamos hacer énfasis, en hacerles ver lo que pasaría en caso de que regresáramos, como pretende AMLO, a un modelo unipersonal de gobernar, a depender de la buena voluntad del caudillo y no de la institucionalidad que debe regir un Estado.

En esos 24 años pasados nuestro país avanzó más que todo el siglo XX. Se redujo la pobreza, se modernizó la infraestructura, se detuvo la sangría migratoria hacia los Estados Unidos, el bajío y el norte se convirtieron en potencias industriales, se intentó quitar la educación de manos de la mafia sindical y nuestro país se colocó como la economía número 14 del mundo, superando a países como España, por ejemplo.

Al INE lo modificaron a capricho de AMLO y Manlio Fabio Beltrones. Le cargaron tareas que no eran suyas. Hoy se quejan de él “sin ver que son la ocasión, de lo mismo que culpáis”. Para no llorar mañana, defendámoslo hoy.
Twitter @nestoryuri