Oaxaca, desastre ambiental
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Carpe Diem

Oaxaca, desastre ambiental

 


El desastre ambiental es mundial, no está limitado a nuestra geografía, pero los oaxaqueños y las autoridades poco contribuimos para ayudar.

O bien la ecología se toma como algo para divertir o entretener a los niños o, en el caso de los adultos, como máscara que oculta ideologías radicales que buscan parasitar el erario a través de partidos políticos u organizaciones dizque sociales.

No bien terminamos el invierno y ya estamos en medio de un terrible ola de calor que, conforme se acerque la Semana Santa, se hará más insoportable.

Pero la ola de calor nos está provocando un problema mucho más grave, estamos en medio de una severa escasez de agua en la ciudad y su zona metropolitana.

Cada año en esta temporada se siente con toda su fuerza el estiaje, y cada año el agua que hay, que es la misma cantidad que había hace 500 años, se reparte entre más personas.

Es muy raro que asumamos nuestra propia responsabilidad, pero la falta de agua es responsabilidad de todos nosotros, incluidas las autoridades.

En aras de un crecimiento urbano se ha arrasado con terrenos de cultivo y de miles de árboles. La modernidad ha sido buen pretexto para acabar con la vegetación y construir avenidas o unidades habitacionales al por mayor. Nuestra ciudad crece horizontalmente sin restricción alguna. No es posible saber en dónde termina Oaxaca y empieza Xoxo, o San Antonio de la Cal, Santa Lucía o Atzompa, por ejemplo. Los campos han sido cubiertos con planchas de concreto y asfalto que no permiten que el agua se filtre al subsuelo, al contrario, fomentan un fenómeno que hace que el agua fluya con enorme rapidez y se vaya rápidamente, antes de que podamos captarla.

Los pocos ríos que atraviesan nuestro valle, más bien arroyos, son depósitos de basura, fauna nociva y agua pestilente. El agua nos la entrega limpia la naturaleza, nosotros somos los que la contaminamos con todo tipo de desechos, incluidos pesticidas y metales pesados, sustancias sumamente tóxicas que provocan malformaciones en los recién nacidos.

La presa de Teotitlán del Valle es el nacimiento del Río Salado, en unos pocos kilómetros se da un enorme contraste entre un río que nace con aguas limpias pero que al llegar a nuestra ciudad se convierte en una cloaca a cielo abierto. Lo mismo el Atoyac, inicia su camino al mar en Huitzo con aguas limpias y en apenas 30 kilómetros es una pestilente letrina que divide en dos el sur de la ciudad.

La Verde Antequera, llamada así por su verde cantera, era cómplice del verdor de los árboles. Si bien el clima de nuestro valle es semidesértico, había zonas amplias con arbolado que refrescaba el ambiente.

Los parques y jardines de la ciudad son el ejemplo del colapso ambiental, y social. No hay uno solo en el que existan plantas pequeñas, pasto o flores, los árboles existentes están enfermos y la basura los inunda. El zócalo ya no existe, hay jardineras, pero no hay jardines. La Alameda es un campo estéril, el Jardín San Pablo es guardería de carros de basura, el Jardín San Francisco es refugio de malandrines, la Fuente de las 7 Regiones es zona de campamento de familiares de enfermos, el Parque del Amor, literalmente desapareció tras las casetas de los invasores, el Llano está moribundo. Se toleró un dañino tianguis que se lo acabó, que obtuvo grandes rentas pero que nunca le aportó nada. Los árboles sembrados en las calles del centro abandonados a su suerte, sus huacales convertidos en basureros que jamás reciben mantenimiento de la regiduría que le corresponde.

El cielo de zafir es casi un recuerdo. El aire de la ciudad está muy cargado no solo del smog de los autos y camiones sino de una enorme capa de polvo formada por la tierra que escurre de los cerros que rodean la ciudad, una nube tóxica cargada de toda clase de parásitos fecales, humanos y animales. El hollín de las ladrilleras de Yatareni, con su peculiar olor, caracteriza el oriente de la ciudad.

Hace años se dio la voz de alerta sobre la posibilidad de una pandemia que pondría de rodillas a la humanidad. Se hizo realidad, nuestra economía colapsó.

Hoy hay cada vez más voces que anuncian un cataclismo ambiental. El calentamiento global es una realidad y quien debería ser el primero en actuar prefiere quemar combustóleo y carbón para producir electricidad en lugar de la energía solar y la eólica.

Es real la amenaza de un cataclismo ambiental. Ya tenemos un déficit de sol y una reducción de oxígeno en la atmósfera con un incremento de metano, un gas letal.

Nos entretenemos hablando de muchas cosas y estamos dejando de lado algo tan importante como nuestra propia supervivencia. No serán los amuletos ni los detentes, será la ciencia, la lógica y la razón las que nos salven de un cercano apocalipsis.

Twitter @nestoryuri