Hace un año
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Carpe Diem

Hace un año

 


A estas alturas del año pasado, sin saberlo, estábamos absolutamente desarmados para enfrentar lo que se avecinaba. Era muy lejano para nosotros, se trataba de un virus en China y en algunos países de Europa; nos parecía ajeno.

En este espacio, hace un año, afirmamos con certeza que no habría celebraciones de la Semana Santa y que, muy probablemente, tampoco habría Lunes del Cerro. No las hubo, tampoco hubo celebraciones del Día de Muertos y de Navidad.

Con los conocimientos básicos de ciencia recibidos en la escuela era suficiente para entender la seriedad del asunto. Una pandemia no es asunto menor y, con los modernos medios de transporte que disponemos, no resultó una sorpresa que pronto se diseminara por el mundo. No sabíamos que los “aerosoles” que expiramos al hablar, gritar, reír, estornudar o toser, nos convertiría en un vector de contagio.

Hace un año el presidente hacía una de sus peores declaraciones, una que ha costado vidas: “no es tan grave, es apenas una gripa, no usaremos cubrebocas como nos obligó el gobierno (de Calderón) en 2009”. Tampoco conocíamos al ahora famoso y cuestionado doctor Hugo López Gatell.

En nuestro pequeño cosmos oaxaqueño no estábamos tan bien. Ya veníamos de un difícil año 2019 en que la economía entró en recesión. Había turismo, mucho turismo y, al menos, en la ciudad y la costa, con eso se movía la economía.

No es la primera pandemia que azota nuestra tierra. Hay registro de la epidemia de “cholera morbus” de 1833 que, al igual que hoy, dejó las calles desiertas y los panteones llenos. Y también gente desesperada buscando remedios mágicos y acercándose a la religión por el temor a la muerte. Los enterradores fueron obligados a trabajar de noche porque no se daban abasto para sepultar los cuerpos que llegaban apilados en las carretas. Muchos de los cuales terminaron arrojados en una fosa común. Un cuadro dramático, sin duda.

Apenas hace cien años padecimos la “influenza española”, un mal respiratorio como lo es el Covid-19. Catarro, tos, dolor de garganta, dolor de cabeza y en las articulaciones eran los síntomas. Las medidas preventivas hablaban de no saludar de mano, de ponerse unas gotas de alcanfor en las fosas nasales, de aislarse, de no visitar a los enfermos, de usar creolina en las bacinicas, hervir la ropa del enfermo o quemar azufre en la habitación, entre otras medidas.

Fue octubre de 1918 el mes más difícil para Oaxaca, y se calcularon 21 mil muertos, la mayoría indígenas. Apenas unos años después vino otro desastre natural, el terremoto de 1931, pero esa es otra historia.

Sin embargo, ¿qué nos ha dejado esta emergencia? Hay cosas muy buenas, como los avances en medicina, robótica, telecomunicaciones o inteligencia artificial.

Pero no todas son cosas buenas. Como no sucedía desde 1932, estamos en el peor bache económico del que se tenga registro, aderezado con el peor gobierno que nos pudo haber tocado.

Se esperaría que, dadas las experiencias cercanas a la muerte de cientos de miles de personas, del dolor que circula como el aire por las calles ante la pérdida de amigos y familiares, esta pandemia nos llevara a realizar algunas reflexiones, nos permitiera hacer un viaje a nuestro interior.

Pero está visto que no es así, las profundas reflexiones y la sabiduría resultante serán para unos cuantos, la mayoría solo espera regresar a lo de antes. Una vez más, los grandes cambios de la humanidad vendrán de filósofos y científicos allende nuestras fronteras.

Supondríamos que, ante una situación extrema como esta, la gente usaría más la razón o, por lo menos, el sentido común. Pero no es así, la vida de la mayoría se rige por la inmediatez, el simplismo, el cortoplacismo y la falta de solidaridad, como la de los sindicatos de gobierno.

Hoy en día, ni la Sección 22 ni ningún sindicato de gobierno se ha solidarizado con la gente que ha visto reducido su salario o perdido su trabajo. Las “organizaciones sociales” tampoco, a pesar de que, dicen, luchan por el pueblo.

Aunque hay a quienes les parece ocioso, inútil, es necesaria una reflexión, aún si no hemos perdido a algún familiar cercano. Podría llegar una tercera ola de la pandemia y convertirnos en estadística de alguna mañanera.

Nos esperan meses difíciles, quizá otro año más. Es probable que el turismo tarde mucho en volver a México porque, al quedarnos rezagados en vacunación, los turistas no querrán arriesgarse a contagiarse en nuestro país. Presionemos al gobierno.

 

Twitter @nestoryuri