La sequía que viene
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Carpe Diem

La sequía que viene

 


Los pronósticos para este 2020 en cuanto al clima no son buenos, se espera un año más cálido que el pasado y con una sequía más aguda.
Nuestra ciudad, como muchas en el mundo, tiene problemas de abastecimiento a pesar de encontrarse en medio de tres ríos, el Atoyac, el Jalatlaco y el Salado. El acueducto que baja de San Felipe y que en la actualidad solo es un ornamento arquitectónico es un recordatorio permanente de que el agua jamás nos ha sobrado.
Ante un evento climático de la magnitud de una sequía poco podemos hacer. Las sequías han acabado con civilizaciones enteras, como se plantea teóricamente que sucedió con los mayas o la que relata la Biblia como castigo de Dios al faraón.
En semanas pasadas hemos visto por los diferentes noticieros lo que sucede en Australia, en la lejana Australia. Nos queda tan lejos que casi nos resulta indiferente, sin embargo, el aumento pronosticado de las temperaturas este año, así como menos lluvias podrían traernos el infierno a nuestra propia casa.
Las imágenes satelitales muestran que los valles centrales de Oaxaca son semidesérticos. Desde el valle de Etla, el de Ocotlán hasta el de Tlacolula. Vivir al centro de las sierras madre occidental y oriental tiene sus ventajas, por lo menos los huracanes jamás nos golpean de forma directa. Pero esas mismas serranías se quedan con la humedad del Golfo de México y del Pacífico, se la llevan hacia las costas y la devuelven al mar.
Es un hecho científico que el agua que existe en el planeta es la misma desde hace millones de años. No hay forma viable de “fabricar” agua porque su costo es enorme. Igual de costosas son las tecnologías para desalinizar las aguas del mar, una de las opciones de la humanidad para calmar nuestra sed.
La cantidad de agua de los años en que vivió la princesa Donají es la misma que tenemos hoy disponible, la diferencia está en que hoy somos cientos de miles de personas más.
Estando el país en medio de graves problemas, entre ellos una recesión económica y una fuerte carencia de medicinas, parecería ocioso ponerse a pensar en la falta de agua. Pero no debe ser así, el problema ya lo tenemos encima y es necesario encontrar la forma de sobrevivirlo sin terminar en una guerra, guerra que ya se vive entre algunas comunidades de nuestra propia tierra pero que el gobierno tilda de “conflictos sociales”.
No será el petróleo, será el agua la que podría convertirnos en enemigos entre nosotros mismos si no modificamos nuestros patrones de consumo y nos obligamos a tratar las aguas que utilizamos. Es vergonzoso que el mayor uso que damos al agua sea para deshacernos de nuestros desechos.
Estamos acostumbrados, en la ciudad y únicamente el algunas zonas, a abrir la llave y satisfacer nuestras necesidades. No pensamos en nada más porque carecemos de la suficiente conciencia social y sentido de solidaridad con los que menos tienen.
En el campo les falta agua a los campesinos, pero también les falta cultura para el cuidado de ésta. El uso de pesticidas y toda una seria de agroquímicos no únicamente la contamina, sino que la está volviendo cada vez más salada.
Y la industria también necesita del agua para sus procesos y no es tan simple como negarles el agua porque se necesita la riqueza que producen para satisfacer nuestras necesidades económicas.
El modelo de consumo en México, dicen los activistas, favorece a la gran industria. Hay mucha verdad en ello, pero la solución es encontrar un equilibrio porque no podemos prescindir de las actividades industriales. Es cierto también que, así como se les permite una sobre explotación, se les debe obligar a tratarla para devolverla lo más limpia posible a la naturaleza.
Es cierto que en nuestros valles centrales no abundan las industrias, pero si abundan servicios que la consumen en grandes cantidades, como es el turismo.
Abastecer la necesidad de agua de zonas altas y residenciales tiene un enorme costo porque hay que bombear y almacenar el agua. No sorprende, porque la corrupción lo explica que, en zonas como el Cerro del Crestón, la colonia Aurora o el Ejido Guadalupe Victoria se hayan introducido servicios para modernos edificios y residencias de ensueño con mayor prioridad que otras colonias precarias también en los cerros. La casualidad es que esas zonas son propiedad, o han sido, de quienes han tenido el poder y han aprovechado su influencia política para beneficiarse a sí mismos. Habría que checar si en sus recibos de agua y prediales se reflejan los altos costos de proporcionarles ese servicio.
La desigualdad en México se refleja muy bien en la disponibilidad o carencia de agua. Escenas que podrían parecernos de otro siglo todavía son comunes en colonias, barrios y comunidades oaxaqueñas: hombres, niños y mujeres cargando cubetas de agua para su consumo básico. Los que pueden, pagan pipas.
Escenas apocalípticas tipo Hollywood, como la película “Mad Max” en que se lucha por el agua y los combustibles están cada día más cerca, tan cerca como el pleito entre Tamazulápam con San Pedro y San Pablo Ayutla en el que hasta dinamita han usado para destrozar la infraestructura hidráulica del “enemigo”. O el problema de la mina Cuzcatlán con sus opositores por el tema de la contaminación de los ríos. Hasta el momento, la guerra por los combustibles todavía no tiene para cuando.
Las predicciones climáticas para Oaxaca y el mundo son preocupantes. En pocas semanas estaremos padeciendo los calores de la primavera, los incendios forestales, la falta de lluvias y la consecuente escasez de agua. En parte son ciclos de la naturaleza ante los que nada podemos hacer, como el fenómeno del “Niño”, pero en parte somos nosotros totalmente responsables por nuestra falta de cuidado y respeto por la naturaleza.