Ni crítica, ni científica, ni popular
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Carpe Diem

Ni crítica, ni científica, ni popular

 


Uno de los supuestos propósitos de la revuelta estudiantil de los años 70 del siglo pasado en la UABJO fue la de convertir lo que ellos consideraban un escuela de elite en una escuela de masas. Así lo repetían en sus gomosos discursos los líderes de la agitación, títeres ellos mismos de oscuros comités clandestinos que los manejaban.
Lo que queda de la UABJO está en huelga, otra vez. Ni sorprende ni es noticia.
Es cierto, fue la Universidad de Oaxaca, entonces Instituto de Ciencias y Artes una escuela de elite, pero no exclusivamente económica y si necesariamente intelectual. Brillantes oaxaqueños de cuna humilde desfilaron por ahí, entre ellos Benito Juárez, un indio pobre y huérfano o Porfirio Díaz, el constructor del México moderno. Amén de otros cientos que han marcado la vida tanto en Oaxaca como a nivel nacional por la luminosidad de su ciencia, razón o filosofía.
Diagnósticos sobran, los hechos son indiscutibles, el nivel académico de lo que fue el orgullo de Oaxaca ya no compite con el de prestigiadas universidades públicas de otras partes del país. Su único rasero de comparación es la educación que imparte la otra mafia, la Sección 22.
El patrocinio de políticos ambiciosos de poder alentó, destruyó y entregó el futuro de la juventud al dúo retardatario que se apropió de la educación, tanto la básica como la superior: UABJO y Sección 22.
El daño causado es imposible de cuantificar, miles de vidas se han visto afectadas por carecer de alternativas educativas. Le quitaron a Oaxaca una educación de gran prestigio, le dieron el control de las rentas de los presupuestos a grupos violentos y nos entregan a cambio personas carentes de pensamiento crítico.
Lo afirmó el filósofo Jean-Jacob Rousseau: “La educación le permite al hombre superar su individualidad para encontrar el bien común, ser capaz de pasar del yo al nosotros para lograr cosas en la vida que valgan la pena”.
La educación que imparte la UABJO no forma profesionistas pensantes, no les otorga las alas de la libertad que son el desarrollo de una personalidad basada en la razón y la ciencia sino en el simplismo, contestatarios y violentos.
Muy lejos están los años en que el Instituto formó hombres con juicio y carácter, con opiniones propias y dispuestos a debatir las razones contrarias, abiertos al diálogo, responsables, respetuosos y conscientes de los demás.
Las carencias de la UABJO son graves, pero aún más grave ha sido la corrupción que las ha provocado. Los sindicatos convirtieron a la fuente de conocimientos en un banco infinito de prestaciones y prebendas. El objetivo de nuestra universidad no es la educación, es el enriquecimiento de unos cuantos, el poder fáctico que representa y el parasitismo eterno de toda clase de personajes.
Se da en estos momentos un notable vacío cultural entre las últimas generaciones de lo que fue el glorioso Instituto y las nuevas camadas de jóvenes que apenas saben expresarse. La distorsión cognitiva que reciben en la educación básica termina por reforzarse en la UABJO. Es lastimoso escuchar a egresados de postgrados expresándose como los profesores de la Sección 22: “coberturar, accionar, aperturar” y otras palabrejas revolucionarias mal aplicadas gramaticalmente.
Se fomentó en las aulas del ayer el amor por su tierra, el respeto y consideración por los demás, la conciencia de lo humano y lo social, y todo eso está a flor de piel de la gran mayoría de los egresados del Instituto. Lo de hoy es hablar y escribir las glorias de los paros, bloqueos y plantones, de la destrucción del patrimonio ajeno y de creerse transformadores cuando que apenas alcanzarán a ser testigos del cambio tecnológico y humano.
Una de las razones de la enorme cantidad de bloqueos que padecemos en Oaxaca es consecuencia de la mala educación y de su incapacidad de trascender su “yo” para pensar en un “nosotros”. Mientras la educación no cambie, pasarán muchas generaciones antes de que nuestra tierra vuelva a ser un lugar de oportunidades.
La desgracia de la UABJO ha provocado una sangría de talento. Cientos de jóvenes se van cada año a escuelas públicas de otros estados. La única forma de acceder a formación de calidad es a través de escuelas privadas, muy lejanas del bolsillo de la mayoría de los oaxaqueños.
Las Universidades de Puebla, Querétaro o Ciudad de México reciben a estos talentosos jóvenes y los devuelven a la sociedad transformados. Pero transformarán otras latitudes porque muchos de ellos no regresarán, no tienen a qué regresar.
Universidades públicas como las de Puebla o Sinaloa vivieron situaciones semejantes a la que padece la UABJO, pero en aquellas tierras hubo determinación por corregir el problema, aquí no. La U. de Puebla goza hoy de un enorme prestigio académico, por ejemplo.
En Oaxaca, falta, y ha faltado, voluntad y valor para meter mano a fondo y corregir los problemas, prefieren los que ostentan el poder nadar de muertito y que los dejen transcurrir su mandato. Ellos y sus familiares no pagarán por la mala educación, la gente pobre de Oaxaca, sí.
Un ex director de una facultad dice que solución podría ser cerrar la institución por un año, liquidar a todos y empezar de cero, eliminando la elección del rector por votación universal. Tiene razón, podría ser una solución, a la que agregaría que, por Ley, la institución privilegiara por encima de todo la academia en lugar de los sindicatos. Casi el 95% del presupuesto se usa para pagar sueldos, apenas el 5% se emplea en la academia. Lo necesario es una justa proporción.
Finalmente, la Universidad no se hizo popular, se hizo imperial y propiedad de una familia que detenta el poder de una u otra forma. A tal grado es la descomposición de la UABJO qué es más acertado describirla por lo que no es, qué por lo que sí es.