Los caminos de Oaxaca
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Carpe Diem

Los caminos de Oaxaca

 


La historia de los caminos de Oaxaca y del mundo, son una narrativa infinita de avances tecnológicos, sacrificios y salteadores.

Los que hoy se dicen pueblos originarios son descendientes de poblaciones nómadas que llegaron desde Asia y para ello fueron abriendo camino a su paso en lo que fue una tierra virgen de la presencia humana. Nuestra vida, en cualquier época de la humanidad, no se explica sin caminos.

Durante el esplendor del imperio Azteca era bien sabido de la existencia de caminos que comunicaban a la metrópoli con los señoríos y cacicazgos mesoamericanos. Se sabe que Moctezuma comía pescado que le traían de Veracruz, que tenía en su penacho plumas de quetzal traídas de Chiapas o Guatemala, que tenían oro traído, probablemente, de minas de Guanajuato o Zacatecas.

Oaxaca tuvo un gran importancia y peso económico tanto en los años anteriores a la llega de Hernán Cortés como durante la colonia. Entre otras cosas, era una ruta obligada de paso en el camino hacia Centroamérica y sus recursos. Durante varios siglos la capitanía de Guatemala comprendía el actual territorio chiapaneco, por lo que la zona del Istmo era zona fronteriza.

Pero además de ser paso obligado, Oaxaca tenía en sus tierras una enorme riqueza: el cultivo de la grana cochinilla. Era tal su valor que, en algún momento de la colonia, sus exportaciones dieron más ingresos a los españoles que el oro que saqueaban.

Tramposos y ventajosos como se comportaron, los españoles prohibieron que hubiera caminos amplios hacia los pueblos del interior de Oaxaca, era una forma de someterlos y de controlar sus recursos, pero también de evangelizar y traer las ideas de occidente. Con ellos llegaron los caballos, lo que convirtió a las veredas en caminos de herradura. A pesar de la conquista, la ciudad de México permaneció como centro político-social de la vida colonial, modalidad que sigue vigente hoy.

La colonia abrió nuevas rutas en caminos a los que, de acuerdo con su categoría, llamó mayores, transversales y secundarios. En Oaxaca se construyeron rutas secundarias para incentivar el comercio entre nuestras propias regiones, las rutas primarias se usaron para el traslado de las mercancías al puerto de Veracruz con destino a España. La economía de aquellos años era una “economía hacia afuera”.

En el siglo XIX, cuando Benito Juárez fue gobernador, Oaxaca vivió un pequeño auge en el trazado, mejoramiento y apertura de vías de comunicación. Él sabía que, para sacar del atraso a las comunidades, era necesario comunicarlos y darles educación. Estos ideales juaristas son poco reconocidos que, como indígena que era, sabía lo necesario que era actualizar la cosmovisión de aquellos que seguían viviendo igual o peor que en la era precolombina.

El ferrocarril fue un enorme salto tecnológico que inició con Juárez y materializó Porfirio Díaz. En 1892 se inauguró la vía hacia Tehuacán, Puebla, Apizaco y la CDMX. En el istmo ya trabajaba la vía que conectaba ambos océanos, que tuvo gran impacto hasta la entrada en funciones del Canal de Panamá. Como nota curiosa, fue el propio Congreso Mexicano en 1824 el primero que tomó en serio la idea de crear un canal en el Istmo, aunque la falta de dinero y lo convulso que estaba el país fue un gran impedimento.

Las carreteras asfaltadas llegaron apenas a mediados del siglo XX. La Panamericana fue todo un hito en nuestra historia. Atravesó ríos, cañadas y serranías y permitió el contacto directo con Tehuantepec en apenas cuatro horas. Esto fue durante la presidencia de Miguel Alemán, dentro de un plan diseñado por los Estados Unidos para comunicar Alaska con Chile, vía terrestre.

A partir de entonces la lucha de muchos pueblos fue por la construcción de caminos pavimentados. En los años 50 se abrió la carretera hacia Ixtlán y Tuxtepec y en los años 60 la carretera a la costa, ambas de tortuosa terracería. A partir de esas carreteras se empezaron a trazar caminos rurales que eran auténticas lagunas de barro en temporada de lluvias.

La construcción de carreteras significa enormes inversiones y, en muchos casos, grandes retos tecnológicos debido a los accidentes geográficos que hay que superar. No solo hoy, sino el mismo Benito Juárez creía firmemente en el cobro de peajes para el pago de los enormes gastos.

La semana pasada vino el presidente de la república a entregar una serie de caminos que él mismo define como artesanales. Se trata de uno de sus programas sociales con los que pretende reducir la pobreza.

Es grato ver a un presidente bajar de su silla imperial para caminar a ras de tierra, aunque en este caso más con fines electorales que con fines de bienestar. Los caminos son necesarios.

Por decisión presidencial se ordenó entregar los recursos directamente a los municipios. Él mismo, en uno de sus videos, afirmó que cada trabajador recibió un pago de mil doscientos pesos semanales. De todos es conocido que un peón de albañil gana, por lo menos, dos mil cuatrocientos, que un maestro gana más de tres mil, y que la ley ordena que se les otorguen prestaciones, al menos el Seguro Social.

La apertura de los caminos es una obra indispensable, pero no suficiente. Dar un empleo temporal mal pagado no solucionará los problemas de los que hoy, una vez terminado el camino, volverán a su pobreza cotidiana.

A los nuevos caminos, por bonitos que luzcan, les falta algo muy importante, son apenas el lado material. Falta algo imposible que se obtenga bajo esta administración. Por más caminos que se construyan, si no van acompañados de una educación de calidad que les permita superar antiguas y caducas visiones del mundo las comunidades seguirán en la pobreza siempre, como hoy.

Los buenos caminos no son los de asfalto o cemento, son los que permiten a las personas abrir los ojos y la mente a nuevas realidades en un mundo cada vez más tecnológico y científico.