San Francisco y San Andrés
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Carpe Diem

San Francisco y San Andrés

 


En conferencia en la ventanilla del avión, el presidente electo explicó porqué usó, y seguirá usando, el término “prensa fifí” para referirse a la prensa que lo critica, a la que implícitamente comparó y señaló como golpista y culpable del derrocamiento y asesinato de Francisco I. Madero, en 1913.

¿Realmente así fue? Hay versiones que dicen que Andrés Manuel es un hombre que lee mucho, pero que sus lecturas son únicamente para reforzar algunas de sus creencias y dogmas ideológicos e históricos. Pero también, la mayoría de los mexicanos solo conoce la historia que estudió, por obligación, en los libros de texto gratuitos, una historia llena de mitos y fantasías.

Parece ser que la historia del “apóstol” Francisco, en lo relativo a su faceta política, es mucho menos heroica y bastante más torpe de la que enseñan los maestros. El lado empresarial de él y su familia es todo lo contrario, pues está coronada por un gran éxito económico.

Llama la atención la insistencia de AMLO en realizar paralelismos entre él y Madero, con astucia para no repetir los errores que aquel cometió entre 1911 y 1913. Algunas de sus medidas políticas están encaminadas en ese sentido, como el hecho de seleccionar un Secretario de la Defensa Nacional ajeno a la élite militar actual, buscando lealtad a toda prueba y evitar un cuartelazo en el futuro, como el de Victoriano Huerta, que terminó por asesinar a los dos hermanos Madero, Gustavo y Francisco.

Francisco I. Madero fue un buen líder social, pero no un buen político ni mucho menos un estadista, afirma José Antonio Crespo, quien agrega que el mismo Madero lo reconoció en el “Plan de San Luis”. Lo mismo está pasando con AMLO, a quien le cuesta trabajo dejar su papel de líder opositor y asumirse como presidente de todos los mexicanos, incluidos los que no simpatizamos con él.

Preocupante es también el hecho de que Francisco I. Madero, en su natural religiosidad, su humanismo cristiano, aunque de creencias espiritistas, tenía inclinación por el martirio. Su propio abuelo le advirtió que los redentores terminan crucificados, pero él se sentía seguro “mientras el pueblo me aplauda”, afirmaba. Preocupante es que AMLO también afirma cosas parecidas, señalando que, mientras el pueblo lo cuide, él no necesitará protección. No importa que tanto simpaticemos o lo critiquemos, él será el Jefe del Estado y su seguridad es un asunto que nos preocupa a todos, por la estabilidad de México. Habría una crisis enorme si alguien atentara contra él. El asesinato de Madero sumió al país en una nueva guerra contra el golpista Victoriano Huerta.

La prensa de la época criticó duramente la buena fe, la honestidad, el respeto a la ley y la candidez del presidente Madero y lo hacía porque consideraba que esas virtudes no eran las más convenientes para ser político y, mucho menos presidente de un país en medio de enormes tensiones sociales, como el hecho de que, apenas a veinte días de asumir en 1911, Emiliano Zapato lo desconoció y lo calificó de “tirano”.

Madero no fue ingenuo, supo de la traición de Huerta antes del golpe de estado, pero le ganaba su sentido humanista, estaba consciente de que estaba rodeado de hombres malvados, que normalmente triunfan sobre los hombres buenos. Escribió a José Vasconcelos: “Tenemos que triunfar porque representamos el bien”.

El idealismo es otro de los paralelismos que gusta presumir el presidente electo, pero en los hechos, la realidad es mucho más perversa que sus buenas intenciones. La autoridad moral puede ayudar, pero no resolverá por si sola la grave realidad que enfrenta el país, con una crisis de seguridad, equivalente en muertos, a una guerra civil.

Existen otras similitudes. Madero derrotó un régimen que tenía 30 años en el poder; AMLO a los anteriores seis sexenios a los que califica de neoliberales. A principios del siglo XX se señalaba al gobierno de Porfirio Díaz como muy corrupto; hoy señalamos al gobierno de EPN como uno de los más corruptos de la nuestra historia.

Cito a José Antonio Crespo: “Al parecer, Madero había aceptado desde hace tiempo su martirio, pues de alguna forma lo intuía. Escribió que los espíritus con los que se comunicaba le habían anunciado que sería presidente, pero también le habían profetizado que, al final, el destino le reservaba una corona de espinas. Madero llegó a comentar a algunos amigos que, después de que triunfe la revolución perdería la vida porque, una revolución para que sea fructífera, debe ser bañada por la sangre del que la inició”.

¿Cómo explicar la necesidad de AMLO de pasar a la historia? Puede lograrlo a través de un gran ejercicio del poder, pero también podría serlo a través de su propio martirio, lo que no deseo de ninguna manera.

El futuro presidente tiene una tendencia natural a las comparaciones y descalificaciones en función del público al que se dirija, generando como consecuencia una constante turbulencia que a nadie beneficia.

Ni idealismo ni martirio, México necesita sensatez en lugar de insultos y descalificaciones morales; criticarlo a él no es criticar a México ni al pueblo ni tampoco significa ser golpista ni traidor; razones y argumentos en lugar de simples opiniones, responsabilidad y estabilidad en el manejo de la economía para no destruir al país tratando de demostrar quién manda, llevándose al país en sus venganzas personales.

Gobierno social
En Oaxaca deberíamos darnos por satisfechos por el ánimo y sentido social de la clase gobernante que tenemos, les encanta aparecer en eventos sociales y ser publicados en periódicos, revistas y portales digitales en amables eventos de sociedad o costosos viajes por el país y el mundo. Lo que necesitamos no es su sentido de socialités, sino su sentido de lo social en el ejercicio del poder.