Peligroso avance de las “izquierdas” en América Latina
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Opinión

Peligroso avance de las “izquierdas” en América Latina

 


En los últimos años hemos visto una polarización en las preferencias políticas en el mundo y particularmente en América Latina. Las más recientes elecciones en Latinoamérica se han dirimido en segunda vuelta entre candidatos que representan posiciones de izquierda y candidatos que representan una nueva derecha. Últimamente, el electorado se ha inclinado por candidatos de izquierda. Distintos países de América Latina han elegido este tipo de gobiernos de corte populista y esta ola política parece recorrer la región.

Desde 2018, líderes ubicados a la izquierda del espectro político llegaron a la presidencia de México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile y Colombia.

El fenómeno se completa con el resultado de las elecciones en Brasil, donde el expresidente izquierdista Lula da Silva obtuvo ventaja sobre Bolsonaro.

Si bien otros países de la región han escogido gobiernos de distinto perfil político en los últimos años, con el triunfo de Lula, las siete naciones más pobladas de Latinoamérica y sus seis mayores economías quedan en manos de la izquierda.

Este contexto se explica por el descontento con los políticos, la desigualdad y el estancamiento económico, la inseguridad y la corrupción, el voto de los latinoamericanos en los últimos tiempos ha sido pendular: de izquierda a derecha y ahora nuevamente hacia la izquierda. Generalmente como regla, en las elecciones libres de la región el triunfo es de la oposición.

La expectativa del electorado es cambiar de lado para ver si las cosas mejoran, porque el grado de descontento en América Latina nunca había sido tan alto, actualmente la ideología es menos relevante en la decisión del electorado ya que la gente se ha ido aglomerando en el centro político y para el lado que se inclinan los votantes de centro le dan la victoria a los gobernantes.

Por años se trató en América Latina de disuadir a la gente de votar por la izquierda acusándola de comunista, pero esta táctica dejó de funcionar. Los candidatos de izquierda en la región tienen en común, hacer énfasis en la acción del Estado para disminuir la desigualdad económica para atraer los votos cruciales de centro

Antes, los presidentes de izquierda se distinguían entre sí por ser más radicales, como los Castro en Cuba o el venezolano Hugo Chávez, o moderados, como Lula o la chilena Michelle Bachelet.

Más allá de izquierdas y derechas, lo que prevalece es el populismo bajo un discurso en el que se expresa una concepción maniquea del mundo. En este discurso, la política se concibe como una lucha permanente entre el bien y el mal. En esta lucha, una noción homogénea y unificada del “pueblo” representa la virtud y el bien, mientras que las élites representan el vicio y la corrupción.

La vieja izquierda se aferró al fundamento teórico del marxismo el cual le habría otorgado sustento ideológica al identificar al capitalismo como un sistema de explotación de los trabajadores, más que como un sistema de producción, por lo que para acabar con las condiciones de explotación de los obrero suponía terminar con ese sistema de opresión que en términos del comercio mundial de mercancías propiciaba un nuevo tipo de imperialismo según la cual la vieja izquierda habría asumido también un carácter antiimperialista.

Silenciosamente, la izquierda reemplazó los fusiles por papeletas electorales, suplantó su discurso clasista por aforismos sobre igualdad y equidad que coparon el extenso territorio cultural, dejó de reclutar “obreros explotados” y comenzó a capturar almas marginales a fin de programarlas y lanzarlas a la provocación de conflictos bajo excusas de apariencia noble y justa, las cuales poco o nada tienen que ver con Marx, ni mucho menos con el terrorismo subversivo, sino con la “inclusión” y la “igualdad” entre los hombres: indigenismo, ambientalismo, derecho-humanismo, garanto-abolicionismo e ideología de género (esta última a su vez subdividida por el feminismo, el abortismo y el homosexualismo cultural) comenzaron a ser sus modernizados cartelones de protesta y vanguardia. El compromiso con la democracia, el feminismo y el ecologismo marcan la agenda de la nueva izquierda.

Un rasgo de la izquierda latinoamericana es su tendencia al autoritarismo, las amenazas y la represión disfrazados con discursos que endulzan el oído del “pueblo”. América Latina enfrenta un grave retroceso de libertades.

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