La Asunción de la Santísima Virgen María
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Opinión

La Asunción de la Santísima Virgen María

 


LUBIA ESPERANZA AMADOR

. Este dogma en particular, fue pronunciado, declarado y definido como divinamente revelado, por el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, en la Constitución “Munificentissimus Deus”, afirmándose que la Santísima Virgen María, luego de su vida terrena, fue elevada a la gloria celestial en cuerpo y alma.

¿Hay fundamentos bíblicos para este dogma mariano?

Por supuesto. Hay que recordar primeramente que un dogma es una verdad de fe, revelada por Dios (en la Sagrada Escritura o contenida en la Sagrada Tradición); además, es propuesta por la Iglesia para ser creída a fin de crecer en nuestra vida espiritual y de unión con Dios.

En el caso de la Asunción de María Santísima, la propia Biblia establece que hubo personas asuntas a los cielos, tal es el caso de Enoc (Gn 5, 24) y de Elías (2Re 2, 11-12), quienes fueron llevados al Cielo por su fe y por haber agradado a Dios toda la vida; lo mismo ocurrió con María, claro que con Ella en mayor grado, pues, como lo decía San Juan Pablo II, “mientras para los demás hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio”; mientras de Enoc la Biblia dice que “anduvo con Dios” (Gn 5, 22), en cambio a María el Ángel le dijo que Dios estaba con Ella: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28). Tenemos claro, entonces, que María agrada a Dios y es modelo de Fe, en tan esplendoroso sentido, que ya es salva desde antes de la Pasión de Nuestro Señor, como Ella misma lo declaró: “… mi espíritu salta de contento en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz” (Lc 1, 47 – 48).

Así, pues, el dogma de la Asunción de María es plenamente bíblico, pues María es la Nueva Arca de la Alianza de Dios con los hombres, esa Nueva y Definitiva Alianza que jamás va a pasar; es decir, María trae en su seno al portador de la Nueva Ley del Espíritu que da libertad, trae en su seno a Jesús; por eso, lo mismo que David saltó de alegría frente al Arca de Yavé (2 Sam 6, 14), así también, Juan el Bautista lo hizo en el vientre de su madre cuando llegó María y escuchó su saludo (Lc 1, 44). Y esa “Nueva Arca de la Alianza”, tenía que subir al Cielo, junto con el Señor: “¡Levántate, Señor, y ven a tu reposo, Tú y el Arca de tu fuerza!” (Sal 132, 8); María es el Arca de la cual habla el Apocalipsis (11, 19 y el texto subsiguiente), dice San Juan que “se abrió el Santuario de Dios en los cielos y vio el Arca de la Alianza”, lo que San Juan vio fue a la Mujer vestida de sol, es decir, a María: “Apareció en el cielo una señal grandiosa: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12, 1).

María nos precedió en el cielo y nos precederá siempre, como Madre del Rey que se sienta al lado del trono {Sal 45(44), 7-10}. El Papa Francisco nos recordaba hace un año que “mirando a María Asunta podemos decir que la humildad es el camino que conduce al Cielo”. ¡Que así sea!

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