¿Para qué sirve el feminismo?
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Opinión

¿Para qué sirve el feminismo?

 


Es la pregunta que después del #8M muchas personas se hicieron, más en tono de reclamo que de reflexión.

Para la igualdad y la libertad, me atrevo a responder sin temor a equivocarme. En el más amplio sentido de esas palabras. NO solo igualdad de iure, sino de facto, igualdad sustantiva. Y no solo libertad y emancipación de las mujeres, sino también de los hombres que deben sujetarse desde que nacen a los mandatos del sistema patriarcal, demostrando y reafirmando constantemente su masculinidad, su fuerza, su valentía, su éxito económico, su poder… ¡uffff, qué agotador física y emocionalmente! Y así por los siglos de los siglos: en las guerras, en canchas de futbol, ante las botellas de licor, lamentablemente hasta en sus hogares con sus familias y a través de la violencia.  

¿Para qué ha servido el movimiento de mujeres a nivel mundial? ¿Qué ha cambiado en la vida de las mujeres, de la sociedad con su actuar desde hace más de dos siglos? ¿Cómo se refleja el avance de las distintas olas feministas en la cotidianidad social?

Los logros históricos del feminismo son muchísimos y son ampliamente reconocidos en diversas partes del mundo, especialmente en los países occidentales. El feminismo, como perspectiva filosófica y política implica visibilizar los problemas de género y con ello implementar soluciones radicales que entrañan un peligro para el orden de dominación patriarcal, ya que indudablemente representan un peligro para las leyes y costumbres que, a pesar de que violentan los derechos humanos de las mujeres, han sido por siglos considerados como sagrados, como casi intocables.

El solo hecho de colocar en la agenda y el debate público el tema de la desigualdad estructural entre mujeres y hombres, la existencia de grandes brechas entre ambos sexos es en sí mismo un logro. Y considerando que la esencia del feminismo es precisamente la igualdad sustantiva, la igualdad en la diferencia, luego entonces el feminismo, como movimiento social, se configura como un logro del activismo de las mujeres cuya dimensión pudimos verificar en las nutridas movilizaciones y marchas en numerosas ciudades del mundo del pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Imparable. 

Otros logros históricos del feminismo tienen que ver con los derechos a la participación política, es decir el sufragio y el poder ser electas para cargos populares; siguiendo con la ampliación de los derechos políticos, civiles y sociales de las mujeres, que han contribuido en el proceso de visibilizar a la mujer como sujeta plena de derechos.

El derecho a decidir sobre su cuerpo, la maternidad o no, el embarazo, su interrupción, que por cierto en la semana que termina Sinaloa se suma para ser ya siete las entidades que en México han despenalizado el aborto. 

Y de cada gran logro se derivan grandes cambios: no hay profesión, cargo público o en el sector privado, actividad, oficio, profesión, deporte, donde no estén las mujeres. Lo que pugnamos desde el feminismo es la forma que también es fondo, las condiciones, que sean iguales en dignidad, para garantizar su permanencia, para conciliar la vida laboral con la personal y familiar. 

Lamentablemente todas las exigencias del movimiento feminista coinciden en la imperiosa necesidad de alzar la voz ante la constante y creciente violencia de género pues las mujeres vivimos en un lugar donde no estamos seguras ni en la calle, la escuela, el trabajo o la propia casa. Donde según la ONU Mujeres, 6 de cada 10 niñas han vivido alguna forma de violencia.

Hoy más que nunca el mundo necesita del feminismo. Hoy que una guerra, una postpandemia, una economía mundial tambaleante y numerosos factores ponen en vilo el ejercicio pleno de todos los derechos de las mujeres, recrudecen un panorama de riesgo para la supervivencia como sociedad.   

Es imperioso detenerse a revisar qué falta por hacer. La gobernanza con perspectiva de género debe prevalecer e implementar políticas públicas que nos ayuden a cerrar las brechas. Pero primero que las mujeres seamos reconocidas y respetadas como lo que somos: personas.