Mujeres y cultura de paz
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Mujeres y cultura de paz

 


Febrero de 2022 ha sido marcado por un momento terrible en el que la paz mundial está en vilo; es un año que marca un siglo desde la integración oficial de la Unión Soviética, y 25 desde su caída, una coyuntura que invita a la reflexión en torno a los costos que el patriarcado (y sus acciones beligerantes como en el conflicto ruso-ucraniano) tiene sobre todas las personas (aunque de manera diferenciada, dependiendo de su situción social, económica y política), dejando a su paso personas empobrecidas -sobre todo mujeres e infancias-, desplazadas o muertas en el más trágico de los escenarios.

La presencia e intervención de las mujeres en los procesos de pacificación es imprescindible. En octubre del año 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 1325 sobre las mujeres, la paz y la seguridad que insta a que las mujeres participen en la consolidación de la paz, estén mejor protegidas ante violaciones de sus derechos humanos y tengan acceso a la justicia.

De acuerdo con estudios especializados, los procesos de paz pueden ser escenarios inigualables para modificar causas estructurales del conflicto armado y para el diseño de políticas que permitan afrontar la exclusión, la pobreza o la democratización. Además, al ser la violencia un pilar histórico de la estructura patriarcal, se refuerza la necesidad de incorporar una perspectiva de género a la pacificación.

Desde esa mirada patriarcal, tradicionalmente, las mujeres han sido consideradas víctimas pasivas de la guerra. Fue hasta los años noventa cuando se reparó en los diferentes papeles que jugaban las mujeres dentro de los conflictos armados.

En diversas partes del mundo, las mujeres se han organizado para protestar contra la guerra, denunciar violaciones a sus derechos humanos durante los conflictos armados, exigir que las partes en conflicto emprendan conversaciones de paz y trabajen por finalizar la violencia.

En 31 procesos de paz, entre 1992 y 2011, solo un 4% de personal signatario, un 2.4% de mediadores principales, un 3.7% de testigos y un 9% de negociadores eran mujeres, con perfil temporal y roles más simbólicos que sustantivos, ante la falta de esfuerzos institucionales para integrarlas a los procesos formales de paz.

Pero, ¿qué pasa cuando sí están las mujeres? De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, hay más probabilidades de alcanzar un acuerdo y de que éste se implemente; hay más posibilidades de que la paz sea sostenible en el tiempo.

Además, catalizan la recuperación económica después del conflicto armado, pues desde la perspectiva de género en los acuerdos sobre seguridad, justicia, desarrollo económico y gobernabilidad, les permite a ellas beneficiarse directamente de los “dividendos de la paz”, como la creación de empleo e invertir más rápidamente en el bienestar y educación de sus hijos e hijas, velar por la seguridad alimentaria y reconstruir las economías rurales.

El movimiento por la paz ha sido uno de los movimientos sociales más “feminizados” y, a algunas, los conflictos armados les han proporcionado la oportunidad del empoderamiento y de acceder a esferas sociales que hasta entonces les habían sido negadas.

Son las mujeres las que han sido capaces de construir puentes de diálogo y empatía en sociedades polarizadas. Las alianzas establecidas entre mujeres las han empoderado para superar divisiones políticas, étnicas o religiosas, no sin ser calificadas de traidoras a su pueblo si se atrevieron a cruzar la frontera y dialogar con otras mujeres, no sin dejar la empatía ante el sufrimiento de otras víctimas cuando la violencia sexual aparece como arma de guerra.

¿Y por qué no están las mujeres? Por la falta de voluntad política y argumentando que la agenda de las negociaciones se desvía hacia los mal llamados “temas de mujeres”. Por supuesto que la simple incorporación de las mujeres no hará que automáticamente la justicia, la igualdad y la inclusión impregnen los procesos de paz pero, sin ellas, dichos principios brillarán por su ausencia.