CENEO y sus titiriteros
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Editorial

CENEO y sus titiriteros

 


Quienes se han convertido en una verdadera piedra en el zapato para la gobernabilidad y la paz social, son algunos sujetos que, con capucha y palicate militan en la llamada Coordinadora Estudiantil Normalista del Estado de Oaxaca (CENEO). No suman ni cincuenta, pero obedecen a pie juntillas las consignas de sus titiriteros, presuntamente de los grupos radicales de la Sección 22 del SNTE, para tomar camiones urbanos, asaltar unidades de mercancía, secuestrarlos y encerrarlos en los patios del Centro Regional de Educación Normal de Oaxaca (CRENO). Por fortuna, la Policía Estatal ha encontrado una forma sutil de acotar sus accciones y evitar que se conviertan en un suplicio ciudadano. Este grupo de jóvenes de ambos sexos, actúan con absoluta impunidad, tomando como bandera los 43 desaparecidos de la Escuela Normal de Ayotzinapa, que les hace tener una especie de blindaje.

Lo que sigue estando en tela de juicio es, ¿quiénes exactamente los mueve y qué intereses persiguen con estas acciones? Hay períodos de calma chicha en la que no se sabe de acciones temerarias ni fuera de la ley. Sin embargo, de repente, un determinado día de la semana inician con la toma de camiones urbanos, el cierre de la Calzada San Felipe o el recorrido en caravana, con las unidades secuestradas, rumbo a la caseta de cobro de San Pablo Huitzo, en donde son clientes cotidianos. Es un hecho que los jóvenes mercenarios no se mueven solos y que toda acción que emprenden tiene un perfil político. El jueves de la semana pasada, por ejemplo, fueron encapsulados por elementos de la Policía Auxiliar, Bancaria, Industrial y Comercial (Pabic), cuando ya hacían de las suyas.

Para los oaxaqueños se trata de un verdadero cáncer social. Ver grupos de jóvenes de ambos sexos, recorrer las calles avituallados de mochilas, gorras, capuchas y otras, es síntoma de que habrá movilización, cierre de cruceros y avenidas. Su platillo favorito es la Terminal de Autobuses de Primera Clase, en donde vuelcan toda su frustración, o el Aeropuerto Internacional, ubicado en jurisdicción de Santa Cruz Xoxocotlán. Lo que sorprende es que el gobierno de Alejandro Murat tiene claro quién los mueve y con qué propósito. Sin embargo, no actúa, bajo el pueril argumento de no quiere repetir los escenarios de 2006 o de junio de 2016 en Nochixtlán.

 

Sin política de seguridad

 

Los medios de comunicación impresos, electrónicos y digitales han dado cuenta puntual de esta jornada violenta que nos puso en el escaparate nacional. Oaxaca y Zacatecas fueron calificadas hace dos semanas, como las dos entidades más violentas del país. Como hemos dicho en comentarios anteriores, es cierto, México vive una situación de violencia y crimen exacerbada. No somos una excepción. Sin embargo, tampoco es una justificación. Las ejecuciones han llegado a la misma capital. Y todo mundo se encoge de hombros. Antes de tomar posesión como presidente de la capital, el actual edil se reunió con la Policía Municipal y pudo constatar la situación tan lamentable con la que pretenden cumplir con su tarea. Hay desánimo, un nulo avituallamiento, carencias en equipo, etc. La pregunta es: ¿y a dónde han ido a parar los recursos de los fondos federales que se asignan a los municipios para atender el rubro de la seguridad?

Y un padecimiento similar se tiene a nivel estatal. El regateo de la gasolina para surtir las patrullas, la falta de cumplimiento con las demandas de la tropa, los vicios arraigados en la corporación. ¿Qué pueden hacer cinco o seis elementos en una patrulla, en sitios sin ley como Matías Romero o Santa María Petapa, verdaderas cuevas de delincuentes, más que ver la carnicería de lejos y sin meter las manos? Lo que constituye una verdadera ofensa a la inteligencia de los oaxaqueños es seguir insistiendo en el viejo discurso de que somos una entidad segura. Casi como si fuéramos un Edén.

Lo grave es que esta situación de inseguridad y acciones delictivas, por información que han manejado algunos medios de la capital del país, ya está permeando en el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y en zonas turísticas de la entidad. Por fortuna y en una acción providencial no nos hemos convertido en símil de entidades en donde el crimen organizado ha impuesto su ley. Sin embargo, al paso que vamos y ante la parálisis gubernamental para instrumentar mecanismos de disuasión o prevención, no hay duda que nos encaminamos a escenarios cada vez más violentos. En las corporaciones permea la inconformidad y la insatisfacción. Se menciona a menudo que, en la Policía Estatal, el Comisionado es una especie de florero, en tanto que en la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI), lo que prevalece es el chisme y los rumores, poco trabajo de investigación.