A tres años y nada
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Opinión

A tres años y nada

 


Por Carolina Gómez Vinales

 

El miércoles pasado, el presidente López Obrador declaró en un mitin con el Zócalo repleto de personas: “estamos de pie, a pesar de la pandemia que tanto dolor nos ha causado”. Quiero pensar que se refería a él y a su círculo cercano. Porque en este país se ha registrado un exceso de mortalidad de casi 600 mil defunciones que tienen a un número de familias muy agobiadas y angustiadas por sus pérdidas y, desafortunadamente, muchas de ellas no están de pie. Perdieron a un ser querido, quizás al eje de la familia, y algunas otras puede que hayan perdido hasta su patrimonio para atender la enfermedad. La pandemia por covid-19 ha sido una crisis sanitaria internacional de dimensiones aún no identificadas, principalmente por las consecuencias a la salud de millones de personas en el mundo.

El balance de la gestión de la pandemia de este gobierno es que ha estado rodeada de decisiones fallidas y tardías. No ha habido una respuesta organizada y coherente basada en principios científicos. Y no sólo eso, la congregación en el Zócalo ha puesto en riesgo la salud y la vida de muchas personas que fueron acarreadas por un partido político que no considera a la salud como una prioridad. No olvidemos que sólo el 50 por ciento de la población mexicana adulta ha sido vacunada con un esquema de dos dosis.

Así, mientras el mundo se prepara para la llegada y posible impacto de una nueva variante de covid-19, el Presidente de México expone a miles de personas a riesgos epidémicos. La transmisión acelerada de covid-19 ha sido evidente. Estamos por alcanzar la cuarta ola de la pandemia, en espera de la llegada de la variante ómicron, apenas identificada la semana pasada en Sudáfrica. Con la evidencia actual, parece que esta variante sí se está desplazando a un ritmo más acelerado, como ocurrió con delta. Ya vimos que las fronteras sí son permeables a los virus y el ómicron parece haber llegado a nuestro país. Hay que ser cautelosos, vacunarse pronto y seguir utilizando el cubrebocas.

El mes pasado, la Cámara de Diputados aprobó un incremento de 15% al presupuesto para el ramo salud, que no se ve viable de sostener porque, en realidad, esos recursos se tomaron del Fondo de Salud para el Bienestar, antes llamado de Gastos Catastróficos. Los incrementos están destinados, según la narrativa oficial, para vacunas, también hacia el Programa de Salud y Medicamentos Gratuitos del Insabi, sueldos para contratos eventuales de personal y gastos administrativos en general. La inversión física o infraestructura crecerá escasamente.

El sistema público de salud requiere más acciones concretas y menos promesas. A tres años de la llegada de este gobierno al poder, y después de haber desmantelado todo el andamiaje administrativo para las compras consolidadas de medicamentos, seguimos en espera de que se regularice el abasto y la entrega de tratamientos de forma expedita y oportuna a los beneficiarios de los servicios de las instituciones públicas de salud. Se necesita también reforzar el primer nivel de atención, porque es ahí donde se desahoga y previene el mayor número de pacientes con riesgos en su salud por obesidad y diabetes. Existe, además, un rezago y una demanda no satisfecha de anticonceptivos en mujeres en edad reproductiva, que también debe considerarse atención primaria a la salud.

Algunos de los componentes de la atención primaria a la salud, basados fundamentalmente en la prevención, recuperación y rehabilitación son: la vacunación en contra de las enfermedades infecciosas, planificación familiar, surtimiento de medicamentos, contar con una adecuada fuente de agua potable y aumento de la participación ciudadana en la salud de sus comunidades. Eso es lo que demandamos los mexicanos de las autoridades sanitarias. Insisto que pensar en salud, después de dos años de enfermedad y muerte, es lo justo.