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¿Y dónde están aquellos ángeles que le indicaron a San Agustín de Hipona qué libro leer para calmar sus angustias y cambiar su vida? Quizá el mensaje aún no ha sido escrito para nosotros, quizá ni tan siquiera esté planeado en forma de libro. A lo mejor permanece en palabras sagradas que sólo en sueños podremos descifrar algún día. Eso me lo digo tumbada en la cama sin deseos de levantarme para mirar otra vez los minutos, las horas y los días pasar: la gotas de lluvia, el claxon de los urbanos, el ladrido de los perros asomarse por los resquicios de las puertas y ventanas. ¿No le parece absurdo vivir trescientos sesenta y cinco veces lo mismo? ¿Leer requiere de una voluntad y de una necesidad de ser guiados e iluminados para encontrar nuestro camino en el mundo? 

Leer requiere de voluntad. La mía parece estar en bancarrota.  Leo y las palabras se me juntan como una explosión. Todo parece estar en un código inentendible. Marcel Proust dice que los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera. Es posible que la poesía sea otro idioma, el lenguaje del cielo y del infierno. Un hombre común no podría entenderlo. Yo soy una mujer cualquiera, en un día cualquiera intentando dialogar con un desconocido. Tengo esperanzas de ser bendecida. A veces dejo que la oscuridad me posea y desde ahí, rememoro las palabras que un día brillaron con la luz del sol. Compartiré algunos de los pasajes que guardo en mi libreta roja: 

“Las flores, en los prados parroquiales, rezan sin cesar. Rezan todas las flores de Santa Margarita y las campanillas de San Roque, así como los dorados y más comunes dientes de león. A fuerza de oraciones, los cuerpos de los dientes de león se vuelven cada vez menos materiales, cada vez menos dorados, cada vez menos concretos hasta que, en junio se transforman en sutiles angelitos. En ese momento, Dios conmovido por su devoción, envía vientos cálidos que conducen al cielo las angelicales almas de los dientes de león.” Un lugar llamado Antaño, Olga Tokarczuk. 

“Los números primos son lo que queda después de eliminar todas las pautas. Yo creo que los números primos son como la vida. Son muy lógicos pero no hay manera de averiguar cómo funcionan, ni siquiera aunque pasara todo el tiempo pensando en ellos.” El curioso incidente del perro a medianoche, Mark Haddon.

“Pero el cielo es algo distinto, lejano inmodificable, hostil. No tenemos ningún poder sobre él. Aún los estratos más bajos de la atmósfera son independientes de nuestro dominio. Hay que soportar el viento que sopla, aguardar el beneplácito de las lluvias, sufrir semanas y meses tórridos. Nada podemos contra las tempestades; sólo podemos atraer de vez en cuando, algunos rayos.” Gog, Giovanni Papini.

“Qué vida tan dura ha tenido Ma Parker. Sí, una vida muy dura. Su mentón comenzó a temblar: no había tiempo qué perder. Pero ¿en dónde, ¿adónde? No podía ir a casa; ahí estaba Ethel. La mataría del susto. No podría sentarse en una banca cualquiera. La gente vendría a preguntar. Imposible volver al departamento del señor. No tenía derecho a llorar en casa ajena. Si se sentara en un escalón, algún policía la abordaría…¿No existía lugar en el mundo donde ella pudiera, por fin soltarse a llorar?…La señora Parker se quedó de pie, mirando de un lado a otro. La gélida ventisca hinchó su mandil como un globo. Comenzaba a llover. No, no había lugar alguno.” La vida de Ma Parker, Katherine Mansfield.

“Nunca estamos infinitamente lejos de aquellos a quienes odiamos. Por la misma razón, pues podríamos creer que nunca estaremos absolutamente cerca de aquellos a quienes amamos. Cuando me embarqué ya conocía este principio atroz. Pero hay verdades que merecen nuestra atención, y hay otras con las que no conviene mantener diálogos.” La piel fría, Albert Sánchez Piñol. 

Cierro la libreta de citas. ¿En qué diablos estaba pensando cuando las transcribí? La libreta está semivacía, abundan las hojas en blanco. El tiempo transcurre. Tic tac tic tac. Comienzo otra vez. Un libro, un encuentro. ¿Cuándo vendrá el ángel que me guiará a mis destino final?

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