Las jaulas virtuales de la educación
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Opinión

Las jaulas virtuales de la educación

 


En nuestro segundo año consecutivo de pandemia, la “educación” parece desplazarse a un frío y descarnado concepto de jaulas virtuales, donde alumnos y maestros disfrazan una preposición de aprendizaje fallida. El problema de una educación a distancia debería ser una prioridad política que busque y propicie el encuentro con especialistas y docentes para reelaborar un proyecto educativo que se ajuste a nuestra realidad, a sus adversidades y contratiempos. El planteamiento de una educación virtual sigue siendo un reto catastrófico porque son muchos los componentes que la obstaculizan: se necesita de infraestructura, de una vida económica sin desigualdades, de una reformulación de la profesión docente. El concepto de enseñanza híbrida no es sólo adquisición de habilidades tecnológicas, se necesita el desarrollo de una filosofía pedagógica y de trabajo didáctico en conjunto.  

Haré una pausa anecdotaria ya que mi pequeña calicó, una gata tricolor se ha puesto sobre mis piernas y me ha mirado fijamente con sus tremendos ojos verdes. Sonrío y pienso en mí misma como alumna y tallerista. Nunca me he considerado una alumna brillante, ni mucho menos a alguien que se le recuerde, pero debo admitir que durante mi escolaridad me vi metida en varios fracasados intentos, uno tras otro de proyectos culturales para mis escuelas. Aprendí de mis errores, aprendí a escuchar, a trabajar en equipo y sobre todo, a ver con otros ojos las distintas soluciones al mismo problema. Me gusta pensarlo porque fuimos un grupo de diez niños poniendo el ejemplo de no consumir tantas bolsas de plástico, fuimos adolescentes que hicieron un concurso de grafitti con temas ambientales, fuimos jóvenes universitarios que intentaron fomentar la lectura en la comunidad universitaria.

Es justamente estas voluntades las que hacen y propician un cambio. La educación es para ellos y tenemos la obligación de escuchar sus inquietudes, sus sueños, sus pasiones. No debemos dejar que estas voluntades se mueran en esas jaulas virtuales, en estas pesadillas detrás de una pantalla. Pero ¿cómo hacerlo posible? No creo que yo tenga una respuesta, tampoco creo que haya una respuesta única a algo que siempre está en constante movimiento. La experiencia se da con experiencia y no con una guía pre hecha de actividades. Sin embargo, dada mi fe en el arte y en la literatura, considero que deberíamos apostar por un currículum menos cerrado y sacarles provecho a las manifestaciones artísticas para favorecer el diálogo con los niños y jóvenes y así suscitar/ crear un vínculo pedagógico que casi no existió en este ciclo escolar.

La educación escolarizada necesita desamarrarse de contenidos enciclopédicos y vacíos de experiencia. En esas jaulas virtuales lo único que se ve es un hartazgo, desigualdades sociales y la ausencia de situaciones de aprendizaje. La pandemia es y debería considerarse una oportunidad para construir un proyecto de escuela del siglo XXI: espacios interactivos de aprendizaje con herramientas tecnológicas, espacios recreativos e interdisciplinarios, espacios de expresión artística y fomento del diálogo, espacios de resolución de problemas de la comunidad, etc. 

Los espacios escolares deberían considerarse en movimiento y no una forma estática. Llevamos arrastrando varios años una concepción desfasada y utilitaria que sólo han marcado un abismo entre las clases sociales, un abismo entre la vida y el conocer. El verdadero don de la profesión docente es la creatividad y el ingenio para la adecuación de la teoría a las necesidades de su entorno. Ser docente en nuestro tiempo requiere de un llamado del alma. Es muy triste que la sociedad no comprenda todo el esfuerzo que hacen para saltar todos estos obstáculos que han estado ahí desde hace mucho. 

Estamos pasando por un momento de transformación pedagógica, quiero ser optimista, y el papel del educador debería transmutar, quizá buscar esa otras alternativas que no han sido tomadas en cuenta. Ocupemos la literatura, la escritura y el arte en general como una herramienta de autoconocimiento y autocrítica y como herramienta formativa. Hoy creo más que nunca en una pedagogía de la imaginación y del descubrimiento.