El ejercicio del poder patriarcal en la institución de la familia y trabajo sexual
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El ejercicio del poder patriarcal en la institución de la familia y trabajo sexual

 


Por Alejandro Gustavo González Cristóbal

 

El sexoservicio y la violencia familiar son fenómenos similares que están cimentados en la opresión patriarcal y la violencia contra la mujer. Estos operan a través de mecanismos misóginos y machistas que podemos observar mediante las relaciones de poder en torno a la mujer y su lugar en la sociedad.

 

Como proponía la antropóloga argentina Rita Segato, en sus estudios sobre la violación, el hombre toma un papel de ente de “normalizador”, o sujerto “moralizador” el cual –mediante el acto de la violación– ejerce una relación de poder hacia la mujer para “ponerla en su lugar”. Ya sea porque esta emite un comportamiento “inmoral”, se rebela contra la costumbre, o niega una posición de sumisión y servintilismo. La manera de ponerla en su lugar es la violación, el ultraje, no como un medio para satisfacer un deseo sexual sino como un medio de castigo, de recordarle a la mujer que ella debe ser “sumisa y complaciente” y que el hombre es quien está al mando.

 

También es común que los agresores, suelen ser individuos que se sienten aislados e insuficientes, que sienten que tienen que probar su masculinidad. Una de las maneras en las que suelen obtener la aprobación de sus congéneres es mediante la violencia, la guerra o el poder económico o moral. Cuando estás anteriores fallan, el individuo recurre a la violencia hacia “el sexo débil”, tanto física, psicológica o sexual para probar su hombría.

 

Ya que dejamos estas nociones podemos hablar de la violencia dentro del hogar, al ser un espacio íntimo para la pareja, el agresor aprovecha esa privacidad para ejercer violencia sobre la mujer, que en muchos de los casos afecta el desarrollo de la familia, y el problema se agudiza cuando se encuentran niños dentro del mismo hogar. Pero en muchas de las ocasiones lo grave es el encubrimiento, por parte de la víctima al agresor, esto genera que pocas veces se denuncie y que no se  encuentre justicia y los agresores se encuentren libres.

 

Las formas en que los agresores ejercen violencia pueden ser de distintas formas desde insultos verbales y amenazas hasta llegar a los golpes y en casos extremos el feminicidio, todo esto para reafirmar su dominio, dejar en claro quien tiene el poder y al ser un caso propio del espacio privado todo queda dentro del hogar.

 

Esta problemática ha aumentado a causa de la pandemia por covid-19, ya que las víctimas están encerradas con sus agresores. Son bastantes los factores que contribuyen al aumento de la violencia como preocupaciones económicas, sanitarias y de seguridad, condiciones de vida limitadas, aislamiento con los maltratadores, restricciones de movimiento, o espacios públicos desocupados.

 

Lo mismo sucede en el caso de las trabajadoras sexuales, ocupación que ha aumentado en los últimos meses tras el inicio de la pandemia por covid-19, quienes de por si se encuentran constantemente expuestas a situaciones de riesgo, como la violencia, la persecución de la policía como la situación sanitaria. Muchas de estas recurren a este como respuesta a la falta de empleos dignos, con el objetivo de sostenerse.

En el caso también de las sexoservidoras podemos ver una construcción homologada al dominio del hombre sobre la mujer –a pesar de que hablemos de relaciones consensuadas– se ejerce violencia simbólica, en la que el imaginario patriarcal trata el sometimiento de un ente sobre el otro, una pelea por el poder. Existe un discurso implícito que nos dice que los cuerpos de las mujeres son para el uso de los hombres, perpetua esta posición de sumisión y servitud por parte de la mujer, y si se rebela se le castiga o corrige por medio de humillación. El hombre es quien tiene el poder, no solo económico para obtener ese consentimiento, sino moral para que sea aceptable consumir el cuerpo de la mujer.

 

La opinión expresada en este artículo es responsabilidad de los autores y no refleja el punto de vista del Tecnológico de Monterrey.