México-EUA: Mal y de malas
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Opinión

México-EUA: Mal y de malas

 


El presidente de México ha sido enfático en reclamar al gobierno de Estados Unidos de América (EUA) que aclare el por qué del financiamiento a organizaciones contrarias a la 4-T que encabeza. 

Muy directo, el 7 de mayo, minutos antes de su entrevista digital con la vicepresidenta de EUA, Kamala Harris, lanzó el dardo calculado. Dijo AMLO que el gobierno estadounidense financia a organizaciones civiles a las que considera parte de la oposición. Anunció ahí mismo que la Cancillería presentó una queja diplomática ante la embajada en la Ciudad de México. 

A ese apoyo lo consideró de injerencia en la soberanía nacional mexicana y calificó como ‘golpista’ al empresario Claudio X. González, fundador de “Mexicanos contra la Corrupción”, una asociación civil dedicada a investigaciones de temas políticos y económicos, fundada en 2015 por González. 

“Tenemos el informe de que ha recibido este grupo de Claudio X. González alrededor de 50 millones de pesos desde 2018 hasta hoy. Estas son las facturas. Vamos a esperar la respuesta del Gobierno de Estados Unidos”. Pero tal respuesta no ha llegado, por lo que el 31 de mayo insistió. 

Ese día el presidente López Obrador reprochó que el gobierno de EUA siga sin dar respuesta a la carta diplomática que envió por el financiamiento a ‘organizaciones opositoras a su gobierno, como “Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad” y aseguró que la entrega de dinero sigue.

Pero el tema central a todo esto es el estado ríspido en el que están las relaciones entre el gobierno de Joe Biden y el de López Obrador. 

Para el estadounidense quedó claro desde antes de sus elecciones el tipo de cercanía y buena consideración que el gobierno de AMLO brindaba al ex presidente Donald J. Trump con el que mantenía relaciones cordiales y, decían ellos, de amistad. Y está bien, si es por el interés de México. No sería sano que fuera conveniente sólo para el gobierno de AMLO. (Aunque ellos lo han dejado claro: los estadounidenses no tienen amigos, tienen intereses).

Al triunfo del demócrata, AMLO buscó pretextos para retardar el reconocimiento diplomático que se usa en estos casos. Lo que no ocurrió con el triunfo del grupo de Evo Morales en Bolivia. Luego el envío fue en tono más por obligación que por el ímpetu de conseguir una buena relación. 

Pero independiente de esto, es cierto que históricamente las relaciones entre ambos países son complicadas y no es nuevo que el gobierno estadounidense, ya republicano o demócrata, presionen a los gobiernos mexicanos para garantizar su propia seguridad nacional y para mantener un trato en el que –por ejemplo- el comercio mexicano parece terminar en desventaja. 

El gobierno estadounidense tiene por costumbre meter su cuchara en otros países, en particular en los latinoamericanos a los que considera parte de su zona de influencia y seguridad. Fueron ellos a través de la CIA los que apoyaron golpes de estado y los que apoyaron dictaduras militares. 

El caso de México es particular. Somos el país vecino. Tenemos una frontera conjunta de 3,169 km., que pasa por cuatro estados estadounidenses, seis estados mexicanos. El flujo migratorio es de los más altos en el mundo. El comercio es intenso. Y entre ambos países existen intereses financieros, industriales, de capital… y también de seguridad. 

Y sí. A México le importa la estabilidad financiera de EUA que implica la propia estabilidad financiera nacional. Ya se ha dicho hasta el cansancio que si a EUA le da gripa, a México le da pulmonía. Así que está dicho y redicho que las relaciones entre ambos deben ser, de los dos lados, muy equilibradas y, cada uno, en defensa de sus derechos internacionales y su soberanía. 

A México también debe importarle el estado de seguridad y buen trato para los trabajadores mexicanos, documentados o no, que están en EUA. El ser mexicanos debe dar motivo a resguardo y la exigencia mexicana para su estabilidad allá bajo leyes internacionales y bajo acuerdos internacionales de apoyo a migrantes. 

Hoy a los Estados Unidos –en su relación con México- le importa mucho el tema del narcotráfico y su impacto en su propia seguridad; le importa el tema del crimen organizado que quieren que no se expanda allá; les importa, sobre todo el tema migratorio y que México sirva de barrera para evitar los flujos masivos que parecen incontenibles.

Y sobre todo les importa su propia seguridad nacional. Y en esto no es sólo un tema de que por México –a la que llaman frontera porosa- pudieran colarse enemigos de su país. 

Sobre todo les preocupa hoy mismo el modelo de gobierno mexicano, que corre hacia una confrontación con Estados Unidos; que corre en la búsqueda de apoyos tanto de China como de Rusia, y que favorece a gobiernos de izquierda en Latinoamérica. El gobierno mexicano está en su derecho de decidir hacia dónde quiere llevar a su gobierno. Y somos los mexicanos los que habremos de decidir el sí o el no de lo que haga. 

Pero ellos ‘tienen otros datos’ y por eso vino William J. Burns, director de la CIA a bordo de un c17 de la Fuerza Aérea de EUA, lo que para la ex embajadora de México en EUA, Martha Bárcena resulta significativo, extraño e inusual. 

Y aunque se argumenta que en su portafolios el representante de la CIA trae ‘esos otros datos’, en México se ha dicho que vino a preparar la llegada el 7 de junio de Kamala Harris. Lo cual es inverosímil y hasta chusco. 

¿Qué trae en ese portafolios la CIA? ¿Por qué hace ostentoso ese viaje oficial? ¿Por qué la respuesta inmediata del gobierno mexicano a EUA en el tema de los pagos a grupos de oposición? Ahí está el tema. 

Ojalá no entremos en un proceso de presiones mutuas que perjudique a todos. Y no se trata de someterse a las ‘recomendaciones’ estadounidenses. Sí se trata de actuar con sentido común, con sentido diplomático y buscando sacar provecho para los mexicanos de esta relación. ¿A quién le conviene una confrontación con EUA y luego decir que las debilidades de gobierno se deben a la intromisión extranjera? Veremos.