Ser sexy ¿decisión o imposición?
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Opinión

Ser sexy ¿decisión o imposición?

 


El año pasado un grupo de mujeres japonesas presentó un escrito formal al gobierno, protestando contra la obligatoriedad del uso de tacones altos que el mundo laboral ha impuesto a las mujeres. La campaña se dio a conocer cómo #KuToo, un juego de palabras del kutsu japonés, que significa zapatos, y ‘kutsuu’, en clara sintonía con el #MeToo estadounidense, pues a final de cuentas el trasfondo de la exigencia de los tacones es la cosificación sexual de las mujeres.

Por supuesto que esto no es privativo de Japón; en muchos países entre ellos el nuestro, culturalmente se ha impuesto el uso de tacones como requisito de una “buena presentación”, siendo que para la mayoría de nosotras son incómodos, difíciles para estar de pie todo el día y de usar en transporte público, y además tienden a causar deformidades en los pies, luxaciones por caídas, infecciones en las uñas, entre otros. Pero claro, estos “detalles” han pasado desapercibidos y en el mercado ha prevalecido como prioritaria la estilización de las piernas para el placer visual del otro.

Este es sólo un ejemplo de cómo en lo público y en lo privado, sin importar la profesión, oficio, capacidades, intereses y gustos de las mujeres, el patriarcado y la economía de mercado nos han impuesto un molde en el que vernos lindas y sexys se presenta como “la clave de la felicidad”.

En los años cincuenta y sesenta, las revistas para mujeres publicaban “consejos para ser buenas esposas”, que vistos desde las gafas violetas del siglo XXI resultan más bien la lista de deseos del hombre machista para tener a una mujer conveniente para él y completamente sometida, cuyo principal mandato será “lucir hermosa para él”, sin importar la tremenda carga de trabajo que implica cocinar, limpiar y cuidar de una familia. A ningún hombre nunca jamás se le ha exigido ser guapo ni usar un cierto tipo de zapatos para ser considerado exitoso, feliz o un buen marido.

Lo peor del caso, es que en lo profundo del subconsciente personal y colectivo muchos de estos preceptos continúan vigentes. Entonces, para “sentirnos realizadas”, muchas mujeres siguen buscando ser  madres, profesionistas, la pareja de un “buen partido”, algunas con sus propias aficiones e intereses, pero no importa, sigue predominando la dictadura del modelo  patriarcal en las relaciones humanas, en el mercado y en la autoimagen de muchas mujeres.

Bajo esta mirada, se entienden pero no se justifican las largas filas de jovencitas que desde temprana edad comienzan a adoptar actitudes “sexys”, y a buscar lucir su cuerpo, con tal de encajar, de ser aceptadas y valoradas. Definitivamente como sociedad estamos enviándoles el mensaje equivocado.

En este juego perverso los medios de comunicación y el marketing publicitario han tenido mucho que ver, siempre definiendo qué tipo de cuerpo es bello y digno de fotografiar, cómo símbolo de éxito en la vida. ¿Cuántos tipos de cuerpo quedan fuera de las expectativas mercantilistas del patriarcado? La gran mayoría. Y sin embargo, el daño que han hecho en el autoestima de miles de millones de mujeres es mayúsculo.

No. Las mujeres no podemos seguir siendo calificadas por nuestro tamaño o nuestra talla, o definidas como “feas o bonitas” por cumplir o no con un determinado tipo de cuerpo. Justamente, el feminismo reivindica que las mujeres somos dueñas y señoras de nuestros propios cuerpos. Redefinamos el concepto, exijamos a las empresas y a las instituciones parar con esta violencia simbólica contra las mujeres y animemos a las jóvenes y a las niñas a cultivar intereses, a cuidar de su cuerpo por su salud y bienestar, a quererlo y sobre todo a ser ellas mismas, únicas, mujeres en su diversidad y en la no imposición de mandatos de género. Construyamos una sociedad distinta, igualitaria y más feliz.