La idiosincrasia oaxaqueña
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La idiosincrasia oaxaqueña

Hoy, al iniciar el año, despierto haciendo votos porque nos vaya bien a todos, solo grito viva Oaxaca en la tradición y sus costumbres en este año nuevo 2023.


La idiosincrasia oaxaqueña | El Imparcial de Oaxaca

Terminó el mes de noviembre con su día primero de Todos los Santos; el dos, de los Fieles Difuntos, su novena del mes de las ánimas y fue negro con una no solución al tema de la basura que no ha quedado atrás y damos gracias a Dios, que no se dieron “muertes” por el daño a la salud infringida a miles de habitantes de nuestra ciudad capital.

Así también, amigos, culminó diciembre con la celebración del día 8 a la virgen de Juquila y San Juan Chapultepec; el día 12, Guadalupe; el 18, de la Soledad y los Rábanos el 23 de diciembre, así como el 24, la natividad del Señor terminando con el 31 el fin del año 2022, por lo que este primer domingo del mes de enero del año que inicia he de decir que OAXACA —aún con lo vivido por el tema de la basura— goza de cabal salud y de un justo prestigio en todo México en cuanto a la riqueza y al valor de sus mejores tiempos y de sus ya lejanas glorias.

Pocos estados de la República pueden blasonar como el nuestro de contar con una arquitectura virreinal en templos y conventos. Puesto que parece como si el alma de España y el espíritu de las razas de América se hubiesen confundido en los crisoles de estas tierras para llenar de torres, como de agujas, el suelo oaxaqueño, en un deseo infinito de alcanzar en el horizonte los festones de las nubes y en un ansia loca de aparejar con los arreboles de nuestras tardes el vuelo metálico de la lengua musical de sus campanas.

Por aquí, por este valle cruzó todo el sueño quijotesco y gallardo de la bondad hispana que hizo de la cruz un símbolo de dación y por estos lares mucho antes se mezclaron y se confundieron los hombres venidos del norte en incesantes migraciones, así como aquellos otros que forjaron el libro de las Siete Danzas, para elevar los templos con la fiebre de sus músculos soleados con el temblor sencillo y poderoso de sus pechos desnudos que, muchos días fueron escudos de plumas en el trajín constante de las luchas precortesianas.

Esta raza indígena, muy nuestra y fuerte como roble, fue dominadora de la astronomía, de la medicina de la herbolaría y de la pintura de los códices que nos dejaron los Tlacuilos y el Nahuxi Mixteco, y aún el zapoteca que llegó a construir los monumentos magistrales de Mitla y Monte Albán, hermosas ciudades que rivalizan en belleza con; Palenque, Uxmal, Teotihuacán, Chichén-Itzá, y la gran Tenochtitlán; con la intuición certera y feliz de un sentido inteligente de la construcción que no habría de demoler el golpear cotidiano de la naturaleza ni el paso martilleante del tiempo; fortaleza y monumentos que continúan de pie: símbolos de las épocas pasadas y restos maravillosamente conservados como testigos magníficos de una civilización que había logrado conocer el paso del sol en sus solsticio, la observación de las constelaciones como las de orión y las variaciones de los planetas, como también conocía el fondo del espíritu humano en sus relaciones con la vida mediata e inmediata.

Estos templos como los de Monte Albán se encuentran rodeados de leyendas y de milagros. Cada uno de ellos en su perfil personal, es muy propio, pues en ellos queda cierto aspecto de milagrería y de fantasmagoría que va parejo a la historia consistente y maciza de sus gravedades arquitectónicas.

Hay que creer en una especie de ley que los hacia marchar unidos, como salidos de la hondura más lejana del tiempo y del espacio, un conjunto de ingentes maravillosos, y un cúmulo de esfuerzos reales en virtud de los que cada pueblo, cada región puede  enorgullecerse y con razón de haber edificado sobre cimientos que demandaron esfuerzo y energía, pues ya evangelizados los naturales fueron sus manos quienes dieron vida a los capiteles, a las elevadas cúpulas y las hermosas naves de sus templos, así como de haber bruñido y fundido con el fuego y el sudor en perlas de su frente, resultando la coquetería armoniosa y metálica de las campanas parlanchinas y sonoras que su tañido como alma de mujer, hoy todas siguen tocando en los 30 templos de mi ciudad: La Catedral, Santo Domingo, El Carmen de Bajo, El Carmen de Arriba, La Consolación, La Defensa, Santo Tomás Xochimilco, San Matías Jalatlaco, La Basílica menor de la Soledad, San José el Santo Patriarca, Santa María Oaxaca que fue del Marquesado, La Santísima Trinidad de las Huertas, Santa María de los Ángeles (siete Príncipes), del Santuario de Guadalupe, Las Nieves, (Santa Ma. La Mayor) La Compañía de Jesús, San Juan de Dios, La Merced, El Patrocinio, El Calvario, La Noria, Felicitas y Perpetua en el Bajío, de Los Pobres en la colonia Reforma, La Preciosa Sangre de Cristo, las nuevas El Sagrado Corazón de Jesús, San José de Calasan, y La Divina Providencia… todas ellas dieron la idiosincrasia del verdadero pueblo oaxaqueño, ahí está el origen de las viejas barriadas oaxaqueñas que tenían un sabor pueblerino, tanto en su ambiente como en sus costumbres, que se manifestaban con toda generosidad en las fiestas de sus Santos Patrones.

En ella todo comenzaba con su convite, al salir del templo o recorrido por las calles de la ciudad y su novenario, anunciado con su cohetería, que hoy ha vuelto a tomar fuerza, al participar resueltamente las indispensables chinas oaxaqueñas.

Al nombrar a las madrinas esto ocasionaba que se adornara el barrio con banderolas de papel de china, y faroles de colores que se colocaban en todas las calles iluminando la barriada, con sus calles de pedrería.

Hace años lo máximo de la fiesta o la culminación era la calenda en la ante víspera con los desaparecidos charritos, los también desaparecidos sacrificios y con las que aún nos quedan las chinas, la quema de los toros encohetados y del castillo, así como la celebración de los maitines en la víspera y al final la muy solemne misa de función, que al terminar con alegría la gente se encaminaba a la casa del Mayordomo “para participar del gasto”, de ahí que no hay lugar del Estado en el que falte un templo, y en el que no aparezca a la vista la cúpula de este que es vista desde un lejano monte, y allá muy perdido a la distancia y en la falda de un cerro, ese templo suele ser modesto o suntuoso, arquitectura religiosa evocadora y reconfortante, a donde día a día y hora por hora, la devoción se ha encargado de amontonar y reunir milagros en torno a la figura muchas veces genial que en los lienzos y en los muros representa una efigie de un santo viejo, al que se le cuelgan todos los milagros.

Este acervo arquitectónico da la nota más personal a Oaxaca. Ciudad es la nuestra donde la música, con sus aspectos de son de chilena, de sandunga, de corrido, y en el aspecto artesanal con sus tejidos, contiene ya en sí una historia y una afirmación vital de su propio carácter, bien marcado, seguro, y que el tiempo y las influencias no lograrán desvanecer, porque todo ese desgaste del bagaje cultural es contrarrestado con el trabajo de conservación de nosotros mismos, que cumplimos así con un deber y recibimos una satisfacción. Porque se trata de preservar lo mejor de nuestro pasado; como el rescate de la Real Alhóndiga de Antequera y el ex convento del Carmen de Arriba.

Sólo entendiendo qué es Oaxaca, como reserva espiritual de la mexicanidad, podemos amarla, sentirla nuestra novia fiel, que inmersa hoy en día está sumergida en un torbellino de paciones insanas, olas depredadoras de grupos políticos o manifestantes extraviadas y anacrónicas, de un feminismo que ya triunfó hace años, por sus valiosas mujeres, que con inteligencia y amor de madres nos dieron la vida, que Dios salve Oaxaca y que su idiosincrasia, se conserve como un tesoro.

Hoy, al iniciar el año, despierto haciendo votos porque nos vaya bien a todos, solo grito viva Oaxaca en la tradición y sus costumbres en este año nuevo 2023.

Feliz Año Nuevo.

Oaxaca de Juárez, 01 de enero de 2023

JORGE BUENO

Cronista de Oaxaca

Presidente de la AECO

Secretario General de la Federación Mexicana de Cronistas