Sepultureros de Oaxaca: entre el Covid-19 y la muerte
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Sepultureros de Oaxaca: entre el Covid-19 y la muerte

Tan pronto terminó la temporada de celebraciones navideñas, en los panteones y hospitales aumentó el trabajo


Sepultureros de Oaxaca: entre el Covid-19 y la muerte | El Imparcial de Oaxaca

Sobre la tumba, la figura de un angelito ha sumado a sus alas un traje impermeable puesto a secar. Es verde, pero de un tono más tenue que las hojas de los árboles por donde pasa el aire de la mañana. Sus manos en posición de oración parecieran pedir por algo.

Han pasado más de 10 meses desde los primeros casos de Covid-19, pero en Oaxaca, lejos de disminuir, los contagios se han incrementado. También los muertos, muchos de ellos personas de la tercera edad cuyos cuerpos alcanzaron a ser sepultados en el Panteón General, el más grande de la capital, en una de las más de 12 mil 500 fosas que albergan hasta cinco o seis cuerpos.

¿Cómo se siente?

Cansado de tanto trabajo que hay. 

¿No descansa?

Pues es que está uno al frente de esto y ahorita como está la situación… hace ocho días tuve seis servicios. Es pesado.

Dagoberto tiene 56 años. A sus veintitantos se convirtió en sepulturero; era la oportunidad que había y obedeció a su padre para enfilarse en ella. Después se acopló e incluso le tomó agrado. Ahora, lejos de la pala o la barreta, toma la escoba para barrer, o el bolígrafo si se trata de lo administrativo. Le sigue gustando su trabajo.

“Se respira paz, tranquilidad; y no estoy encerrado en cuatro paredes”, confiesa. 

¿Hay cierta paz con quienes ya descansan en las tumbas?

A lo mejor, psicológicamente, uno se afecta.

¿Por ver a las familias, su dolor?

Cuando uno ingresa aquí, es muy normal que uno, sentimentalmente, se afecte también. Se pone a pensar muchas cosas, a meditar qué es la muerte.

A la puerta principal llega una mujer. -¿No hay entrada?- pregunta. La respuesta en negativa. Su intención es dejar una veladora para sus padres. 

No es la única que trata de reencontrarse con los suyos, pero que no puede ingresar por la restricción impuesta por el ayuntamiento. Hay quienes dejan ramos de flores en las rejas del camposanto. “Te queremos, Migue. Tus papás”, se alcanza a leer sobre uno de los mensajes fechado el 22 de enero de 2021.

Es un poco difícil estar aquí al frente porque mucha gente no entiende. Y uno que palpa la situación pues dice: ‘mejor quédese en su casa’. 

Sobre algunas tumbas hay angelitos, cruces y figuras de libros. Pero desde hace meses, también algunas caretas, trajes impermeables, uniformes y guantes desinfectados con cloro. Son de varios de los 32 trabajadores del panteón, entre choferes, veladores y 18 sepultureros. Unos llevan 25 o 30 años; otros apenas poco más de uno o tres años.

Pablo evita decir cuánto tiempo ha sido panteonero, solo que “unos añitos”. Aunque reconoce que el trabajo es más complicado y la vestimenta se ha vuelto incómoda. Dice no temerle tanto al servicio, aunque sí a los familiares que acompañan al difunto. 

¿Le gustaría ser vacunado ya?

Pues si es 100 por ciento efectiva la vacuna, sí. Pero si no, así nada más. A ver cómo seguimos.

Mientras esperan el primero de los dos servicios agendados para el domingo y unos cavan la tumba, los demás han ido a almorzar. Poco a poco regresan al cementerio que en realidad alberga a tres: el San Miguel, el General y el anexo. Como sus pasos y las bromas para hacer amena la jornada, se escucha un villancico. 

Tan pronto terminó la temporada de celebraciones navideñas, aquí y en los hospitales aumentó el trabajo. Pero a diferencia de las unidades médicas, en este sitio no se pueden ampliar las tumbas. Oaxaca, la capital, sigue concentrando el mayor número de contagios y de muertes en el estado.

Los últimos días de diciembre y enero han dejado ver una segunda ola de la epidemia, pero más alta que la primera, si es que la hubo, pues las gráficas muestran pocos días, como los primeros, con un número bajo de casos.

¿Sus compañeros han tenido síntomas que les hagan pensar que se trata de Covid?

Sí -dice Dagoberto-, con alguna gripa que nos dé ya está uno con la sensación. Ya se siente ese miedo, a lo mejor por tomarse un refresco frío y si está haciendo calor mientras escarba, la garganta se irrita, empieza uno a toser. Aquí son muchas personas que fallecen de Covid y está uno en contacto con ellas.

Por 18 años, Francisco Javier Sandoval se ha desempeñado como sepulturero. Independientemente de la epidemia, dice que los riesgos siempre han existido: por una lesión con las herramientas o por respirar el polvo de las tumbas. Pero ahora se cuidan “un poquito más”. En cada inhumación suelen trabajar en parejas y gastar tres horas si no hay complicaciones. Cuando las hay, son seis o hasta ocho; y más compañeros, por eso empiezan a cavar un día antes. 

Ahora que es poco el aforo permitido, ¿hay servicios en los que venga solo una persona o nadie?

No. Sí vienen, pero como tenemos reglas no dejamos entrar a muchas personas. A veces se molestan porque quieren ingresar o se ponen necios y quieren entrar a la fuerza.

¿Usted ha sentido miedo?

No, para nosotros es algo normal. Nos cuidamos por nuestras familias. De hecho somos 34 compañeros y ya nos hemos enfermado de eso, pero no con síntomas graves.

¿Quisiera estar entre los primeros a los que se le aplique la vacuna contra Covid?

Creo que nuestros sindicatos apenas van a gestionar con el patrón para que se nos puedan otorgar lo antes posible.

Aunque la mañana es fresca, en poco tiempo el sol de mediodía hará que el calor sea insoportable dentro de los trajes blancos, verdes o negros que parecen plásticos, pero que deben usar a diario. Tendrán que respirar un aire caliente tras la careta y el cubrebocas (este, ya habitual, y ahora indispensable). Sus manos sudarán dentro de los guantes.

El sudor no será el único que recorra sus cuerpos. También el miedo y el cansancio acumulado en 10 meses. El riesgo es parecido al que enfrenta el personal de salud con los pacientes, aunque aquí es con los familiares y los difuntos. Hay quienes no quieren acudir al trabajo, pero, como dice Dagoberto, no hay de otra.

Incluso con un traje especial hay riesgo, ¿no?

Estamos en un lugar donde está el virus. Yo tengo que atender a personas que sus familiares desafortunadamente murieron de coronavirus.

¿Qué pasa por su mente en esos momentos?

Pasan muchas cosas -contesta Dagoberto con una risa nerviosa que se transforma en seriedad-, pero yo creo en Dios y solamente él sabrá si nos tocó.

¿Considera que se les debe de contemplar entre los primeros en recibir la vacuna al igual que el personal de salud?

Nosotros también jugamos un papel importante acá. (Quisiera) que también a nosotros se nos diera la oportunidad de vacunarnos porque constantemente tenemos el contacto con gente que su familiar murió de Covid.

 


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