El difícil momento de alejarse de casa, militares: padres, esposos y héroes
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El difícil momento de alejarse de casa, militares: padres, esposos y héroes

Los elementos del Ejército dejan el hogar por largas temporadas para cumplir con su deber, pero el sacrificio es compartido, sus familias, a la distancia, los apoyan y respaldan, esperan su regreso y tiene que arreglárselas sin ellos


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“Mi papá es soldado”, dice el pequeño Lisandro. Aún no amanece y en el 95 Batallón de Infantería, que tiene su sede en Santiago Juxtlahuaca, el movimiento es intenso. Cientos de soldados se preparan para partir para patrullar la tierra del ‘Chapo’ Guzmán y todo el Triángulo Dorado, serán tres meses sin ver a sus familias.

Miguel Ángel, un sargento segundo de infantería, joven militar de 26 años, pero ya con ocho de experiencia en las fuerzas armadas, se despide con un prologando beso a su esposa y otro aún más largo para su pequeño hijo, Lisandro, quien lo observa con idolatría.

Aún con rostro de niño y un enorme casco cubriendo su cabeza, Miguel Ángel, oriundo de la Heroica ciudad de Tlaxiaco, habla de su experiencia en el Ejército Mexicano, “desde muy pequeño, entrar a las fuerzas armadas era uno de mis grandes sueños y hasta ahora que sigo aquí no me arrepiento de ingresar”.

Como parte de un grupo de 350 elementosdel 95 Batallón de Infantería, Miguel Ángel partió la mañana de ayer rumbo a la zona conocida como el Triángulo Dorado, ubicada en los estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango, una de las zonas con el mayor número de sembradíos de enervantes, en donde se reportarán con el Bando Especial de Badiraguato.

“Siento amor a la Patria al portar el uniforme, los valores que me inculcan mis generales, jefes y oficiales, es un gran honor servir a mi país”, dice el soldadoque ingresó a la milicia “más que nada por el apoyo que te da el mismo Ejército, servicio médico y el seguro”.

De pequeño, Miguel Ángel salía a saludar a los soldados y ahora que ve es a él a quien saludan los niños siente una gran satisfacción. A los 18 años, cuando llegó al 95 Batallón de Infantería, tenía la preparatoria terminada.Durante sus ocho de servicio estudió dentro de las escuelas del Ejército y es sargento.

“Agradezco a nuestro señor presidente, Andrés Manuel López Obrador, todo lo que está haciendo por el Ejército Mexicano y quisiera decirle que le mando un cordial saludo”, señala el sargento portando su uniforme con orgullo.

 

A SU HIJO LO CONOCIÓ A LOS TRES MESES

El pequeño Lisandro se mueve sin pararen la pequeña sala, cada que puede, pregunta si ya se fueron los soldados. Miguel Ángel lo observa con amor inconmensurable de padre.

“Tengo un hijo de tres años, cuando nació yo estaba en Tamaulipas y cuando regresé ya tenía tres meses y medio”, relata con resignación, “me casé en 2015 y en 2016 tuvimos a nuestro hijo. Me fui cuando ella tenía casi los nueve meses de embarazo, estaba preocupado porque no podría estar con ella”.

A Arely, su esposa, la llamaba cada dos horas todos los días, no podía hacer más, cientos de kilómetros los separaban y la angustia de saber cuándo y cómo sería el parto lo preocupaban, pero cumplía con su deber, así pudo sobrellevarlo.

“Estaba en la base de operaciones en un descanso de dos horas, después de hacer un reconocimiento, cuando recibí la llamada de que mi hijo ya había nacido. Quería verlo, estar con él, lamentablemente no pudo ser así y ahora que lo veo cada que regreso, lo primero que quiero es un beso y un abrazo de él, no lo cambio por nada”.

Siempre agradece a Arely por toda la paciencia y el compromiso que ha mostrado a lo largo de su relación, pues sin ella, el mundo sería distinto, “siempre entiende mi trabajo”.

 

LA OTRA VERSIÓN

Miguel Ángel se para en la puerta mientras Arely cuenta su versión del nacimiento de sus hijos, ambos se miran con complicidad. Ahora lo recuerdan como una bella anécdota, cuando en su tiempo fue una gran preocupación.

“A mí me tuvieron que intervenir, pues él (Lisandro) venía un poquito mal y se le estaba acabando el líquido amniótico. Mi suegra le avisó [a Miguel Ángel] y por más que quisiéramos que él viniera para conocerlo, no podía”.

El susto de la cesárea pasó rápido para ambos, pues Lisandro nació sin problemas, “la primera vez que lo vio se puso a llorar, estaba muy contento y preguntando a quien se parecía”, recuerda Arely.

 

LA ESPOSA DE UN SOLDADO

Arely, junto a Miguel Ángel, viven en la Unidad Militar Habitacional del 95 Batallón de Infantería desde hace tres años, junto a decenas de mujeres que buscan estar cerca de sus parejas para aprovechar los momentos en que pueden estar juntos.

“La vida (en la Unidad Habitacional) es bonita, porque hay más familias, hay un voluntariado para las esposas de los militares en donde realizamos cursos, actividades, como por ejemplo posadas, hay actividades para niños y en familia”, narra Arely.

Comparte con su esposo sus logros y ella comparte con él los suyos, ya que asegura que se dan apoyo. Las largas comisiones que Miguel Ángel fortalecen su relación, dice, además de que el objetivo en común es sacar adelante al pequeño Lisandro.

“Desconocía todo este mundo antes de iniciar la relación con mi esposo y es muy satisfactorio estar con un hombre que tiene mucha responsabilidad y enorgullece estar con alguien tan disciplinado y que se esfuerce tanto por su país y su familia”, afirma Arely.

 

UNA MUJER INDEPENDIENTE

Arely es licenciada en Gastronomía y actualmente labora para el Instituto de Capacitación y Productividad para el Trabajo (ICAPET) dando cursos de alimentos y bebidas en la zona de la Mixteca Alta.

“Cuando él se va nos da mucha incertidumbre, pues recorre zonas peligrosas, pero no nos queda otra más que apoyarlo y estamos conscientes que así es su trabajo y del riesgo que corre”.

Su sueño es iniciar un negocio que tenga que ver con su carrera, aunque reconoce que, debido al trabajo de su esposo, ahora es imposible, por lo que se enfoca a su actual empleo.

“Les digo a las esposas de los soldados que hay que estar conscientes del trabajo en el que ellos están. Y que, por el hecho de estar con ellos, no se descuiden o descuiden sus sueños, porque me ha tocado casos en el que sólo están para los esposos”.

 

UN SUEÑO QUE SUPERA GENERACIONES

Kelly es sargento primero de infantería del 95 Batallón de Infantería. Es un hombre de 34 años que hizo suyo el sueño de su padre, un anhelo que traspasó generaciones.

“Llevo 15 años en el Ejército, entré a los 19 años. Mi padre quiso ser militar, pero por su estatura no pudo, entonces yo me quedé con esa idea e ingrese y la verdad me ha gustado y estoy muy contento”, recuerda Kelly.

Él también forma parte de los 350 elementos que combatirán al narcotráfico en el norte del país, “para mí, pertenecer al Ejército Mexicano significa algo muy grande y yo siempre soñé con ser militar”.

 

TODOS TIENEN UNA OPORTUNIDAD EN EL EJÉRCITO

En dos momentos diferentes, Kelly es uno de los beneficiados de las bondades del Ejército Mexicano, pues ha crecido en el organigrama de su batallón y a sus 15 años de experiencia su ambición profesional prevalece, recordando que todos los años aparecen convocatorias para estudiar en las escuelas del Ejército.

“En el Ejército a todos nos dan la oportunidad de crecer profesionalmente y superarse. No me imagino la vida sin ser militar. Las prestaciones son buenas. En 2009 estudié para sargento segundo y en el 2009 para sargento primero”.

Pero también reconoce que no todo es miel sobre hojuelas en las fuerzas armadas, pues ha vivido circunstancias muy complejas y que han puesto en riesgo su vida, además, detalla que hay un horario de entrada, pero no de salida.

“Estuve en una base de operaciones en una posible retención en un pueblo del estado de Guerrero”, afirma el militar nacido en Guerrero pero que se siente muy oaxaqueño.

 

COMISIONES QUE PESAN

A punto de que su batallón salga rumbo a Badiraguato, Sinaloa, en una comisión por tres meses, recuerda experiencias como el apoyo que dio en la vigilancia de los ductos de Petróleos Mexicanos ubicados en Hidalgo, en octubre del 2018.

“El viaje es largo, pero la mayoría del personal militar está acostumbrado”, explica el militar respecto al viaje que emprendieron ayer, “llevamos ropa de frío, bolsas para dormir, artículos de aseo personal”.

 

LA FAMILIA, UN SACRIFICIO

Kelly tiene esposa y dos hijas, de siete y nueve años, quienes sufren su partida igual o más que él mismo, siempre pidiéndole que se cuide y que regrese con bien.

“El sacrificio es grande, porque te ausentas de cumpleaños, tanto de uno, como el de la esposa, los hijos, graduaciones. Pero con el sacrificio viene la satisfacción, que es un valor que adquirimos que se llama abnegación”, dice el militar.


aa

 

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