Se agudiza la pobreza en la Sierra Mazateca
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Se agudiza la pobreza en la Sierra Mazateca

Ubicado dentro de la región Cañada, la mayoría de sus municipios están considerados de muy alta marginación


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Los campesinos de la región se dedicaban al cultivo del café, pero la actividad decayó.

De los 45 municipios que conforman la región de la Cañada, 24 están considerados de muy alta marginación, de éstos, el 99 por ciento de estas comunidades se ubican en la Sierra Mazateca.

Entre estos municipios se encuentra Ayautla, donde 8 de cada 10 habitantes se dedican a las labores del campo y desde el desplome del precio del café y la roya que afectó las fincas cafetaleras, la pobreza se agudizó en toda la región.

Algunos campesinos buscaron alternativas como la plantación de platanales, las mujeres en la cosecha del achiote y el tejido tradicional, unos laboran como peones en las fábricas de aguardiente y panela, mientras otros se dedican a cortar leña para comercializarlos en la comunidad.

La situación de algunas familias es desoladora, muchas no cuentan siquiera con tierras para asentarse y construir sus patrimonios, son nómadas y durante todo el año buscan quién o quienes pueden prestarles un pequeño espacio a cambio de trabajo.

Así es como la peor cara de la pobreza se vuelve hereditaria, las familias nómadas heredan a sus hijos la forma de vivir, sin patrimonio propio, sin acceso a la educación y con serias carencias en materia de alimentación, salud y demás servicios básicos.

Ayautla, sin servicios básicos

Claudia Zamora Flores, secretaria municipal de esta comunidad ubicada en la Sierra Mazateca, en los límites con la región chatina, señala que más del 80 por ciento de la población no cuenta con los servicios básicos como drenaje, alumbrado público y agua potable.

Según los datos del CONEVAL, el 98.1 por ciento de la población tiene carencia por acceso a los servicios básicos en la vivienda: el 61.6 por ciento carencia por calidad y espacios en la vivienda; 36.6 por ciento de las personas viven con hacinamiento; el 86 por ciento de las viviendas sin accesos al servicio de drenaje; el 31 por ciento sin agua potable; 5.1 por ciento sin electricidad.

El 10 por ciento de la población sus casas son con piso de tierra; 3.8 por ciento no cuenta con sanitario; el 23 por ciento sin cocina; mientras el 37 por ciento viven en la inseguridad alimentaria y el 45.7 por ciento en el rezago educativo.

En cuestión de empleo, los sueldos que obtienen los que laboran en el campo oscilan entre los 40 hasta los 70 pesos diarios, es decir no ganan siquiera un salario mínimo, trabajando más de ocho horas al día.

“El sueldo que gana una persona que labora en el campo no es siquiera un salario mínimo, dependiendo de las actividades, algunos les pagan 30 a 40 pesos, se van a trabajar desde las 7 de la mañana hasta las 5 de la tarde, ya sea limpiando las parcelas o como leñadores”, comenta Zamora Flores.

De acuerdo con la autoridad municipal más del 60 por ciento de la población conserva su lengua indígena que es el mazateco, de estos al menos el 90 por ciento no saben hablar el español, lo que complica aún para intentar mejorar su calidad de vida.

Los ciudadanos que perciben un mejor salario son los que laboran en las fincas de caña como peones, al día llegan a ganar hasta 70 pesos.

Se acabó el oro verde

Por años, los campesinos de la región se dedicaron a la cosecha y comercialización del café, sin embargo, entre los años 90, los precios del producto decayeron y la crisis aumentó cuando la plaga de la roya invadió y arrasó con los cafetales.

“Antes había trabajo cuando había café, los que tenían sus fincas cafetaleras pagaban bien o de manera individual la gente vendía su café a buen precio, el oro verde como se le llamaba llegó a comprarse el kilo del pergamino hasta en 40 pesos, los que sacaban dos kilos al día ya tenían sus 80 pesitos”, explica Pablo Arista, dirigente social en la comunidad.

Dijo que a finales de los 90, el precio del café colapsó, el café pergamino llegó a comprarse hasta en 4 pesos, la crisis agudizó cuando el gobierno federal desapareció el Instituto Mexicano del Café (IMECAFÉ), pues a través de esta institución las autoridades brindaban asesoría a los productores.

“Con IMECAFÉ los productores del café recibían capacitación y les compraban a buen precio sus productos, había circular de dinero, por lo menos la gente tenía para comer dignamente, de repente esto desapareció y la situación empeoró”.

Los programas que sustituyeron este Instituto fueron lo que hoy es PROSPERA que entrega a las familias un apoyo de 950 pesos cada dos meses y el PRO ÁRBOL, lo que antes era PROCAMPO, con un apoyo de mil 160 al año.

“Estos programas están mal diseñados, les ayudan por un momento pero el resto del año cada quien tiene que buscarle para poder vivir al día cosechando maíz, frijol o chile”, señala don Pablo Arista.

Cocinas comunitarias cerradas

Las autoridades municipales señalan que desde el 2016, las cocinas comunitarias que funcionaban en la cabecera municipal, agencias y congregaciones fueron cerradas por acuerdo de cabildo de la administración anterior.

“Cuando llegamos ya no estaban funcionando las cocinas comunitarias, de las gestiones que hemos realizado hemos logrado hacer que se abriera una pero hay mucha necesidad y se requiere que se vuelvan a abrir las demás”, comenta la secretaria municipal.

Debido que los niños de escasos recursos padecen anemia por la falta de una buena alimentación, la autoridad municipal ha implementado diversos programas locales como el de Sujetos Vulnerables que consisten en la entrega de una despensa bimestral, “que por lo menos ayude a los niños en su aprendizaje porque muchos caminan por varias horas con el estómago vacío”.

En ese sentido, los representantes de la comunidad confían que después de los resultados del CONEVAL las dependencias tanto del gobierno estatal y federal, redoblen los esfuerzos para llevar servicios a los habitantes de Ayautla.

Algunas familias como la de Petra Zamora López, buscan alternativas para poder salir hacia delante elaborando trajes típicos de la región. “Nos cuesta mucho hacer estos bordados de manta porque tienen un proceso muy largo, desde que empezamos a dibujar hasta el tejido”.

El bordado es conocido como Bordado Maya, único en la región, su proceso de elaboración dura al menos dos meses y su costo en el mercado oscila entre los 2 a 3 mil pesos, pero debido a la falta de empleo y recursos en la comunidad, apenas se vende en 800 pesos.

Otras familias se dedican a la venta de achiote, un exquisito ingrediente de la gastronomía típica de la región, mientras el resto de las familias han experimentado con la plantación de platanales de diversas variedades.

“Desde que se acabó el café la gente le ha buscado para sobrevivir, para combatir la pobreza se requieren mejores estrategias, deben capacitar a estos productores y artesanas para colocar sus productos con mejores ofertas en el mercado”, expuso Pablo Arista.


aa

 

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