Nueva normalidad deja en recuerdo lo cotidiano en la capital oaxaqueña
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Nueva normalidad deja en recuerdo lo cotidiano en la capital oaxaqueña

Las calendas y convites que muchas de las veces se desligaron de sus orígenes son algunas de las actividades que quedaron suspendidas desde hace casi un año


Nueva normalidad deja en recuerdo lo cotidiano en la capital oaxaqueña | El Imparcial de Oaxaca

Ante la mirada siguen de pie sus monumentos e inmuebles históricos, sus calles de cantera que evocan parte de su identidad e incluso los comerciantes de la vía pública que han conformado, de una u otra manera, su fisonomía. No así las fiestas o calendas y convites que llegaron a efectuarse no solo con motivos religiosos sino turísticos y económicos. Estos han quedado en la memoria, el recuerdo del día a día que propios y visitantes observaron hasta hace un año.

Hace un año, en el mes de febrero, la ciudad de Oaxaca albergó una muestra de carnavales de la región Valles Centrales, además de los cuestionados paseos florares en El Llano. Casi en el mismo periodo o antes, adultos mayores bailaban al compás del danzón bajo un emblemático laurel, a cuya sombra tocaban domingo a domingo la Banda de Música del Estado y otras agrupaciones de la entidad.

La nueva normalidad se ha instalado no solo con el uso de cubrebocas o los geles antibacteriales y termómetros en las entradas de los comercios y restaurantes. Es ya parte de una vida en la que se han suspendido parte de las tradiciones oaxaqueñas a las que se ha referido el investigador Jesús Lizama:

“Las fiestas se encuentran presentes en todos los meses del año y se extienden a través de la geografía urbana, creando la imagen de una ciudad que vive de fiesta en fiesta”. Aunque como tal sigue existiendo el Día de la Samaritana, sigue suspendida la fiesta organizada por la autoridad capitalina a propósito de la fecha. Incluso, como el año pasado, la costumbre de vecinos de obsequiar aguas frescas está en la incertidumbre.

La pausa aplicada a estas y otras celebraciones y fiestas ha afectado a la economía, según considera el guía de turistas Víctor Miguel Jiménez. “Oaxaca vive del turismo completamente” y “lo que atrae al turismo es la identidad de Oaxaca”, refiere quien junto a otros compañeros esperaba la oportunidad de atender a los pocos turistas que se aproximaban al templo y exconvento de Santo Domingo de Guzmán.

Para quien ha tenido que buscar un segundo empleo, “hace un año todavía había mucho trabajo y muchos de nosotros ni siquiera estábamos en Santo Domingo sino en zonas arqueológicas u otras partes del país”.

Desde marzo de 2020, en la capital han dejado de verse las actividades en las que –a pesar de la supuesta separación de Iglesia y Gobierno– el ayuntamiento y autoridades eclesiásticas coordinaban para la Cuaresma y Semana Santa. Las fiestas de Guelaguetza, impulsadas desde hace décadas por el gobierno estatal, pasaron a la virtualidad. Para fines económicos esto significó que la celebración “se detuvo”, pese a ser “medular para la economía”.

Tres visitantes de Aguascalientes, quienes pasaban su primer día en la capital, vivían su primer contacto con la ciudad y estado desde una nueva normalidad. Con cubrebocas en el rostro, Daniela, Viridiana y José, tuvieron que adaptar su estancia. 

De Oaxaca, este grupo de veinteañeros había escuchado hablar sobre las fiestas de  Guelaguetza que se desarrollan en el verano. Pero aún en un nuevo contexto, tenían la esperanza por conocer las costumbres y tradiciones del estado, a través de los sitios a los que pudieran acceder, por ejemplo al templo de Santo Domingo, en torno al que los guías de turistas buscaban cómo generar ingresos.

“Recibimos un turismo que es muy cultural. A diferencia de las penínsulas que reciben spring breakers”, contaba minutos antes Víctor Miguel Jiménez, un guía con más de 15 años de experiencia, y quien remarca que “el mayor atractivo de Oaxaca es la cultura”.