Guía para educar a un hijo feminista
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Guía para educar a un hijo feminista

Por un mejor mundo, es importante que los niños sepan que pueden mostrar sus verdades emociones


Guía para educar a un hijo feminista | El Imparcial de Oaxaca

Seguramente, el nombre de Chimamanda Ngozi Adichie ya resulte familiar para casi todo el mundo, bien por el éxito de su famosa charla TED, bien por la adaptación de esa charla al formato libro, titulado de la misma manera que su aclamada conferencia: Todos deberíamos ser feministas. En este ensayo y en su posterior Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo, la escritora nigeriana abordaba un tema que se ha vuelto cada vez más central: el de la educación de nuestras hijas. Queremos que ellas corran menos riesgo de ser discriminadas por el simple hecho de ser mujeres, que dejen de sufrir violencia psicológica o física, y que tengan la oportunidad de poder elegir su propio camino. Queremos que tengan la fuerza y el coraje para rebelarse si alguien les dice “no puedes hacer eso porque eres una niña”. Y queremos que tengan esa fortaleza desde muy pequeñas.

 

Por supuesto, la educación es quizá la parte más importante de todo proceso de cambio y apertura social. Y nuestra preocupación por las mujeres del futuro es muy necesaria. Pero también sabemos que, para que se produzca un cambio cultural, hay que hacer que se impliquen todas las partes. Para cambiar la concepción del papel que las mujeres tienen en la sociedad, no basta con educar a las niñas para que tengan el valor de “comportarse como niños”, sino que también debemos educar a los niños a tener el valor de “comportarse como niñas”. Tan necesario como enseñar a las niñas a luchar por sus derechos es enseñar a los niños a ser feministas. Pero eso, ¿cómo se hace?

 

Hace algún tiempo, en el New York Times, Claire Cain Miller recopiló una serie de consejos útiles para responder a esta pregunta, comenzando con una definición muy precisa de las feministas: “aquellas que creen en la plena igualdad entre hombres y mujeres”. Esta afirmación la hizo, no sólo basándose en la intuición y el sentido común, sino entrevistando a psicólogos, economistas o neurocientíficos que disponen de datos e investigaciones sobre el tema.

 

Llorar es bueno

Cuando son pequeños, niños y niñas lloran exactamente de la misma manera. A partir de los 5 años, sin embargo, los hombres comienzan a recibir un mensaje diferente: la rabia y la ira son admitidas porque son reacciones viriles; la tristeza y la vulnerabilidad no. Pero la vulnerabilidad es fundamental para el desarrollo de una persona, independientemente de su sexo, y debe ser “otorgada” culturalmente a todos. Es importante que los niños sepan que pueden mostrar sus verdaderas emociones, explicarles que quizá no estén enfadados, sino asustados. Porque cada emoción es diferente y, como tal, deben aprender a reconocerlas.

 

Darle modelos de referencia

Los niños están mucho más vinculados a las figuras de referencia de sus vidas que las niñas. De acuerdo con los datos y las investigaciones, el género de los progenitores no es lo importante, pero sí lo es que los niños tengan modelos de referencia tanto masculinos como femeninos. Los niños que crecen sin modelos masculinos son menos propensos a asumir sus responsabilidades como adultos y están menos dispuestos a sacrificarse. Por otro lado, también es importante contarle a los niños historias de mujeres exitosas, que hayan logrado hitos importantes. Los niños que están acostumbrados a estos modelos femeninos, tienden a reconocer más fácilmente las posibilidades de cada mujer para convertirse en lo que ella quiera.

 

Ayudarle a descubrir y a ser él mismo

Comprender y aceptar la propia identidad es un proceso que dura toda la vida, y precisamente por esta razón, es importante que las bases se pongan cuanto antes. Paradójicamente, hoy en día, ayudar a los hijos a sentar estas bases puede ser más complicado de lo que era hace cincuenta años. La división estandarizada por género ha invadido el mercado de productos infantiles: la línea que divide los juguetes para niños y para niñas es tan marcada que se extiende hasta los cepillos de dientes, estrictamente rosas o azules. Pero, como nos recuerda la neurociencia, los niños no nacen con preferencias por los colores. Éstas comienzan a desarrollarse alrededor de los 2 o 3 años, que es el momento en el que descubren su género y comienzan a sufrir condicionamientos externos, que les llevan a pensar que “si eres chico deberías querer jugar con coches y el azul debería ser tu color favorito”. Dado que la sociedad ya se encarga de reproducir estos condicionamientos, y dado que la educación de nuestros niños debería enfocarse a tratar de mejorar esa sociedad en el futuro, es importante no restringir el alcance de sus posibilidades. Un niño debería poder probar cualquier cosa, cualquier juguete “femenino”, cualquier actividad artística y creativa. Los niños deberían poder usar collares y vestirse de rosa, porque solo ofreciéndoles todas las alternativas, tendrán los datos necesarios para comprender realmente quiénes son.

 

Ante todo, autonomía

Según los datos, alrededor de los 15 años, las niñas comienzan a dedicar, por propia voluntad, una serie de horas semanales a las tareas domésticas. Los hombres, en cambio, para hacer algo en casa piden que les paguen. Debemos tratar de enseñar a los niños autonomía: deben saber cocinar, limpiar y arreglar la casa, como aprenden las niñas. Más allá de la igualdad de género, se trata de saber cuidar de uno mismo, que es la base de todo. Y del cuidado de uno mismo al de los demás, hay un paso muy pequeño. Ser independiente significa, no solo saber cómo arreglárselas, sino también ayudar a los demás cuando lo necesiten. Porque no son solo las mujeres las que deben cuidar, primero a los hijos y luego a los ancianos; es una tarea de todos.

 

Las tareas se comparten

Muchas veces, los actos son más explicativos que las palabras. Y una cosa es explicarle a tu hijo que no hay nada de malo en hacer las cosas que cree que las mujeres estamos obligadas a hacer, y otra es que se lo demuestren. Por lo tanto, es importante que los padres compartan tareas y responsabilidades, intercambien roles y no se queden atrapados en los estereotipos. Solo de esta manera podrán dar ejemplo.

 

Las chicas también pueden ser tus amigas

Un estudio realizado por la Universidad de Arizona, demostró que, ya desde pequeños, los niños comienzan a autolimitarse en sus relaciones interpersonales y a pensar que deberían estar sólo con chicos y no con chicas. Una historia que seguramente nos resulte familiar, cuando en el colegio, la clase –sobre todo a la hora del recreo– se dividía siempre en dos: los chicos a un lado y las chicas al otro, con actitudes no demasiado simpáticas entre sí. Sin embargo, el mismo estudio también demuestra que los niños que se relacionan con niñas son más proclives a comprender a los demás, a cuidarlos y a resolver problemas rápidamente. Básicamente, aprenden a ponerse en el lugar del otro, que es la base de las relaciones humanas. Por lo tanto, es importante que los niños también socialicen con las niñas.

 

Explicarle que NO quiere decir NO: el consentimiento

Para enseñar respeto y consentimiento a tu hijo, primero es necesario hacerle comprender que antes de tocar el cuerpo o las cosas de otra persona, debe pedir permiso, pero sobre todo es necesario explicarle el significado de la palabra NO. No significa NO, y nada más.

 

Ten el valor de intervenir

Cuando seamos testigos de un comportamiento intolerante, de una agresión o de cualquier otra forma de abuso, no debemos ignorarlo solo porque haya un niño con nosotros y tengamos miedo de que se asuste. Siempre que no implique ponernos en peligro, debemos intervenir y explicarle por qué lo hemos hecho, qué hay de malo en esas actitudes y qué debería hacer él en caso de encontrarse en la misma situación.

 

No utilices la palabra “niña” como un insulto

Debemos estar muy atentos al lenguaje que utilizamos delante de un niño. En particular, hay que prestar atención a no decir frases como “esa persona corre como una niña”. Podemos hacerle entender las diferencias entre hombres y mujeres, pero nunca reduciéndolas a estándares o estereotipos, ni mucho menos, a insultos.

 

Hay que leer mucho

“Las mujeres se inclinan más hacia la lectura y la escritura, mientras que los hombres lo hacen hacia la ciencia y las matemáticas”. Es la historia más antigua del mundo y nos toca escucharla muchas veces a lo largo de nuestra vida, especialmente cuando somos pequeños. Bueno, sabemos que no es cierto, así que hagamos algo para explicarles a nuestros hijos que les pueden gustar tanto las matemáticas como la lectura. En este caso, lo mejor es ofrecerles la oportunidad de probar todas las alternativas: ¿cómo? Leyendo mucho con él y para él. Historias de cualquier tipo, y por supuesto, también de grandes mujeres.

 

Por último, debemos dejar que los niños sean niños. Dejar que escalen, corran y jueguen a lo que quieran. Y cuando llegue el momento, enseñarles a ser fuertes, fuertes con respecto a las emociones que sientan, porque la verdadera fuerza radica en la vulnerabilidad.


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