Antequera, 488 años después
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Antequera, 488 años después

En 1532, regía en todo el mundo cristiano, el calendario juliano. El 25 de abril de ese año, era jueves y estaba dedicado a San Juan Evangelista. De acuerdo a la denominación romana de ese calendario, correspondía ese día a la “A los siete de las calendas de mayo” y en su abreviatura latina VII.Kal.mai. De eso ya pasaron 488 años, motivo que da lugar a este texto


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Por: Miguel Herrera López

El nombre Antequera, fue dado oficialmente por Cédula Real de 14 de septiembre de 1526 al asentamiento de Huaxyacac-Guajaca a solicitud de Andrés de Monjaraz, Alcalde. El cumplimiento de la provisión real se dio el 24 de julio de 1529, por el Oidor Delgadillo, pariente del primer alcalde (ya de Antequera) Juan Peláez de Berrio. Se decía que Delgadillo era originario de la Antequera de Málaga (Bernal Díaz del Castillo dice que era natural de Granada). Pero hay la versión histórica, que fue Nuño de Guzmán quien dio el nombre, aprovechando las ausencias de Cortés durante su expedición a Las Hibueras de 1524, y luego su viaje a España en 1528. Esa Antequera, fue fundada por y para españoles, por eso la fisonomía arquitectónica y urbanística.

Peláez ordenó el trazo de la nueva villa el 13 de julio de 1529 y, como se sabe, la distribución ortogonal, de 100 varas castellanas cuadradas para cada manzana, se debe a Alonso García Bravo.

Ese 25 de abril de 1532, en Medina del Campo (municipio de la provincia de Valladolid, entonces del Reino de Castilla, hoy en la Comunidad Autónoma de Castilla y León), se expidió la Cédula Real que otorgaba a la Villa de Antequera, Provincia de Guajaca, el rango de Ciudad. El soberano español era Carlos I o Carlos V del Sacro Imperio Romano-Germánico, hijo de Felipe I de Castilla “El Hermoso” y de Juana de Castilla “La Loca”. Aunque Carlos expedía formalmente la Cédula, la suscribía “La Reyna”. Subsiste la interrogante de si esa era Juana “la Loca” reina formal, o Isabel de Portugal, ésta última reina consorte de España de 1526 a 1539. Juana “La Loca” estaba recluida en Tordesillas desde 1509, debido a su presunta alienación mental, pero mantenía la majestad real. Autores de la mayor seriedad, no dudan en afirmar que fue Juana, la madre de Carlos, a quien se invoca en la firma.

Al ser nieto del emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, Carlos tenía derechos sucesorios de ese gran dominio. A la muerte de su padre Felipe I, hijo de Maximiliano I de Habsburgo, el 25 de septiembre de 1506, se convertía en el emperador Carlos V de ese vasto imperio.

El Obispado de Antequera fue erigido por bula papal del pontífice Pablo III, el 21 de junio de 1535, dada en Roma “a los once de las calendas de Julio” XI.Kal.Julii., conforme al uso del calendario juliano, que hoy corresponde al 30 de junio del calendario gregoriano. Este dato es notable, dada la importancia elevada que la corona y el papado le dieron a Antequera y a la misma Provincia de Guajaca.

La Puebla de los Ángeles recibió el rango de ciudad, el 20 de marzo de 1532. El texto es idéntico al de la cédula antequerense y lo expide Carlos y lo suscribe “La Reyna”.

El gentilicio para los nacidos en Antequera de Málaga, es “antequerano”. Para los de Antequera de Indias (como solía llamársele), es “antequerense”.

En algunos artículos publicados en Oaxaca, sobre el gran tema de Antequera. Hay quienes niegan la existencia de la cédula real. Lo cierto es que en el Archivo General de Indias, en Sevilla, en el legajo 1088 de la audiencia de México, existe el ese documento y existe la transcripción de una grafía. hoy difícil de leer, pero gracias a la paleografía, se ha hecho la debida interpretación.

La ciudad no se llamó Oaxaca hasta 1821. Antequera fue la toponimia por casi 300 años, de manera que las recientes expresiones de conmemoración deberían estar dedicadas a Antequera, no a “Oaxaca de Juárez” como algunos han escrito.

En octubre de 1582, España adoptó el calendario gregoriano, que nos rige hasta hoy. Se recorrieron diez días para el ajuste, de manera que, en sentido estricto y conforme a la datación vigente, la cédula fundacional de la ciudad de Antequera, corresponde al 4 de mayo actual. (Inglaterra adoptó el calendario gregoriano hasta 1572, por eso la muerte de Shakespeare de 23 de abril de 1616 calendario juliano, 3 de mayo actual, no coincide con la de Cervantes que fue el mismo año. La “Revolución de Octubre” se conmemoraba el 7 de noviembre, debido a que la Rusia Soviética adoptó el calendario gregoriano hasta 1918. En algunas naciones de Iglesia Ortodoxa, las festividades religiosas se siguen celebrando conforme al calendario juliano).

Huaxyacac, el sitio donde se fundó Antequera, es la denominación en lengua náhuatl, traducida como “en la punta, extremo o nariz del huaje” o “en el punto extremo o lejano donde hay huajes”, también persiste la discusión de si debe ser escrito y pronunciado huaxyácac (grave) o huaxyacac (aguda).

Onomatopéyicamente se pronunciaba “guajaca”, lo cual coincide con la prosodia popular. Realmente decimos “guajaca” o “oajaca”. Debe buscarse una razón gramatical o lingüística para el uso del diptongo “oa” y la “x”.

En los antiguos documentos fundacionales de Nueva España, sus provincias, intendencias, gobernaciones, ciudades y villas, se escribían oficialmente los nombres conforme a la fonética de cómo los escribanos, oidores, licenciados y demás funcionarios escuchaban las complejas lenguas de los territorios que conformaron la Nueva España. No se olvide que se oficializan en la actualidad más de sesenta lenguas nativas en territorio mexicano; solo en Oaxaca hay 16 lenguas con muchas variantes dialectales (hay zapoteco de la Sierra, del Valle, del Istmo y otras tres variantes; en Comaltepec se habla chinanteco, tan diferente el zapoteco de Ixtlán, que está a pocos kilómetros de distancia), de manera que para quienes hablaban castellano del siglo XVI y para los que lo hablamos en 2020, es difícil la pronunciación de vocablos en lenguas regionales. Para los españoles de antes y de ahora, es difícil la pronunciación de la composición “tl”, al grado que no pueden decir Atlético y dicen “Alético” o Atlántico y dicen “Alántico”.

Los lingüistas inducidos por la antropología estadounidense, inventaron que se debe decir “Tenochtitlan” (grave) y no Tenochtitlán (agudo), como se nos da más fácil pronunciar.

Hay varias teorías y suposiciones, ninguna comprobable, sobre el origen hace milenios, de un asentamiento poblacional en Huaxyacac con nombres en lenguas mixteca o zapoteca como Nunduva, Ñundua, Lula’a o como quieran escribirlo o pronunciarlo los aficionados a la historieta de gloria prehispánica, en un lugar que poco tenía para la grandeza y mucho para el sometimiento tributario al tlatoani de Tenochtitlán.

La conquista y evangelización de Oaxaca, trajo, entre otras cosas, el idioma en que esto se lee y en el que hablamos casi todos los oaxaqueños; es la lengua en que escribió Miguel de Cervantes y en la que compusieron Santa Teresa y San Juan de la Cruz; no se diga Quevedo, Lope, Calderón y quienes construyeron el Siglo de Oro. A Oaxaca llegó la herrería toledana que los Aragón cultivaron (los mixtecos y zapotecas desconocían los metales); llegó esa arquitectura portentosa de Santo Domingo, San Agustín, la Soledad, Catedral, Yanhuitlán, entre otros; llegó la composición musical que elevó a Juan Matías; no se diga el arte pictórico que sublimó Miguel Cabrera, de Tlalixtac, arte grandioso que trasciende Oaxaca.

Artes y oficios.

Aquí se fundó un colegio de enseñanza superior: el Seminario Pontificio de la Santa Cruz en 1673, que dio lugar a la grandeza intelectual de Oaxaca. La colonización española nos trajo en la gastronomía el tasajo, el chorizo, la barbacoa, el trigo y el pan, el queso y todos los lácteos que produce Oaxaca y consumimos alegremente. El pastoreo y la crianza de ganado vacuno y caprino; los burros para aliviar el trabajo de los indios, como bien señaló Vasconcelos. Y no se diga el mezcal: aunque el maguey es local, la destilación fue enseñada por los españoles que tenían experiencia con los aguardientes como el brandy. En el Quijote se mencionan las “gallerías”, que son nuestras gollorías de azúcar y nuez; la horchata, bebida típicamente española a base de chufas, encontró en Oaxaca una variedad muy rica, combinada con la tuna roja. El tasajo (un típico corte kosher) más los nenguanitos, los mamones y marquesotes son reminiscencia de la gastronomía sefardí, por los muchos judeo-españoles que llegaron en el siglo XVI. No podemos omitir las fiestas patronales que han regido la temporalidad de nuestra vida cotidiana. Reprobable que llamen “bárbara” la colonización española, que permitió el mestizaje y con ello una gran innovación cultural. Pero eso sí, los críticos de la presencia española, se ufanan proclamando la grandeza de esta Ciudad, equiparable a Salamanca por su arquitectura, arte y sabiduría.

Antequera, siempre grande y grandiosa. Gracias a quienes la inventaron y la construyeron.

“Stat Antequera pristina nomine, nomina nuda tenemus”

(Una paráfrasis sobre Il nome della rosa, de Umberto Eco).

NOTA: Este breve ensayo contienen datos obtenidos de fuentes documentales, bibliográficas y de archivos formales y oficiales, de acceso público para su comprobación. Está exento de anécdotas, de consejas populares, de conjeturas y de proclamas políticas.  Al final se citan las fuentes y referencias. (Desde luego, no se excluyen apreciaciones subjetivas y personales, responsabilidad del autor).