Beyoncé es acusada de brujería
No es broma, la corte de Los Ángeles debatirá si concede una orden de alejamiento a su supuesta víctima.
El fin de semana se dio a conocer que Kimberly Thompson, ex baterista de la banda que acompaña a Beyoncé en sus conciertos, busca conseguir una orden de alejamiento contra la cantante, a quien acusa de practicarle “brujería extrema”.
Según los reportes, Thompson afirma que sufrió los “hechizos mágicos de abuso sexual” de Beyoncé y, además de eso, la cantante asesinó a su gatito.
Aunque toda esta historia parecería una gran broma, reporteros de la revista Pitchfork se dieron el tiempo de verificar si realmente había registros judiciales de la solicitud. Para su sorpresa, pudieron constatar que en verdad hay una persona convencida de que necesita mantener a Beyoncé a distancia para no volverse víctima de su hechizo.
Esta es la segunda vez que Thompson busca conseguir una orden de alejamiento, pues al presentar argumentos tan convincentes la primera vez, la Corte de Los Ángeles le denegó la restricción. Y ahora, al ingresar de nuevo la solicitud, la Corte tiene programada una audiencia para el 11 de octubre en la que definirá si finalmente se la concede.
La baterista trabajó durante siete años con Beyoncé. Entre las implicaciones del embrujo del que asegura fue víctima, estaba el control de sus finanzas y el de su teléfono celular, pero el colmo del hostigamiento y el nivel de brujería extrema llegó al límite cuando la cantante desató toda su furia hasta matar a su gatita, según su versión. Muchos podrían pensar que algo anda mal con ella, pero Thompson jura que todas sus acusaciones son reales, e incluso ella se ve a sí misma como una superviviente.
Muchos podrían pensar que algo anda mal con ella, pero Thompson jura que todas sus acusaciones son reales, e incluso ella se ve a sí misma como una superviviente.
Por su parte, Pitchfork contactó a los representantes de Beyoncé para conocer su postura al respecto, pero hasta el momento han preferido no hacer comentarios. Nosotros consultamos nuestra bola de cristal y podemos anticiparles que no se tomarán la molestia de opinar sobre el caso.
Al resto de los simples mortales no nos queda sino aceptar que vivimos bajo el hechizo de Beyoncé, y tampoco la pasamos tan mal.
