Ignacio López Tarso, una vida dedicada al teatro
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Ignacio López Tarso, una vida dedicada al teatro

“Fui un gran protegido de la fortuna”


Ignacio López Tarso, una vida dedicada al teatro | El Imparcial de Oaxaca
Fotos: Uriel De Jesús Santiago Velasco / El primer actor Ignacio López Tarso se dice muy satisfecho por el teatro que ha interpretado

Cuando llego a su casa ubicada al sur de la Ciudad de México, el primer actor Ignacio López Tarso (1925) come en compañía de Lourdes Mogollón, su asistente de décadas. Me pasan de inmediato a su estudio, un espacio pequeño con apenas la luz necesaria. Tiene libros de literatura clásica, las obras completas de Shakespeare, enciclopedias, teatro mexicano, griego y del siglo de oro español. Distribuidos entre las repisas conviven en igualdad un Ariel de Oro a la trayectoria, un Golden Gate Award, varios TVyNovelas, la Medalla Bellas Artes, premios de la Asociación de Críticos Teatrales, insignias, condecoraciones y reconocimientos de distintas instancias, no hay espacio para uno más, todo está repleto.

Un momento después lo veo entrar, abrigado y a paso firme, como si sus 98 años no le pesaran. Luce cabello en abundancia, los labios ligeramente morados, dientes parejos y una piel blanca con apenas unas pocas arrugas. Me mira con sus ojos miel oscuro mientras me extiende la mano, se sienta frente a su escritorio.

Lo primero que llama mi atención es un cuadro de gran tamaño que cuelga entre sus cortinas; es la escena famosa de la película Macario (la de la gruta y las velas), pero dice “yo pensaba que era Macario hasta que vino mi nieto y me dijo ese no puede ser Macario porque ahí hay un perrito y Macario no tenía perro”, se suelta en sonoras carcajadas, luego toma un pañuelo y se limpia los ojos, preparándose para interpretar uno más de sus monólogos, el de su vida:

 

Ha hecho muchos papeles en el teatro, el cine y la televisión, pero ¿cómo ha hecho los papeles de padre, esposo e hijo? ¿Han sido difíciles de cumplir?

—Sí, mi esposa, que fue siempre muy cariñosa conmigo, siempre me reclamó que nunca estuve presente en el nacimiento de uno de mis hijos. Yo le tuve que confesar que el acto del nacimiento de una criatura en el cuerpo de una mujer a mí no me atrae. Yo veo esposos que están en el sanatorio pendientes, llevan cámaras fotográficas, luces especiales y en el momento del parto está ahí la luz, la cámara y el marido colocándose para obtener el mejor ángulo. Y eso me parece no sólo trágico, sino tragicómico.

 

¿Y esa relación con sus hijos cómo ha sido?

—Nos hemos llevado siempre muy bien. Tengo una foto muy bonita de Juan Ignacio, de dos años. Estamos en mi camerino del Teatro Hidalgo, a espaldas de Bellas Artes, donde se hicieron muy buenas temporadas del teatro del Seguro Social, esa época fue —según yo— la mejor que ha tenido el teatro mexicano en toda su historia. En la foto yo estoy frente al espejo maquillándome, al lado está sentado Juan Ignacio; estoy interpretando Cyrano de Bergerac y me voy a colocar la gran nariz postiza del personaje e Ignacio, mi hijo, está así viendo aquella maniobra, con una cara entre espanto y curiosidad absoluta. Una foto muy bonita. Yo le digo ahí nació tu interés por el teatro cuando supiste cómo me colocaba la nariz postiza, que es un detalle maravilloso de teatro, la cuestión de caracterización.

***

LA FUNCIÓN DEBE CONTINUAR

Cuando falleció mi mamá fue un trago terrible, yo estaba en el sanatorio cerca de mi casa en la colonia Lindavista, al norte de la ciudad, y tenía que venir hasta el teatro Xola a la función de Edipo Rey, tenía a mi mamá aquí recargada y de pronto cuando ya me despedía sentí que se soltó toda, sentí el peso de su cuerpo; la enfermera dijo “la señora acaba de morir”. ¡Se me quedó muerta en los brazos, caray! Yo tenía que ir al teatro, tuve que dejarla, subirme al coche a manejar como pude porque iba llorando. En el teatro no podía decir una palabra porque Edipo tiene mucho que ver con su madre”.

 

¿Cómo se da una función así? ¿Cómo se controla el sentimiento?

—Hay veces que el actor no puede controlarlo, por más control que tenga el intérprete sobre sus personajes, su caracterización, su manera de actuar y su estilo de trabajo; todo eso hay momentos en que ¡no sirve de nada! como en el caso de Edipo y el caso personal de mi mamá, porque yo tuve que comerme mis propias lágrimas y hacer la función lo mejor que pude.

 

Izquierda: Un cuadro que sugiere la reconocida escena de las grutas en la película de Macario.
Derecha: Decenas de reconocimiento conviven con su biblioteca.

 

EL INDIO QUE LE ABRIÓ LAS PUERTAS DEL MUNDO

En 1959 filmé Macario, y en 1960 la película fue invitada a varios festivales internacionales, escogida por primera vez en Hollywood como mejor película en idioma no inglés y me dieron 20 mil pesos por el filme. Todo el mundo me dijo ‘te robaron’, porque yo ni siquiera pensé en cuánto me iban a pagar, nunca hablé de dinero con la empresa, me sentí halagadísimo cuando me dijeron que el personaje era para mí; me llevé el libreto y lo metí bajo mi almohada, esa noche me dijo mi papá ‘¿Qué estudias?’, mi próxima película, un cuento mexicano que va así y así, le dije. Y me dice: ‘No eso no se llama Macario, ese es El ahijado de la muerte y es un cuento que a mí me contaban cuando era niño ahí en la hacienda de mi padre en Guanajuato’.

Gabriel Figueroa me decía: ‘fíjate como este indio tan pobre con su morral y su hambre de toda la vida te ha ido dando y dando’, porque el haberlo interpretado me llevó de invitado a Rusia, en la India donde estuve un mes, pero a cuerpo de rey, porque me trataban verdaderamente estupendo. Ahí Macario tuvo un éxito sensacional porque hay mucho de semejanza entre el hambre del indio mexicano y el hambre del populacho hindú”.

***

EL AUTÓGRAFO QUE NUNCA CONSIGUIÓ

 

En 1948 usted va a la Escuela de Bellas Artes a conocer a Xavier Villaurrutia, llevaba su libro, pero nunca se lo firmó ¿Por qué?

—Nunca me dio el autógrafo y ya no me dio oportunidad de reclamarle porque lo conocí en 1948, yo tenía 23 años y él murió el 24 de diciembre de 1950 a las 12 pm de un paro cardiaco masivo, un corto circuito interior e impensado…, se quedó muerto plácidamente dormido, de no haberse muerto Villaurrutia tendríamos en este momento al mejor poeta de habla hispana, ¡por lo menos! y me lo dijo muchas veces ‘yo no soy dramaturgo, soy poeta’. Escribió mucho teatro, pero nunca estuvo satisfecho…

¿Y usted está satisfecho con el teatro que ha interpretado?

Sí, muy satisfecho. Fui un gran protegido de la fortuna, me llegaron las oportunidades cuando no era nadie.

@Urieldejesús02


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